@AlmaCoLatino
En la misa celebrada ayer en la Cripta de Catedral Metropolitana, ed el sacerdote Roel Mejía señaló que a ese lugar además de llegarse a alimentar espiritualmente, sick los feligreses acuden a venerar uno de los frutos de la eucaristía y uno de los frutos más hermosos que ha producido en El Salvador como es, buy viagra Monseñor Romero.
“Él es el fruto que sigue viviendo entre nosotros, sus frutos si son vida eterna, él si se alimentó del altar y de la palabra, ya que fue capaz de ofrendar su vida por las causas y luchas justas”, expresó el padre Mejía.
El religioso indicó que uno de los principales mensajes durante la homilía es que se debe permanecer atento, porque existen peligros afuera que atacan los dones, ya que en una misma comunidad crece junto el trigo y la cizaña, es decir, siempre el bien y el mal estarán en un mismo lugar.
Durante la celebración se recordó el mensaje profético de Monseñor Romero quien en aquel momento hizo un llamado a la sociedad a elevar sus corazones, su mente, para unirse y salir renovados, animados con esa esperanza y vibrando en medio del mundo actual, con la alegría, el entusiasmo que no decae, porque lo está alimentando una palabra que no es de hombre, sino de Hijo de Dios.
“Cuántas idolatrías amenazan a nuestra civilización, El Salvador se ve amenazado ante las falsas idolatrías del dinero, idolatría del poder, idolatría de la lujuria, idolatría del placer. Cuando la potestad de los hombres se hace abuso contra la Ley de Dios, contra el derecho, la libertad, la dignidad de los hombres, entonces es la hora de gritar”, afirmó Monseñor Romero.
Al momento de la procesión de ofrendas y de una forma especial los miembros de la Comunidad Monseñor Romero de la Cripta de Catedral presentaron una bandera de Palestina cercada por la estrella israelí, como símbolo del repudio a la guerra fratricida de Israel, la cual es muestra de prepotencia y desacato a la voluntad de Dios.
Asimismo, durante la oración de los fieles se pidió porque la sociedad sea animada en la esperanza, que viva con alegría y entusiasmo, pero, sobre todo con justicia y solidaridad, tal como lo hizo Monseñor Romero.