Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
El general Francisco Morazán, preclaro centroamericano, nació en Tegucigalpa, Honduras, el 3 de octubre de 1792, y murió fusilado por la ignominia de las fuerzas retrogradas regionales, el 15 de septiembre de 1842, en San José, Costa Rica, siendo a la sazón, presidente de este último estado.
Morazán fue, desde su juventud, un decidido defensor de la causa independentista y de la unidad, teniendo que enfrentar desde esta visionaria trinchera político-militar, las agresiones de Manuel José Arce en su fallida pretensión de invadir Honduras en 1828, tentativa que impidió Morazán, en la célebre batalla de Gualcho (El Salvador) donde repelió a las fuerzas conservadoras.
1839, es el año de dos cruentas batallas: la victoria sobre los conservadores hondureños, defendiendo a El Salvador, en la gesta del Espíritu Santo (5 de abril) y el rechazo de las tropas nuevamente al mando de Francisco Ferrera, en San Pedro Perulapán ( 25 de septiembre). Dos honrosas victorias en favor de la Federación Centroamericana.
Morazán fue Presidente de la República Federal de Centroamérica en dos ocasiones: de 1830 a 1834 y de 1835 a 1839. Durante su administración, tuvo que hacer frente al conservadurismo, liderado, regionalmente, por el guatemalteco Rafael Carrera, y por el resto de núcleos oligárquicos del istmo, además de la férrea oposición que sus reformas encontraron en el oscuro clero católico.
Estas fuerzas minaron sus notables esfuerzos como auténtico padre de una reforma de carácter liberal, que aspiró a modernizar la vida político-económica centroamericana, fortaleciéndola, frente al intervencionismo inglés, que ambicionaba el control de nuestros pueblos.
Derrotado finalmente por Carrera, Morazán renuncia a la Presidencia de El Salvador, (4 de abril de 1840) que había asumido un año antes (6 de julio de 1839), siendo proclamado posteriormente, Presidente de Costa Rica, el 11 de abril de 1842; sin embargo, un levantamiento conservador del 11 de septiembre de ese año, logra la caída de San José y ordena el fusilamiento del héroe, un 15 de septiembre, fecha que es escogida para mayor humillación de los patriotas centroamericanos.
Los restos mortales del Paladín son recibidos en San Salvador para su sepultura definitiva, según sus últimos deseos, el 15 de febrero de 1849. Posteriormente, el 15 de marzo de 1882, es inaugurado en San Salvador, el Monumento que honra su legado, en el parque que ostenta su nombre.
El asesinato del general Morazán, es la última tragedia, del sueño por la unidad centroamericana, desde una visión progresista, lo que sobreviene, es una época de fraccionamientos, que debilitan a la Nación Centroamericana, y la vuelve fácil presa de los intereses mezquinos de las oligarquías y tiranías militares y del intervencionismo inglés y norteamericano.
A 226 años del nacimiento del Benemérito de la Patria, los ideales morazánicos deben continuar animándonos en la ruta por alcanzar la justicia social, la democracia participativa, la auténtica paz, y la solidaria convivencia.