Texto y fotografía Guillermo Martínez
Esa pequeña semilla blanca del árbol de moringa sembró el nerviosismo en los visitantes a la clínica de salud de la organización humanitaria Pro Vida en Nejapa, San Salvador.
Había una razón de peso para la incomodidad repentina, los empleados del centro de salud nos comentaron que al masticar el grano y sentir un intenso sabor dulce, se era propenso a la diabetes o empeorar si el individuo ya padecía diabetes. Por el contrario, si el sabor era de un amargo acentuado, al menos en ese momento, se estaba libre de la enfermedad. Dos horas después, para mi tranquilidad, el sabor amargo permanecía.
Esta propiedad de detectar este terrible padecimiento es una de las muchas cualidades que la gran mayoría desconoce de esta planta. Personas presentes en el centro de salud y que padecen la enfermedad lo confirmaron.
De este árbol que crece en la mayor parte de America Latina, y que también es conocida como «Teberinto». Hasta hace poco se desconocían sus beneficios nutricionales, medicinales, de purificación de agua para consumo y de la propiedad de enriquecer la leche materna, que beneficia a los neonatos y niños con cuadros de desnutrición.
En los últimos meses, con el apoyo de Pro Vida, los pobladores de las comunidades de Nejapa, siembran y cosechan las hojas, flores y semillas de moringa que los provee de las proteínas, vitaminas y minerales suficientes para evitar y combatir las consecuencias de la diabetes, hipertensión arterial, anemia, cáncer y problemas de riñón e hígado entre otros padecimientos.
Todo esto aprovechando sus hojas en comidas, elaborando tés de sus flores o purificando agua con su semilla molida.
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