Gloria Silvia Orellana
@GloriaCoLatino
¡Silencio! exige la placa conmemorativa en las ruinas de la Iglesia La Asunción, sitio simbólico de la Masacre de 1932, que cobró la vida de más de 30,000 indígenas, entre hombres, mujeres y niños, en el municipio de Izalco, Sonsonate.
El sitio conocido como El Llanito resguarda la historia de despojo del ejido (tierras colectivas) y la represión del gobierno de Maximiliano Hernández; pero también ha consolidado nuevas luchas y aspiraciones como nación indígena.
Las banderas de colores ondean y el incienso asciende lentamente por el viento, mientras los sonidos del tambor y el caracol abren la “Ceremonia Sagrada”, para la conmemoración del 5 de septiembre, designado como el Día Internacional de la Mujer Indígena.
La actividad a cargo del Consejo Coordinador Nacional Indígena Salvadoreño (CCNIS) que reúne a los pueblos Lencas, Náhuatl y Kakawira señalaron la deuda histórica con los pueblos originarios que reivindican sus derechos, su identidad y cosmovisión.
Rosa Emilia de López originaria de Santo Domingo de Guzmán, Sonsonate, afirmó que ha trabajado con el barro desde su infancia, y junto a los “saberes” de su madre y su tía Chon, nahua-hablante que nunca pronunció ninguna palabra en español, aprendió el oficio de alfarera artesanal.
“Recuerdo cuando íbamos con mi mamá a traer leña, barro y arena. Nos traíamos los sacos del barrial a la espalda, después lo poníamos al sol y lo mojábamos, para luego patearlo con los pies, le poníamos la arena y cuando estaba ya algo duro podíamos hacer ollas, comales, tasas, platos y sartenes, luego quemarlos para que estén listos. Soy descendiente náhuat. Esto es una herencia”, reseñó.
“La ofrenda es al corazón del cielo, al corazón de la tierra, a nuestro abuelo sol”, declara Juliana Ama de Chile, lidereza indígena del CCNIS, mientras participa junto a invitados especiales y asistentes en la ceremonia sagrada del fuego, un lugar que genera “buenas energías” a los participantes que junto al altar, saludaron los cuatro puntos cardinales.
“Al Norte siempre tenemos en mente al abuelo aire, con el espíritu de nuestros ancestros; al Sur pedimos por el agua, que este en todo momento y todo lugar, que sea la energía de su precioso líquido que nos da vida y la fuerza de los jóvenes y la niñez.
Al Este le pedimos al abuelo sol, le pedimos por la fuerza del hombre, para que siempre tengamos la fuerza trabajadora, y al Poniente tenemos nuestra madre tierra, que es la fuerza de las mujeres indígenas, porque todos estos elementos que saludamos son la vida y están en nuestros rezos y peticiones”, afirmó Ama.
“¿A cómo lo das, María? Esa frase jamás se me olvida, porque viví la experiencia con mi madre, era una expresión de desprecio y marginación”, señaló Juliana Ama, al señalar la discriminación racial que han vivido como Pueblo Indígena. Elena Badía representante de ONU Mujeres en el país consideró, estarían de acuerdo en apoyar el rescate de la memoria y cultura indígena salvadoreña.
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer Indígena se enmarca en honor a la lideresa aymara, Bartolina Sisa, que en 1780 formó parte de las luchas de rebelión contra la explotación que hacían los españoles con su pueblo, en el Alto Perú.
“En Izalco, al occidente del país fueron las mujeres indígenas, esas abuelas que tuvieron que enfrentar ese sistema patriarcal que se niega a morir y que causa daño a la mujer indígena y la sociedad”, argumentó Betty Pérez, a cargo del CCNIS, al invitar a la juventud indígena a luchar por su identidad y herencia cultural.
“Debemos sentirnos orgullosos y orgullosas de lo que somos, no permitamos que esta historia muera y que perviva en cada momento de la vida de nosotros.
Hemos tenido muchos apoyos de organismos internacionales y desde la Procuraduría de Derechos Humanos (PDDH), que desde muchos años atrás nos ha ayudado y permitió que lográramos una reforma al artículo 63, inciso 2 (Constitución de la República), y que creemos que no las puede invisibilizar un Estado o un gobierno”, manifestó Pérez.
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