Gloria Silvia Orellana
@GloriaCoLatino
La inclusión de la sociedad civil organizada, la academia, municipalidades y la empresa privada en las reuniones de trabajo en la Pre COP 25, por primera vez marcó la diferencia en el abordaje de temas como la descarbonización de las economías, las prácticas de resiliencia y la adaptación a los impactos del cambio climático en la región latinoamericana.
Y entre estos grupos quienes más se visibilizaron fueron las mujeres y la juventud, compartiendo la situación que viven en su cotidianidad, sus propuestas y los desafíos que enfrentan en la crisis climática; muchos dentro de contextos de conflictividad social y política, violencia delincuencial y la criminalización del movimiento social defensor de derechos ambientales y humanos.
Magdalena Cortez secretaria ejecutiva de la Concertación Regional para la Gestión de Riesgo (CRGR) compartió sobre la experiencia acumulada desde el Foro Centroamérica Vulnerable ¡Unidos por la Vida!, en cuanto a gestión de riesgos y resiliencia, que unifica el accionar de organizaciones de Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador y recientemente Costa Rica.
Sobre la situación de vulnerabilidad, Magdalena Cortez explicó que el modelo de desarrollo de la región ha sido un proceso histórico de exclusión social, que impacta en especial a las mujeres que viven en la zona rural, las campesinas e indígenas, elevando su condición vulnerable, sin importar que Centroamérica registre los índices más bajos en la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
“Las mujeres sufren mayores condiciones de vulnerabilidad, por el tema de ser las responsables de cuidar a su grupo familiar, de llevar alimentos a la casa, cuidar de los enfermos y de los adultos mayores; entonces toda esa responsabilidad aumenta. Si a esto sumamos esta situación de crisis, todo este impacto será para las mujeres, y comparto que el 70 % de la población pobre son mujeres”, manifestó.
A este contexto se suma la crisis por el agua en Centroamérica, provocada por proyectos extractivistas como la minería metálica, los monocultivos de caña de azúcar, palma aceitera, piña y banano; así como las hidroeléctricas que contribuyen a elevar la escasez del recurso hídrico y da pie al conflicto social, por los desplazamientos forzados de las comunidades ante la contaminación de sus modos de vida y bienes naturales colectivos.
“Es importante, también, decirles que frente a todos esos obstáculos y marginaciones, las mujeres han generado importantes iniciativas agroecológicas que tienen significativos aportes, y es importante visibilizarlos, retomarlos. Hay experiencias muy buenas de cómo producir alimentos y aprovechar de mejor forma la visión ancestral que busca la armonía con la Madre Tierra; eso es importante porque la situación que tenemos es por la exacerbación de los recursos naturales, explotados de manera indiscriminada”, sostuvo.
La reciente Pre COP 25 dio un paso importante en permitir la participación de la sociedad civil; iniciativa del gobierno de Costa Rica que propuso un foro más abierto en busca de acercamientos y debates renovadores con propuestas agroecológicas o acciones de resiliencia, que pueden debatirse junto a los temas de agenda ya fijados en las negociaciones de la COP 25, a celebrarse en Santiago de Chile, entre el 2 al 13 de diciembre próximo. Para Pascal Oliver Girot, académico investigador de adaptación al cambio climático y gestión local del riesgo y director de la Escuela de Geografía de la Universidad de Costa Rica: “el problema no esta en el cielo, sino en la tierra”, por lo que invitó a un “diálogo colectivo” con voz para las comunidades, la academia y los gobiernos, en busca de respuestas a la vulnerabilidad y la amenaza climática.
“Tenemos un trayecto grande que recorrer, como parte del Equipo negociador de Costa Rica en el diálogo político de pérdidas y daños tuvimos resultados significativos. Cuando discutimos el artículo 8 del Acuerdo de París, antes la posición de diferentes grupos y países era mucho más polarizada, y ahora me gratifica cerciorarme que han madurado esas posturas, que son mucho más cercanas y se han dado cuenta que el Pacto de Varsovia no es una amenaza, que no es un problema, sino una oportunidad para buscar soluciones, porque en este momento no se han logrado resolver. De no lograr acelerar la acción en materia de mitigación, o logramos más financiamiento para la adaptación, vamos a enfrentar más pérdidas y daños a futuro”, recalcó Girot.
“Yo no creo que debamos educar en cambio climático con una visión fatalista”, alegó Sara Cognuck González, ambientalista nacida en Esparza, Puntarenas, costa del Pacífico Central de Costa Rica. Desde sus 16 años se ha dedicado al medio ambiente, y a sus 24 años es gestora de recursos naturales de zonas costeras.
Su tema favorito es el medio ambiente, del que pasa rápidamente a los derechos humanos, y en especial de quienes residen en la zonas costeras que abiertamente reciben los efectos del cambio climático, que han provocado desplazados climáticos.
“Uno de los retos que tenemos es cómo descarbonizar la economía, es un paso importante y las personas jóvenes queremos que se dé; si no seguiremos con las mismas prácticas extractivistas que han afectado al planeta entero; y la región de América Latina, principalmente por la cantidad de recursos naturales con la que cuenta. Entonces descarbonizar la economía significa irnos adaptando, y sobre todo mitigar todas las acciones que han acelerado las consecuencia del cambio climático”, manifestó.
Sobre la irrupción de la juventud y niñez, en la temática de esta crisis climática, recalcó que liberar acciones locales de educación sobre la problemática ambiental de su país y el planeta deben ser elementos esenciales y replicados, pero deben contar también con el respaldo gubernamental, con políticas públicas enfocadas en estos conceptos de preservación del medios ambiente, la resiliencia y la adaptación.