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Multas sí, cárcel no

A veces cuesta creer que lo que domina en nuestra joven clase política es la estupidez, en vez de la innovación, la creatividad, la racionalidad y el entusiasmo propio de la juventud. Lo anterior lo expresamos a la luz de la realidad, de los hechos.

La más reciente estupidez de la joven y oficialista clase política salvadoreña fue la aprobación, primero, de modificaciones en el Código Penal para determinar cárcel a quienes voten hasta menos de “DOS LIBRAS DE BASURA” en lugares inapropiados. Una semana después, modificaron algunos artículos de la ley de Medio Ambiente, para establecer multas de $20 dólares a quienes voten hasta “DOS LIBRAS DE BASURA” en lugares no autorizados.

Hace varios meses modificaron la ley de protección de animales para darle cárcel “a todo aquel que maltrate o mate animales domésticos”. Hace unos días, un prominente médico salió de prisión, luego de estar detenido por 72 dos horas por haber atropellado a un gato.

La libertad del médico ocurrió luego de las denuncias que el gremio médico hizo por las redes sociales, tras demostrar que era un absurdo que un valioso profesional de la medicina estuviera tras las rejas, en vez de estar salvado vidas humanas por la estupidez de los políticos, pues no se trataba de un maltratador de animales, sino una persona como cualquiera que accidentalmente atropelló a un animal.

Estos jóvenes políticos creen que en El Salvador hay que ofrecerle cárcel a todo aquel que cometa no solo delitos, sino faltas de cualquier tipo.

Es triste que en la mente de los jóvenes políticos de la bancada oficial tengan en mente solo la represión, solo la cárcel, lo que demuestra que no utilizan la mente para hacer cosas innovadoras, y que sirvan para un mejor desarrollo económico y social para los y las salvadoreñas.

Es cierto que la sociedad salvadoreña es inculta y sucia, que es común ver a la gente a pie, en autobús o desde un vehículo del año lanzar basura a las calles o carreteras, sean estos envoltorios de golosinas o latas de bebidas carbonatadas y hasta de bebidas embriagantes.

Y es cierto que esa suciedad afea la ciudad, al país, de ahí que a saber de dónde se atreven a decir que es el país más cool del mundo, o que algunas ciudades como Soyapango e Ilopango, verdaderos “crematorios”, se digan que son las suizas de Centroamérica. Pero no solo es lo estético, sino también afecta a la ciudadanía debido a que por los grandes promontorios de basura, se tapan los tragantes y provoca inundaciones.

Hay que aclarar que las inundaciones por la basura que bota la gente son en menor cuantía, pues la verdadera razón de las grandes inundaciones en las principales ciudades del país, llámense cabeceras departamentales o en el Gran San Salvador, no es la basura, sino el descuaje de los bosque de forma indiscriminada, aunada al colapso de la infraestructura de las aguas lluvias o servidas.

Entonces, los jóvenes diputados del oficialismo, antes de pensar en meter a la cárcel a cualquier ciudadano, según ellos para educarlos, lo que deberían es, en efecto, sancionar económicamente a quien bote basura, pero antes lanzar una campaña permanente de concienciación. Una campaña que contribuya a educar a los y las salvadoreñas en la necesidad de colocar la basura en los depósitos, pues eso ayuda a la limpieza de la ciudad, pero también a la salud. Una campaña que haga que cada salvadoreño “lleve a su casa esas dos libras de basura” en vez de tirarla o colocarla en los depósitos municipales.

Exigir a las municipalidades que establezcan depósitos de basura y garantizar que nadie las destruya. Para que las alcaldías coloquen depósitos adecuados, pasa por darles financiamiento, por lo que los jóvenes diputados del oficialismo deben concienciar a su líder, para que devuelva el FODES a las municipalidades.

En fin, jóvenes diputados del oficialismo, si quieren hacer patria, háganlo pensando en desarrollar el país, pero no con cárcel, sino con ideas innovadoras, enfocadas, en primer lugar, en la educación. Tal como lo hicieron los gobiernos anteriores cuando “impusieron” el uso obligatorio del cinturón.

Si sus padres no lo hicieron, déjeme que les contemos cómo se logró esa hazaña. Primero, la policía, a través de retenes, le llamaba la atención al conductor y al acompañante de la necesidad de usar el cinturón para evitar que sufrieran algún percance vial. De paso, le informaban que de lo contrario, en el futuro, serían multados.

O sea, señores diputados del oficialismo, si no tienen la capacidad de innovar, repliquen lo bueno que hacían los mismos de siempre, así de sencillo.

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