Álvaro Darío Lara
-En el 123 aniversario del natalicio del Gran Sagatara
Probablemente olvidado, no considerado por la crítica académica, “Mundo Nomasito (una isla en el cielo)” ha pasado desapercibido, excluido muchas veces del corpus de nuestro gran narrador y artista. Sin embargo, se trata de un texto sugestivo, revelador de la unicidad que guarda la obra de Salarrué, ya que, como lo hemos afirmado en otras ocasiones, no existe un Salarrué vernáculo, costumbrista: el de “Cuentos de Barro”, “Trasmallo” y “Cuentos de cipotes”; y otro Salarrué, esotérico, fantástico de: “O´Yarkandal”, “Eso y más”, “La espada y otras narraciones” y “La sombra y otros motivos literarios”, por mencionar algunas de sus obras clasificadas inadecuadamente por una supuesta oposición.
La propensión del escritor a la más sorprendente de las imaginaciones se despliega tanto en un ambiente narrativo criollo como en un escenario mundial. Es una historia única si se quiere, que tiene que ver con las bondades y miserias humanas, así como con los entornos naturales y la cuota de fabulación, de misterio, de mitología, que envuelve a lo que torpemente damos en llamar la realidad. En literatura, más allá de las trampas temáticas, la realidad termina siendo la realidad del lenguaje, y eso es lo que define, fundamentalmente la obra de Salarrué, la magia del lenguaje.
La poesía, concebida, ante todo, como trastorno del lenguaje convencional, como instrumento eficaz de la imagen, como metáfora insoslayable para designar lo que no puede ser nombrado de otra manera, subyace y se hace patente en la producción literaria de Salarrué, aunque estemos frente a una pieza estilísticamente considera como un cuento, una novela, o en este caso, un poema.
“Mundo Nomasito (una isla en el cielo)” es la última de las obras publicadas en vida de nuestro autor, sale de las máquinas de imprenta en abril de 1975, apenas unos meses antes de la transición del escritor ocurrida en noviembre de ese mismo año.
El libro aparecido bajo el sello de la Editorial Universitaria, inaugura la colección Tesitescatl, y consta de una introducción hecha por el narrador, titulada “Palabras del Náufrago” seguido de sesenta poemas.
Salarrué no abandona nunca ni el humor tan característico de su obra, ni la fascinación por el entorno humano-natural, como una especie de subconjunto, perteneciente a ese conjunto mayor, que es el mar-cielo. La tierra-mar reflejada en el mar-cielo. El agua primordial, como el elemento sagrado originador del Todo. En su obra pareciera que las palabras atribuidas al legendario Hermes Trimegisto adquieren total verdad: “Como es arriba es abajo”.
“Mundo Nomasito (una isla en el cielo)” expresa una poesía de la sencillez, de silvestre jardín. Su fuerza poética no viene dada por una intrincada construcción formal; al contrario, es frecuente encontrar en este libro, versos accidentados y de forzadas y fáciles rimas. Pero quien se quede con este aspecto exterior, se pierde la magia de lo evocativo, de lo innombrable que evidencia Salarrué en sus páginas.
Con un universo reducido a unas decenas de palabras y de títulos que se corresponden poéticamente a su visión de Cuscatlán, ya manifiesta en sus cuentos, “Mundo Nomasito (una isla en el cielo)” nos acerca a una dimensión plástica, cromática, telúrica de los hombres, mujeres, niños, plantas, animales, ríos, nubes y cielos de esta pequeña comarca de América Central.
Son poemas de la especial ternura salarrueriana. No me resisto a la cita, en estos versos dedicados al perro, al chucho cuscatleco: “Chuchito bueno, /chuchito triste, /afligido, / chuchito mío sin dueño:/ esta es la montaña, / no temas, / la isla en el mar del cielo, / no temas, /la tierra buena del ganado/ y la arada, / no temas, / la tierra de arboledas y de trinos, / de místicas cigarras/ encendidas en llama sonora, / votiva, / ante el altar del infinito…”. (Poema El Chucho).
Es siempre la mirada de Salarrué puesta en los universos marginales, sufrientes, periféricos al poder y al boato del mundo, por ello poetiza, dignifica, exhibe el significativo valor negado a los sobrenaturales objetos y seres menospreciados: “La loca”, “El ciego”, “Los zopes”, “El zapato”, “El naco”, “Las bruscas”, “La enferma”, entre otros.
Como bien dice el autor, el libro: “Lo abre un gallo/ a la hora del Alba”. El gallo canta desde los acostumbrados escenarios que preceden siempre los hechos narrativos y poéticos de Salarrué: “En la lejanía/la plata del agua. / El día/entra lento como un barco transparente/ a un puerto frío” (Poema “El gallo”). Y se cierra con “El alfarero”, acaso el mismo artífice, el gran hacedor que nosotros reconocemos en Salarrué.
Afirma el alfarero: “´Estos mis porroncitos/ tienen sed de compasión; / nacieron para dar/de beber al sediento/generosamente; / han de estar/en este momento, /deseando ir a la fuente/para cumplir su misión´. /Dice el alfarero anciano/en su sabrosa filosofía…/Contempla la obra de su mano/con verdadero recogimiento/y alegría/ singular. / En un momento parecía/ como si iba a brotar/una lágrima de sus ojos/ apuñuscados, / tal era su emoción…/Sacó un pañuelo de contornos rojos/y con disimulada precaución/limpió sus anteojos/empañados”.
Ese Mundo Nomasito está ahí nomasito, próximo muy próximo, en todos los motivos, temas y lenguajes que han conformado por siglos nuestra otrora identidad agraria, con su gran carga de belleza y de sufrimiento, con sus montañas y sus tormentas.
Nomasito está el ojo de agua, la cruz, el rancho, el pozo, la vaca, la tranquera, el puente, los mangos, la escuela, la milpa, y la montaña, el gran símbolo de la ascensión, el misterioso paraje natural y humano. Y es ahí donde se es feliz, yendo como los niños detrás de la nube ilusión, en el cielo mar de todo lo innombrable. Ese es el auténtico e imperecedero paraíso, nuestro Mundo Nomasito, una isla en el cielo.