Iosu Perales
Las elecciones locales del próximo año abren la oportunidad a pueblos y ciudades del país de convertirse en Municipios del Buen Vivir, cialis mediante una declaración solemne elaborada de manera participativa por la ciudadanía y el concejo municipal. El centro de interés de dicha declaración descansa en el proceso participativo que decide un “índice del Buen Vivir municipal” o lo que es lo mismo un índice de calidad de vida que se puede determinar en torno a quince o veinte factores que pueden medirse, ed por ejemplo una vez al año mediante encuestas realizadas en todos los hogares. Lo interesante es que en el Buen Vivir, sildenafil la calidad de vida no es algo que se reduce a mejoras materiales, sino que el desarrollo económico es un factor que camina junto al desarrollo cultural y de valores, la relación óptima con la naturaleza, la cohesión social en la diversidad, la equidad de género, el sentirse bien y la paz en la comunidad, y vivir un ciclo de vida digno en el marco del respeto de todas las instituciones a los Derechos Humanos.
Vivir bien, en familia, en comunidad, en el barrio, en el cantón, en la urbanización, vivir con seguridad, vivir felices y en armonía se traduce en la transformación gradual de nuestros municipios, de nuestros espacios de vida, de convivencia y de nuestra conciencia a través del rescate y la construcción de nuevos valores para la vida en sociedad.
Los índices del Buen Vivir pueden ser diferentes de un municipio a otro. No es igual la vida rural que la urbana, las prioridades de los pueblos indígenas que las de otros sectores de la población. ¿Quién mejor que la propia población puede desarrollar los principios y objetivos de un orden social, económico, cultural y político, más humano, más democrático, más ecológico, más solidario? Algunos autores y universidades destacan los siguientes indicadores, a modo orientativo:
El grupo de indicadores más innovador mide: 1. El bienestar sicológico, que permite estimar los niveles de estrés, las emociones, la generosidad, la tranquilidad, la frustración, y otros; 2. El uso del tiempo, que cuantifica cómo distribuimos nuestro tiempo; 3. La vitalidad comunitaria, que valora la confianza y apoyo social entre los miembros de una comunidad, así como la seguridad, entre otros; 4. La cultura, que evalúa el conocimiento de la cultura propia, tradiciones, fiestas comunitarias, labores artesanales, el respeto y conocimiento de otras culturas.
En el grupo de indicadores tradicionales, se pueden señalar: 1. La salud, que mide la atención médica y los servicios sanitarios, así como los conocimientos de la población en salud, la esperanza de vida; 2. La educación, escolaridad, aprovechamiento, nivel de educación, educación comunitaria, entre otros; 3. Ambientalismo, el conocimiento ambiental de la población, los árboles sembrados por personas, el acceso a servicios ambientales, el cuido ecológico, entre otros; 4. El nivel de vida, que mide el consumo de los hogares, la pobreza, el empleo, el número de miembros de la familia, la responsabilidad, la armonía familiar, entre otros; 5. Las relaciones de género en equidad; 6. La gobernanza municipal, la calidad de los servicios públicos, la relación con la administración y el funcionariado, la confianza hacia la institución y sus actores, entre otros.
El Municipio del Buen Vivir es, sobre todo, una construcción social. Una matriz (en la línea de los indicadores ya señalados) del Municipio del Buen Vivir debe abordar, tal y como se ha indicado, los ámbitos de la dignidad humana, la esperanza de vida, la solidaridad, la justicia, la sostenibilidad ecológica, el desarrollo integral y la participación democrática y la transparencia. En torno a ellas se precisa el índice del Buen Vivir o calidad de vida, involucrando a la ciudadanía, a la administración local y al Concejo Municipal. Esta matriz puede y debe ser trabajada desde mucho antes de las elecciones, de modo que las candidaturas que aspiran a declarar Municipios del Buen Vivir puedan ser votadas por su proyecto.
En los Municipios del Buen Vivir el concepto de poder local representa un espacio que sobrepasa el espacio del Concejo y de la Alcaldía. El poder local es el resultante de la complementariedad de ambos espacios. Desde esta alianza es como se puede impulsar en el municipio o grupos de municipios una economía del bien común basada en la confianza, la cooperación, la democracia y la solidaridad. Desde esta alianza debe trabajarse el índice del Buen Vivir que cada municipio decida una vez que la matriz ha sido completada mediante proceso participativo.
Desde luego Varios municipios pueden reunirse en su área geográfica para formar territorios del Buen Vivir.
Es importante el carácter inclusivo de la participación. Ni por razones de ideas políticas, ni de otro tipo de creencias o condición social, cabe discriminar a nadie. El Buen Vivir es para todas y todos, y en su dimensión inclusiva se revela su vocación de construir una sociedad que aspira a la felicidad. Muy importante es asimismo la institucionalización de la cualidad de Municipio del Buen Vivir, mediante resolución elevada a rango legal bajo la figura que corresponda. Se trata de dar pasos que no puedan ser revertidos, al menos fácilmente, por ulteriores Concejos Municipales y por razones partidarias.
Los Municipios del Buen Vivir necesitan de competencias y recursos. Esto hace referencia a la importancia estratégica de la descentralización del Estado, de manera que las poblaciones y sus Concejos Municipales tengan capacidades para diseñar y llevar a cabo procesos que abarquen todas las dimensiones del Buen Vivir. Situamos la descentralización como la capacidad, además, de generar recursos propios, no como la mera gestión de las políticas y recursos centrales en un plano de una mera desconcentración administrativa. Hay que partir de la idea de que los municipios son la sangre que circula por todo el organismo del Estado, es decir son la institución cuyo hábitat es la población misma y junto con ella puede planificar, reordenar el territorio, fortalecer a los actores sociales, definir prioridades desde abajo, acertar mejor en el servicio al pueblo, y fomentar la participación ciudadana de un modo directo.
Los Municipios del Buen Vivir tienen como desafío hacer regularmente un balance del bien común. En el área económica ello significa fomentar que las empresas practiquen la cooperación y responsabilidad social. Reconocer públicamente a las empresas de empresarios éticos por ejemplo es una buena idea. Se trata de inculcar el principio de que el nuevo fin empresarial es la aportación al bien común. También los Municipios del Buen Vivir pueden promocionar el comercio justo en los mercados locales. La puesta en marcha de una convención de desarrollo municipal es un buen reto como fórmula para diseñar planes plurianuales desde la participación ciudadana. En fin, en el área social, en el cultural, se pueden fijar asimismo otros desafíos municipales. De lo que se trata, por consiguiente, es de ir abriendo paso a una nueva configuración del Estado, en la que los municipios y particularmente los Municipios del Buen Vivir se proyecten como un pilar central y estratégico de la transformación general del país por la vía democrática.