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Uno de los personajes que más cautivó al escritor, maestro y pensador salvadoreño don Alberto Masferrer (1868-1932) fue Jesús de Nazaret. A él quiso dedicarle un volumen completo, del cual sólo alcanzó a escribir y publicar algunos apartados. Este texto se intituló: “Estudios y figuraciones sobre la vida de Jesús”, yendo desde la “Anunciación y Nacimiento”, hasta el “Bautizo”.
Al respecto, la nota editorial de “Estudios y Figuraciones sobre la vida de Jesús”, (Dirección de Publicaciones, San Salvador, El Salvador, 1972) nos dice en un fragmento: “El escritor salvadoreño Alberto Masferrer tuvo siempre el proyecto de escribir una extensa vida de Cristo, a la cual habría de consagrar sus mejores esfuerzos; sin embargo su propósito no logró realizarlo plenamente, viendo escrito tan sólo algunos capítulos que aparecieron el año de 1927, bajo el título de Estudios y Figuraciones sobre la Vida de Jesús (…). Masferrer en estas páginas, abandona el tono didáctico que caracteriza a otras obras suyas y eleva su estilo a una altura lírica acorde con el tema tratado”.
Al referirse Masferrer al Maestro de Galilea, involuntariamente, habla de sí mismo, en el sentido de la propensión irrenunciable hacia la Luz Mayor.
Veamos un apartado, donde sitúa al Nazareno con Juan Bautista: “Jesús expuso y detalló la doctrina de la renunciación, aprendida en sus viajes, hablando con discípulos de Buda, el Rabí de la India; habló de Platón, que había enseñado la doctrina del Verbo, y de la posible manifestación del Cristo que vive latente en cada hombre. Los dos advirtieron una noche, tras de silenciosa y dilatada meditación, que esta doctrina del Cristo realizado, era la misma que Daniel, siglos antes, simbolizó con las palabras de EL HIJO DEL HOMBRE, y en la cual se encontraba no sólo la promesa de futuros Mesías espirituales, sino también la de una Humanidad santificada, en la cual habría de realizarse la misión de Isaías: cuando los hombres harían de sus espadas rejas de arado, y de las lanzas, hoces para segar las mieses…”
Cuando Masferrer cita el pasaje de los Magos, lo hace con un ineludible tono espiritual, teosófico y poético: “Una estrella le sirvió de guía a los magos; como era natural, tratando de conducirles a la presencia del que venía para ser más alto que los reyes. Nos enseña la estrella, que en el universo todo se halla enlazado y en perenne relación; que los altos sucesos espirituales no se cumplen sin afectar a los más altos seres, y que aun los astros han de colaborar para el advenimiento de un dios…”.
En definitiva, es época de navidad, época de transición en el mundo, el solsticio de invierno se instala, para luego ceder a la intensa luz estacional que llegará. Así, tendrá que llegar para todos los habitantes de este planeta, una mañana diferente. Trabajar por ello, sin desmayo, no perdiendo la firme promesa de mejores días, deberá ser nuestro gran consuelo.
En relación a Salarrué (1899-1975), cuando nuestra máxima poetisa Claudia Lars (1899-1974) en su calidad de Directora de la Revista Cultura, solicita al Gran Sagatara una colaboración literaria sobre el tema de la navidad, éste responde con su natural tono, pleno de profundo misticismo esotérico, enviándole una hermosa y significativa carta, donde, desde sus creencias espirituales, desentraña las claves herméticas que la navidad le suscita en su corazón de artista y de hombre de arcanos misterios.
La carta fue publicada en la Revista Cultura en su edición N° 30, correspondiente a octubre-diciembre de 1963 y reproducida, recientemente, en diciembre de 2021, por la revista electrónica “La Zebra”.
No podemos resistir la tentación de compartirla de forma completa: “Admirable y amada Claudia: Pastora de bien cuidadas páginas, tu petición —que al principio me pareció tan fácil y sencilla— hoy me resulta muy difícil de satisfacer.
Tu revista amerita verdaderas obras de arte. No puedo —ni sé por qué— escribir algo como lo que tú esperas sobre la Navidad. Mi cuento de Navidad fue escrito hace algún tiempo. Puede encontrarse en mi libro “Eso y más”. Bien sabes que se titula “El niño diablo” y que gustó tanto a nuestro amado Jinarajadasa, que lo tradujo al inglés y lo publicó en la India.
No obstante, me puse —con la persistencia de una araña— a tender hilos de esperanza de un rincón a otro, en una claraboya de la mente, tratando de construir una irisada tela en forma de sol o de estrella. No pude coger más que descoloridas mariposillas y alguna chispeante gota de rocío o de lluvia, que miente un diamante. Ideas incongruentes, extrañas, vinieron aleteando, sin que con algunas de ellas o con todas juntas, lograra escribir algo verdaderamente inteligente.
He pensado mucho sobre la poca importancia que se ha concedido a la fiesta de Navidad, como significado de una verdad cosmogónica. He visto con claridad que la Virgen, de pura que es —como la estrella de Darío— también está desnuda. Me he dado cuenta de que brilla así… y se parece a Venus… ¿Si serán las dos, una y la misma?… Entonces viene a mi memoria aquella invocación de las letanías: ¡Stella matutina!… Y la veo como a la Noche, cubierta con un manto azul, estrellado, pero transparente, que la deja siempre desnuda. He contemplado al arcángel Gabriel como simbolizando el Alba, con la estrella de la mañana en la diestra de dedos temblorosos, anunciándole a la Noche el nacimiento del Sol… ¿No pareen los Reyes Magos los otros tres rumbos del Espacio, trayendo su oro, su mirra y su incienso?… ¿O serán ellos, viéndolo de otro modo, las tres razas raíces de la humanidad: la lémur, la atlántida y la aria —Melchor, Gaspar y Baltasar—?… ¿No es la virgen, además, la Rosa Mística? ¡Una rosa de galaxias en el infinito Espacio-Tiempo!…
Nuestra particular filosofía, amiga Claudia, nos habla de la Materia-Virgen; de la materia informe que gesta lentamente La Forma, es decir, El Hijo. Toda forma es el segundo aspecto de la Divinidad y, por lo tanto, es el Verbo, la palabra, la vibración o sonido creador… ¡Qué confuso es todo esto!, ¿verdad?… ¡Pero qué sugerente!…
No sé si recordarás unos versos de tu admirado Francis Thompson, que dicen: “All things by inmortal power/near or far,/hiddenly/to each other linked are,/ that thou canst not stir a flower/without troubling a star”.
Versos que llegué a traducir bastante bien —dicho sin modestia— como tú verás, respetando hasta la rima: “Toda cosa hecha en el mundo/por arte de la divina mano, /encierra un sentido profundo. /De una cadena misteriosa/es eslabón la cosa aquella…/No es posible cortar la rosa/sin el tormento de la estrella”.
Luego veo el Sol —unidad de toda forma en nuestro sistema planetario— llegar a la cruz del véspero, donde es clavado y se desangra. El sepulcro es el Nadir, y después viene la resurrección y el medio día…
No es tan extraño pensar que el pesebre —o el establo, si se prefiere— es el mundo donde se refugian y pastan todas las bestias, de los hombres para abajo… Sobre ese pesebre nació el Astro-Rey.
¿Y el Espíritu Santo?… ¿No concibió María por obra y gracia del Espíritu Santo?… Por obra y gracia de ella misma —digo yo reflexionando— puesto que el Espíritu Santo, siendo el tercer aspecto o la tercera persona de la Divinidad es, por fuerza, el Dios-Madre. ¡Dios Padre, Dios Hijo y Dios Madre!… Dios-Madre: lo que sabemos llamar nosotros —tú y yo— El Fuego Creador, el fuego por fricción, así como el Hijo es el fuego solar y el Padre el fuego eléctrico…
El Espíritu Santo —Dios Madre— es Arriba, lo que la Virgen María es Abajo. Por lo tanto, hay entre ellos sincronía inevitable.
Sabemos —tú y yo— que el Espíritu Santo se halla en el hombre en la base de la columna vertebral —el Kundalini de los orientales— y en medida que despierta y se eleva hasta el cráneo, el hombre se hace más inteligente, más humano, más espiritual, hasta llegar a la iluminación, a la santidad. Este fuego serpentino es, en cierto modo, la vitalidad, la Vida y el Espíritu Santo.
Pensando así, regreso a las letanías cristianas y oigo llamar a la Virgen: Turris Eburnea —Torre de Marfil— una bella forma de obligarnos a pensar en la columna vertebral…
No, amiga mía, renuncio al esfuerzo de escribir algo claro y conciso sobre el Misterio de la Navidad. Lo mejor que puedo hacer es ofrecerte estas reflexiones desmadejadas.
Tienes que saber comprender y dispensar. Otra vez, si la vida o la muerte lo permiten, diré lo que pides, lo que quieres escuchar y comprender. Te besa la frente, Salarrué”.
Dos grandes autores salvadoreños nos han referido, desde sus particularidades, su visión alusiva a la navidad. Que ese portentoso espíritu se manifieste en los corazones de todos nuestros lectores ¡Una feliz navidad para todos!
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