Idalia Zepeda
Hace unas semanas el FMLN anunció la candidatura de Nayib Bukele, medicine un joven emprendedor de 33 años, para competir por la silla edilicia en San Salvador. La noticia generó alegría y emoción entre la población joven de la capital y de todo el país, frente a la posibilidad real de que el actual Alcalde de Nuevo Cuscatlán, destacado por sus logros en ese municipio, pueda ganar las elecciones.
Este hecho también trajo descontento entre los sectores conservadores y de derecha, que se sienten traicionados por este joven empresario exitoso, que por “naturaleza social” -según ellos- debería de estar defendiendo los intereses de su clase y no dentro del FMLN, partido que representa un proyecto político a favor de las mayorías populares.
La juventud debe analizar el porqué un hombre con facilidades económicas, que no necesitaba salir de sus comodidades, decide involucrarse en política y trabajar duramente desde varios espacios, por la ejecución de programas y proyectos que benefician a la población más necesitada. Debemos reconocer el ejemplo que da Nayib, cuando se inclina a favor del desarrollo integral del país y de la justicia social, escogiendo al FMLN como instrumento político. Su decisión marca la diferencia de cualquier visión reduccionista o economicista en la orientación de las clases sociales y demuestra los valores, principios e intensiones del candidato, quien posee un discurso conciliador, incluyente y unificador, en defensa de la transparencia y la anticorrupción. Esto sin duda, es esperanzador.
Los sectores reaccionarios –utilizando el término en referencia a la ideología que aspira instaurar un estado de cosas anterior al presente- se sienten amenazados y temerosos porque gran parte de la juventud se ha visto representada en Nayib, y motivados por su candidatura se han volcado a defender sus ideas. Un movimiento juvenil enérgico, creativo, con ideas nuevas, que se empodere de su rol como motor de las trasformaciones sociales, y esté consciente que no es el futuro sino el presente, puede ser muy peligroso para los defensores del status quo. Lo nuevo que critica lo establecido para revolucionar la cultura, proponiendo una forma diferente de hacer política, es sin duda una muestra de ruptura y eso amenaza a la derecha conservadora, sea empresarial, mediática o partidaria.
Una de las reacciones que más llamó la atención fue la del actual Alcalde de San Salvador; quien afirmó que Nayib Bukele era mal candidato porque “estaba muy jovencito”. Esta premisa demostró que el edil arenero piensa que la capacidad de una persona está ligada directamente a su edad y peor aún, que las y los jóvenes, por el simple hecho que serlo, no tenemos talento para ser buenos candidatos ni funcionarios eficientes. Con estas declaraciones, enviaba un erróneo mensaje a la juventud, que pudiera interpretarse como una negativa a la participación juvenil en la política nacional, fortaleciendo esa idea del adultocentrismo que las y los jóvenes son simples activistas que se “utilizan” durante la campaña de los partidos.
Por su parte, Nayib responde en defensa de las capacidades de la juventud, exponiendo ejemplos concretos, entre ellos, los resultados de su exitosa gestión en la comuna de Nuevo Cuscatlán; dejando en el debate público la necesidad de un relevo generacional de los liderazgos políticos nacionales. Nos recordó que han sido precisamente los jóvenes, los dinamizadores y movilizadores de la sociedad, haciendo un llamado a asumir los retos del presente con los riesgos que esto traiga.
Pero la juventud no puede conformarse con esto, debemos aprovechar el impulso que la candidatura de Nayib ha dado y apostarle a la organización social y política, debemos subirnos en esa ola que está defendiendo las capacidades de las y los jóvenes y convertirla en una marea fuerte y permanente, porque somos los verdaderos protagonistas de los cambios.
La juventud debe de exigir una participación activa y real en los espacios de toma de decisión nacional; más representación en cargos de elección popular; proponer y ejecutar conjuntamente políticas públicas; defender y acompañar programas integrales de desarrollo social, económico y cultural; ser contralores de proyectos de participación ciudadana, salud, educación, empleo, seguridad, arte, deporte, diversidad sexual, medio ambiente, entre otras acciones que abonen a la construcción del buen vivir juvenil y desmitifiquen nuestro papel en la sociedad.
Aprovechemos la energía que genera las ideas y los mensajes de Nayib, sumándonos a los cientos de jóvenes que creen que un país mejor es posible. Tomémonos el papel que la historia de El Salvador nos demanda, asumiendo el compromiso con responsabilidad; porque nosotros, las juventudes, somos la verdadera esperanza.