Herberth Vaquerano,
Escritor
Les extrañará, queridos lectores, el título del presente cuento, ya que por desgracia, no conozcan mucho de su lengua vernácula: el náhuat. Por ello, me permitiré explicarles escuetamente el significado del mismo: En náhuat existe una propiedad morfológica llamada polisíntesis, que consiste en formar grandes palabras, entonces AMASHUCHIT proviene de dos palabras: AMAT, el árbol del amate, del cual nuestros antepasados obtenían el papel, significando, por ello mismo, también papel y SHUCHIT, flor; como es corriente en náhuat, al efectuarse la polisíntesis, la primera palabra pierde la t final, pudiéndose perder aun más fonemas en el caso de palabras que se forman por la adición de más de dos, es decir que se conserva la raíz de las mismas. Pero teniendo la certeza de que la gramática es una disciplina poco apreciada por los kuskatekas (2), mejor paso a referirles el cuento, el cual, más bien es una leyenda que ustedes tal vez ya hayan escuchado: Edmundo Verdugo, campesino humilde y honrado, como la mayoría son, cavilaba cabizbajo la manera de hacer “pisto”, puesto que estaba aburrido de ser compañero inseparable del hambre y de la necesidad devoradora que últimamente ha crecido en forma desmedida en este Kuskatan -valga la paradoja, en náhuat significa “tierra de preseas, joyas o collares”.
Súbito le llegó a Mundo Verdugo el chispazo del recuerdo de la leyenda del carbunclo, la cual consiste en que a las doce de la noche -hora de todas las posibilidades-, la flor del amate se transforma y cae al suelo convertida en una bola de fuego cuyo color se asemeja a la piedra del carbunclo y por ímpetu propio comienza a rodar y rodar produciendo el estupor en el “afortunado” que puede presenciar el hecho sobrenatural; pero la esencia de la leyenda es que el que ha visto al bólido ígneo rodando, debe armarse de valentía y atrapar con un manto la bola de fuego y después, con rapidez suma, colocar la “presea” dentro de una botija, y de ahí en adelante no faltará el dinero en ese recipiente.
Y como la mentalidad mágica aun persiste en nuestros campesinos, Mundo Verdugo se armó de valentía, afiló bien su machete, compró sus “chencas”, preparó la bolsa de azúcar refinada “Suprema” de manta y un cántaro, y se dirigió ya adentrada la noche a Amatitan(3). Al llegar se sentó en frente del amate más frondoso que halló a su paso, encendió la primera chenca y pacientemente esperó la hora cero. Imaginemos que el tiempo sicológico no dilató mucho para Mundo y que llegó la hora crucial. Efectivamente a las doce en punto se desprendió una amashuchit, pero para desilusión de Mundo no surgió el carbunclo y así, sucesivamente en forma paulatina, cayó otra amashuchit y otra y otra…Pero como la esperanza es la fortaleza de los pobres, Mundo continuó imperturbable, esperando. Cuál no sería su sorpresa cuando vio que apuntaban los primeros rayos de tata tunal (tata sol) y el carbunclo brilló por su ausencia.
Lentamente, de nuevo cabizbajo y meditabundo, Mundo recogió sus pocos “tiliches” y emprendió la retirada lleno de papalotas (mariposas) en la mente.
De este relato se infiere, queridos lectores, que las riquezas materiales no son la felicidad y el que es muy rico no es porque haya atrapado la amashuchit, sino que de alguna manera ha explotado a sus semejantes, porque como dice una parábola jesuítica del Mestre Jhesú y no de la Compañía de Jesús): No se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero.
(1) Ne amashuchit. Ne, artículo determinado (el.le.los,las) Amashuchit, Flor del amate.
(2) Kuskateka. Gentilicio de Kuskatan
(3) Amatitan, en forma azrequizada Amatitlan. El fonema titan se puede traducir como entre o como abundancia. Entre amates o lugar de muchos amates.
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