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Necesidad de una política integral

José M. Tojeira

La semana pasada terminó en Chile una reunión de expertos convocados por el Fondo Monetario Internacional. Se trataba de analizar si el frenazo a la dinámica económica de los grandes países emergentes dificultaría la situación latinoamericana, viagra todavía aquejada por la desigualdad y la injusticia social. El periodista Alejandro Rebossio en un artículo en “El País” sintetizaba así las conclusiones comunes de los participantes en el debate: “Expertos de ONG, pills gobiernos, buy cialis universidades y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aportaron sus recomendaciones para seguir reduciendo la pobreza y la desigualdad, con medidas como la mejora de la calidad educativa, el aumento de productividad, la formalización laboral y de las empresas y una recaudación tributaria mayor y más justa”. Sobre este último punto se insistió en la exagerada y dañina para los pobres proporción del IVA con respecto a la recolección total de impuestos, el elevado fraude fiscal y la fuga de capitales hacia paraísos fiscales. Casi a continuación, esta semana, ha comenzado la cumbre Iberoamericana en Veracruz. Rebeca Grynspan, que antes trabajó en la CEPAL y en el PNUD, es ahora la Secretaria General Iberoamericana, y el discurso sigue siendo el mismo: Sin crecimiento acelerado de la calidad educativa y la universalización de la misma, nuestros países se quedarán atrás.

Este pequeño resumen se refiere a América Latina en su conjunto, pero refleja en buena parte la situación salvadoreña. Si del IVA se habla vemos a la gran empresa de nuestro país encantada con este impuesto (jamás se les escucha criticarlo) y frenéticamente opuesta cuando se le habla de subir impuestos a la renta o a sus propias transacciones. Si el expresidente Flores logró con facilidad enviar dinero a un banco en las Bahamas según el famoso ROS gringo, no es difícil pensar en quiénes habrán sido sus maestros. No en vano en su partido se concentraban la gran mayoría de los banqueros salvadoreños, algunos poniendo incluso la bandera del partido en la cima de sus bancos en tiempo de elecciones. Teniendo en cuenta que los grandes bancos, que tras los banqueros criollos dominaron nuestro sistema bancario, ponían asesores a disposición de los millonarios europeos para trasladar dinero negro a los paraísos fiscales, poca duda puede quedarnos de que en países con menor control, como los nuestros, nuestros banqueros criollos y oligarcas ejercían esas funciones a mansalva. Más allá de la percepción de corrupción que se pueda tener en el país, lo cierto es que la corrupción es una realidad y que más todavía que los políticos, han sido los grandes empresarios los que han estado implicados en la misma. Incluso en algunos momentos con careta legal, como cuando privatizaron el sistema bancario en propio beneficio en tiempo del presidente Cristiani.

Pero más allá de la cerrazón mental de nuestra derecha económica y política resulta imprescindible reseñar la necesidad de una política integral de desarrollo. Desde hace tiempo vienen repitiendo los expertos de las Naciones Unidas que la única manera de desarrollar un país es invirtiendo en su gente. Y no es necesario tener vista de águila para percibir que la inversión en nuestra gente es demasiado baja. Una educación pública de calidad y universalizada desde los dos años de edad hasta los 18 es todavía una utopía. No por irrealizable, sino porque no existe un plan adecuadamente desarrollado, con tiempos, inversiones y pasos calculados adecuadamente para lograrlo. La formalización del trabajo continúa siendo un proyecto lejano, a pesar de la necesidad. El desprecio por los trabajadores salvadoreños se sigue manifestando en esos salarios mínimos ridículos, injustos y exageradamente desiguales, que siguen siendo la norma en nuestro país. Y la negativa a una mayor carga tributaria a quienes tienen más es la cantaleta permanente de quienes desde el poder económico se burlan de los pobres.

Necesitamos menos discurso y más política integral. Incluso en la sociedad civil nos dejamos con demasiada frecuencia arrastrar por este dime que te diré sobre qué partido es más corrupto, que políticos más ineficaces,  o qué dirigentes más mentirosos, olvidando que la “idolatría del dinero”, como la llamaba Monseñor Romero, ha sido la fuente principal de la corrupción en el país. Y el “gran dinero” lo manejan unos pocos en El Salvador. Saber cuánto necesitamos invertir en nuestra gente, programar el gasto adecuadamente, saber de dónde lo vamos  obtener, es necesario. Cuando la ANEP vocifera que el presupuesto está desfinanciado, no se le ocurre decirles a sus miembros que lo refuercen. Ni siquiera condicionadamente. Al contrario, si los presupuestos se financian con los impuestos, da la impresión que a este tipo de institución le encantaría desfinanciarlo todavía más. Muchos de nuestros ricos lo son a costa de los bajos salarios de los salvadoreños, no sólo por su inteligencia, habilidad o suerte. Otros, y no pocos, gracias a la corrupción y al aprovechamiento de las facilidades para ganar dinero que les dio el poder político cuando disfrutaron de él. Está bien que ahora nos hablen de responsabilidad social empresarial. Pero eso puede convertirse en una forma de hipocresía, si en el fondo hay un verdadero boicot a la obligación ética de contribuir con un mayor aporte tributario al erario público y a una política nacional integral de desarrollo.

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