Por Simon Sturdee y Jo Biddle
Viena/AFP
Las negociaciones con Irán fueron prolongadas más allá del plazo inicialmente fijado del 30 de junio y entran desde el domingo en Viena en una «fase crítica» para sellar un acuerdo que impida a Teherán dotarse del arma nuclear.
El anuncio de la esperada prolongación de las negociaciones fue confirmado por una fuente iraní, alegando que «queda mucho trabajo por hacer».
Más directo fue el ministro de Exteriores británico, Philip Hammond, que al llegar este domingo a Viena, insistió en que «más vale un ‘no’ a un acuerdo que un acuerdo malo».
«Lo he dicho en varias ocasiones y lo vuelvo a hacer hoy, más vale no a un acuerdo que un acuerdo malo. Hay líneas rojas que no podemos franquear y cada uno de nosotros deberá tomar decisiones muy difíciles», afirmó Hammond.
Su homólogo iraní, Mohamad Javad Zarif, partirá este domingo hacia Teherán para realizar consultas, antes de regresar a la mesa de negociaciones en la capital austríaca.
A su vez la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, advirtió que la hora de las decisiones «políticas» había llegado en esta agotadora negociación iniciada hace 20 meses entre Teherán y las potencias del P5+1 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania).
«Es una cuestión de voluntad política. Si todas las partes demuestran voluntad política, lo conseguiremos», declaró al llegar a Viena.
«Obviamente, estamos en una fase crítica», dijo un diplomático occidental. «En los últimos días se ha incrementado la tensión, pero era previsible que ocurriera».
El objetivo de la negociación es llegar a un acuerdo histórico que limite el programa nuclear iraní e impida que la República islámica se dote del arma nuclear.
Inicialmente ese objetivo debía alcanzarse el martes 30 de junio, fecha límite que se impusieron las partes sobre la base del acuerdo marco alcanzado en Lausana el pasado 2 de abril.
Pero pese a este preacuerdo y a tan largas negociaciones, las posiciones aparecen aún muy alejadas sobre varios puntos cruciales.
El propio secretario de Estado norteamericano, John Kerry, había reconocido a la prensa que aunque sigue «esperanzado», todavía queda «mucho trabajo duro por delante».
Condiciones ‘indispensables’
Se espera que un acuerdo ponga fin al callejón sin salida que impera desde 2002 y que ha amenazado con convertirse en una guerra y ha envenenado las relaciones de la República Islámica con el mundo exterior.
Pero cualquier acuerdo tendrá que someterse al intenso escrutinio de los sectores más ‘duros’ en Irán y en Estados Unidos, así como los rivales regionales del país persa, como Israel y Arabia Saudí.
Según el acuerdo marco de Lausana, Irán reducirá en más de dos tercios el número de centrifugadoras para enriquecer uranio, que pueden fabricar combustible para energía nuclear o la base de bombas nucleares, y reducirá sus reservas de uranio en un 98%.
Irán también aceptó cambiar el proyecto de un reactor en la planta de Arak para que no pueda producir plutonio para armas ni utilizar la planta de Fordo -construida debajo de una montaña para protegerla de cualquier ataque- para enriquecer uranio.
A cambio, busca la retirada inmediata de las sanciones de la UE, Estados Unidos y Naciones Unidas que han lastrado su economía y limitado el acceso a los mercados petroleros mundiales.
Pero el martes, el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, trazó las «líneas rojas» para un acuerdo final que parecían ir en contra de lo acordado en Lausana, y, entre otras condiciones, expresó su rechazo a las inspecciones de los sitios militares iraníes.