Por Sara Barderas/Andrea Sosa Cabrios
Washington/Ciudad de México/dpa
Casi 24 años después de su entrada en vigor, Estados Unidos, México y Canadá se disponen a renegociar el Nafta, el tratado de libre comercio que eliminó las restricciones al comercio y a la inversión en América del Norte.
La renegociación es una imposición de Donald Trump, un presidente que llegó a la Casa Blanca agitando la bandera del proteccionismo y calificando el acuerdo como el peor jamás firmado por Estados Unidos.
«Es una autopista de una sola vía hacia México», ha dicho. Renegociar el Nafta -bajo la amenaza de hacerlo saltar- es su medida estrella en materia comercial.
El pistoletazo de salida es el miércoles en Washington, donde hasta el domingo siguiente se celebra la primera ronda de conversaciones para modificar uno de los mayores acuerdos comerciales del mundo. Desde su inicio el 1 de enero de 1994, ha multiplicado por cuatro el comercio trilateral, hasta los 1,1 billones de dólares.
Trump habla de lograr un trato justo para su país, que dice que ha perdido empleos y visto reducidos salarios por culpa de México.
Enrique Peña Nieto ve en la renegociación una ventana de oportunidad para su país porque en las más de dos décadas que lleva en vigor, el mundo ha cambiado, la economía mexicana se ha fortalecido y hay puntos en los que el tratado se ha quedado viejo.
El canadiense Justin Trudeau asegura que todo irá bien porque el Nafta ha demostrado que el libre comercio funciona y ha funcionado.
En el Hotel Marriot Wardman Park, situado en el noroeste de Washington, los equipos negociadores de los tres países tendrán su primera cita oficial. Los mandatarios no estarán presentes.
Como jefes de cada equipo han sido designados hombres con amplia experiencia que participaron en las negociaciones que dieron a luz al Nafta hace más de dos décadas. La segunda ronda de varias previstas será en septiembre en México.
La renegociación tiene lugar bajo una doble presión. Por un lado está la amenaza de Trump de hacer saltar el tratado por los aires si cree que el resultado no es positivo para su país. «Vamos a hacer algunos cambios muy grandes o nos vamos a librar del Nafta de una vez por todas», ha dicho el mandatario republicano.
Canadá y México son el mercado principal de las exportaciones estadounidenses. El 80 por ciento de las mexicanas van a Estados Unidos, a donde también se dirigen dos tercios de las canadienses. Los expertos coinciden en que acabar con el Nafta sería desastroso también para la economía de Estados Unidos.
Pero la imprevisibilidad del presidente no permite asegurar que no cumplirá su amenaza. «Yo no descartaría ese escenario. Por lo tanto, el plan B tiene que estar listo para ser prácticamente desplegado», ha dicho el ministro de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo.
La otra presión es la del tic tac del reloj. El año que viene, México celebra elecciones presidenciales y Estados Unidos, legislativas de medio término.
Conducir negociaciones comerciales en campaña electoral no le conviene a ninguno de los dos. La meta temporal de la que hablan para llegar a un acuerdo es diciembre de 2017 o principios de 2018.
El objetivo principal del equipo estadounidense, que estará liderado por John Melle, vicerrepresentante de Comercio para el Hemisferio Occidental, es rebajar el déficit comercial con México, que el año pasado ascendió a unos 64.000 millones de dólares.
«Trabajará por eliminar subsidios injustos, prácticas por parte de empresas estatales que distorsionan el mercado y gravosas restricciones sobre la propiedad intelectual», indicó además el Gobierno de Trump en el documento de metas que envió al Congreso.
En él, sin embargo, se dice que no se tocarán tarifas, aranceles, cuotas y cupos para bienes industriales y agrícolas, limitándose a actualizar reglas de contenido de origen y a incorporar nuevos capítulos, como el comercio electrónico, y acuerdos paralelos, lo que según los expertos hace factible un arreglo.
Uno de los mayores problemas puede venir por el deseo estadounidense de eliminar el capítulo 19 del Nafta, que establece el mecanismo para la resolución de controversias, con un panel de arbitraje. Eliminarlo dejaría a México y a Canadá a merced de tribunales estadounidenses, y ninguno lo quiere.
A pesar de la insistente amenaza de Trump de abandonar el pacto, México ha advertido que no está dispuesto a negociar con la soga al cuello. Además, ya avisó que sin acuerdo comercial tampoco habrá cooperación en seguridad y migración.
Guajardo también sabe jugar el papel de duro. «Si yo voy con esa actitud a la negociación, creyéndole esa expresión, pues nada más voy con una libreta a tomar nota ‘a ver qué quieres’, como si fuera una comanda y yo soy un mesero», dijo.
Para él, existe un límite. «Si hay intrascendencias que pretenden dañar lo que hemos construido en veintitantos años, pues hay que tomar la decisión de cuándo es suficiente para decirle: ‘Si te vas a salir, salte ya de una vez’, porque de otra manera no hay negociación».