Adalberto Santana
Los conflictos políticos-militares en el escenario internacional se han ido reiteradamente incrementando. El paso más reciente según algunos medios de prensa occidentales, tales como los diarios New York Times y Le Figaro, es el instrumentado por la administración de Joe Biden al brindar al gobierno del presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, el uso de misiles de largo alcance otorgados por el Pentágono para dañar directamente a Rusia. De ser el caso, es una evidente política guerrerista respaldada por las principales potencias europeas como Francia y Gran Bretaña.
Pero a su vez se ha denunciado que el gobierno ucraniano se encuentra utilizando laboratorios con el fin de diseñar armas biológicas semejantes al virus de la Covid-19, con el fin de atacar a la población rusa. De esa manera el actual mandatario estadounidense, perversamente dejará como herencia al gobierno de Donald Trump, un enorme conflicto que nos pondría al borde de la Tercera Guerra Mundial. Frente a ese escenario el gobierno ruso ha tenido que declarar que ese tipo de armamento es mucho más sofisticado y altamente peligroso, en palabras del presidente Vladimir Putin:
“Las tropas ucranianas no pueden utilizar este arsenal, sólo lo pueden hacer especialistas de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, porque necesitan medios de reconocimiento espacial, que Ucrania, naturalmente, no tiene, así como especialistas que utilicen esos datos para introducir asignaciones de vuelo. La única pregunta es si se permitirán a sí mismos atacar territorio ruso” (La Jornada, CDMX, 18/11/24).
De esa manera es evidente que el gobierno de Biden y la OTAN, tienen la tendencia de incrementar la guerra en Ucrania, no únicamente en apoyar económica y militarmente a la administración guerrerista de Zelensky, sino también hacer que el gobierno del presidente Putín entre en una nueva provocación guerrerista de las potencias occidentales.
Pero ese escenario belicista no es el único que heredará la administración de Biden, también ha seguido apoyando con recursos militares al gobierno sionista (neofascista) de Israel de Benjamín Netanyahu, en su guerra genocida contra el heroico pueblo palestino y ahora también contra el Líbano que padece todos los días los ataques neofascista de las tropas israelitas.
Hasta este momento se estima que han sido asesinados más de 44 mil palestinos (la mayoría niños y mujeres), así como casi 4 mil personas en tierras libanesas según lo ha reportado Al Jazeera. Cantidades de muertos sin contar las miles de personas que han quedado sepultadas por los bombardeos de varios edificios que se encuentran entre los escombros de zonas residenciales.
En esas áreas de conflictos alentadas por Washington, se suman los ataques imperialistas que tiene en su mira las instalaciones petroleras de Venezuela (noviembre de 2024). Atentados neofascistas que se inscriben en esa tendencia guerrerista. Recordemos que ese tipo de operaciones encubiertas se realizaron en Nicaragua: “Un 11 de octubre de 1983, mercenarios de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, a bordo de lanchas rápidas, dispararon a los depósitos llenos de combustible, en el Puerto Corinto, al occidente de Nicaragua” (https://gacetasandinista.com/
A la par en otras regiones del mundo, como en Asia Pacífico y África, EU y los gobiernos de las naciones europeas imperiales de la OTAN, han continuado con sus políticas neocolonistas con los países periféricos. Sin embargo, el escenario internacional ha cambiado. Hoy se vive en un mundo diverso donde la órbita imperial de EU y Occidente han dejado de ser hegemónicos.
En nuestro tiempo de la tercera década del siglo XXI, otros espacios del mundo han hecho un nuevo equilibrio de fuerzas. La República Popular China y Rusia, así como Irán y la India conforman nuevos polos de poder y conforman un nuevo bloque histórico al margen del poder imperial de las potencias occidentales. Pero con todo el neofascismo de nuestra época es muy peligroso ya que intenta generar conflictos locales y mundiales que pongan en grave riesgo la frágil paz mundial.
Asimismo, han figurado nuevos entes globales que pugnan por erradicar o por lo menos reducir determinadas tensiones mundiales como la Cumbre del G-20 que en su conclave de Río de Janeiro, buscó declarativamente una alianza mundial para erradicar el hambre y la pobreza. Pero sobre en la declaración final se promueve la paz mundial en los conflictos globales, tales como la guerra en Palestina.
A esa Cumbre, concurrieron dos de los tres presidentes más importantes del globo, como Xi Jinping de China y Joe Biden de EU. Esperemos que con esos cónclaves mundiales se busque el compromiso real de hacer de la paz una tendencia permanente en el mundo y con ello frenar los nuevos intentos de fortalecer el neofascismo del siglo XXI.