Por Wilfredo Arriola
Viene a mi mente ese refrán que reza, “quién te va a matar no te avisa” como referencia al mundo de las relaciones personales que no van del todo bien. En definitiva, de algo hay que estar claro, que quien se quiere despedir no lo hace dos veces, o en contrapeso a lo dicho, cuando se da a una tercera oportunidad ya sobraban dos.
En esperar se nos va la vida, en la esperanza de que los que queremos por alguna circunstancia de la vida, cambiarán. Muchas veces ese cambio nunca llega, y temo decir, no llegará. Hablaba de este tema días atrás con una persona que pasaba este impase, considerando que lo ideal es cambiar uno de perspectiva sobre los demás, para hacer de esa premisa otra forma de juicio, más sano y sobre todo más sincero. Rilke en unas sagradas líneas comenta: “Lo bello no es más que el primer grado de lo terrible”. Haciendo una recapitulación de los diferentes grados de confianza que atravesamos con las personas, donde se oscila entre el prejuicio y la realidad. En su mayoría, consolidamos buenas compañías y desechamos otras por los avatares que nos va presentando la vida. Desde cambios magistrales, de buena conducta, de pasar a un grado académico diferente a uno superior, de cambios de país a otras culturas, cambios de posiciones en el trabajo, y ese efecto nos convierte en lo que nos rodea, ese resultado no siempre es el esperado.
Lo maravilloso del ser humano es esa capacidad de adaptación adonde nos encontramos, ese perfil dinámico que nos va construyendo la personalidad que es una mezcla de nuestro temperamento y comportamiento. Esa suma, más la afinidad de temas en común, mismas maneras de ver la vida, compartir gustos, pasatiempos nos une, y a su tiempo por diversas razones nos separa. El chantaje emocional se va asomando de tanto en tanto, de broma en broma y la comprensión cobra factura en mayor o menor cantidad, cuando abusamos de hacer su uso. En las diferencias y en la aceptación se forman las patrias, en el respeto y en los valores se construyen también las largas amistades y no se diga las relaciones amorosas, todo cobra sentido.
El cambio puede ser es uno de los vendavales más temidos, porque en sus vientos corremos el riesgo de desnudar esa parte que nos negábamos a aceptar. No cambian, se develan, se podrá decir. Todos tenemos derecho a modificar ciertas partes que no eran del todo congruente en nuestra vida, la razón que nos origine esa decisión no siempre será la definitiva, a pesar de ese impulso no debemos dejar de ser coherentes con lo antes mostrado. La lealtad es una permanencia en lo bello de la palabra, preservar la esencia y de ella partir para lo demás. Será esa entonces uno de los bastiones para conservar amistades para toda la vida y fomentar vínculos amorosos de solida trascendencia. Los demás, los turistas, quienes cambian de bandera de acuerdo con cada estación del año, tendrán sus motivos, muy personales y en ese espacio también es justo respetar las diferencias.
La vida es un viaje, un respiro, ayer teníamos 15 años, ayer celebramos un cumpleaños, pronto otro, mirábamos la vida diferente, hoy nos llevamos mejor con lo que no defendíamos y hemos aprendido a perdonar desde nuestra trinchera a los que se fueron y saber aceptar de donde nos hemos largado, y todo es para bien. A pesar de eso, al final del día, cualquier día, se podrá decir: Ni están ni se les espera.