A mediados de la semana que recién finaliza se conoció, por medio de un comunicado de la Casa Blanca, que los presidentes Nayib Bukele y Donald Trump habían sostenido una llamada telefónica, sin que se dijera cuánto tiempo habría durado esta ni a qué acuerdos puntuales llegaron para favorecer al millón y medio de salvadoreños indocumentados en Estados Unidos, así como a los ‘tepesianos” o a los ‘dreamers’.
Obviamente, en cualquier conversación de alto nivel, como la sostenida por Bukele y el presidente Trump, lo menos que debieron haber tocado primero era respetar la decisión del presidente saliente, Joe Biden, de prorrogar el TPS para los salvadoreños por 18 meses más.
Recordemos que el 10 de enero del presente año el secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro N. Mayorkas, anunció la extensión del TPS para El Salvador por 18 meses, desde el 10 de marzo de 2025 hasta el 9 de septiembre de 2026. Obviamente, este programa es una decisión del Ejecutivo; es decir, del presidente, por lo que lo puede cambiar en el momento que así lo decida.
Y dado que el presidente Trump mantiene una política férrea antiinmigrante, es lógico pensar que va a anular las decisiones de su antecesor en esta materia.
Por eso es importante que Bukele haya hablado con Trump sobre este tema y, si no lo hizo en la conversación en referencia, que lo haga lo más pronto posible, pues continuamos sin saber si el tema del TPS o de los ‘soñadores’ está siendo abordado.
Datos oficiales dan cuenta de que son 232 mil los beneficiarios del TPS, un buen grupo de connacionales que también envían remesas al país. Este programa, con Trump, corre peligro, pues él fue quien lo quitó un año antes de abandonar la presidencia en su primer periodo, y fue restituido al llegar Joe Biden a la Presidencia estadounidense.
El TPS fue creado el 9 de 2002, luego de los devastadores terremotos de enero y febrero de ese año. A partir de esa fecha ha venido siendo prorrogado, sobre la base de que la población salvadoreña sigue siendo afectada por fenómenos climatológicos, como los ocurridos antes y en 2023 y 2024.
En cuanto al programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), conocidos como dreamers, son cerca de 50 mil los salvadores beneficiados. Estos salvadoreños llegaron a los Estados Unidos siendo niños.
El programa fue creado por la Secretaría de Seguridad Nacional el 15 de junio de 2012. Ambos programas corren peligro con la administración Trump, por los antecedentes y por las insistentes manifestaciones antiinmigrantes del actual mandatario estadounidense. Bukele debería tener una estrategia firme y congruente por los beneficiarios de estos dos programas, sin dejar de mocionar por el resto de salvadoreños indocumentados. Sin embargo, hasta hoy no se sabe si Bukele lo ha hecho.
Al parecer a Bukele le interesan otros temas más relacionados con el incremento del ego, como decir que es amigo del presidente más poderoso del mundo.
“Hoy, el presidente Donald J. Trump se comunicó telefónicamente con el presidente de la República de El Salvador, Nayib Bukele. Ambos líderes hablaron sobre la posibilidad de trabajar juntos para detener la inmigración ilegal y acabar con las bandas transnacionales como el Tren de Aragua (banda criminal)”, dijo la Casa Blanca en su sitio web oficial el jueves 23 de enero.
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La Casa Blanca informó que el presidente Trump también “elogió el liderazgo” del presidente Bukele en la región y “el ejemplo que da a otras naciones del hemisferio occidental”. Bukele, mientras tanto, no se ha referido al tema. Tal pareciera que no le interesa que deporten a 200 mil o un millón 500 mil.
Tampoco ha dado señales sobre el impacto económico en cuanto a la disminución de las remesas. En el último año, El Salvador recibió en concepto de remesas más de ocho mil millones de dólares, el 90 % proveniente de los Estados Unidos.
Las remesas significan un poco más del 20 % del Producto Interno Bruto. Pese a esto, Bukele no da señales. Cualquier cantidad de gente que sea deportada no se va a entretener o conformar con tomarse selfies en la BINAES, o admirando las luces del Centro Histórico, esta gente querrá trabajo, y trabajo digno que les permita el mismo nivel de vida que tenían en los Estados Unidos para mantenerse a sí mismos y a su familia.