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Nicaragua bajo fuego

José Steinsleger

El periodismo de investigación agoniza. O no hay recursos, o no hay espacio, o “pa’qué” si-todo-está-en-la-wiki. Y todo lo que roce el género, será ad hominem. Aquel amor del oficio es un periódico de ayer, y-ya-nadie-lee-periódicos… ¿Viste? Que los epígonos de Nietzsche y Foucault, entonces, manejen las cortinas del drama nicaragüense: no hay hechos, hay interpretaciones.

El-poder-crea-la-verdad. Y como los ingenieros del 4.0 dicen que nadie la tiene, me permito imaginar que el Premio Alfaguara de Novela 2019 será otorgado (con el guiño y pulgar en alto de Vargas Llosa & Asociados), a La fiesta de San Daniel y Santa Charo, novísima novela-del-dictador, en versión nica. ¿Nombre del autor? Dejémoslo ahí.

Hagamos a un lado por un instante las interpretaciones del presidente Daniel Ortega y Rosario (¿Morgana?) Murillo. O las de los empresarios y las izquierdas previsibles. O las de gobiernos que callan por razones de Estado. O las del imperialismo yanqui (¡uy! perdón… se me escapó). O las mías, que son de cuidado.

Vayamos a los hechos: un Gobierno que viene de la guerrilla sandinista y en menos de dos meses carga 300 muertos en su deshilachada mochila de campaña. Que quizá lo apoyaban, quizás lo condenaban. Pero en épocas de confusión lógica o deliberada como la que vivimos, el orden del día se llama paramnesia histórica porque los análisis binarios regulan el mercado de las ideologías. Por ello, conviene dar vuelta al calcetín, preguntando: ¿El respaldo acrítico a un gobierno que ha pervertido sus ideales equivale a negar el fracaso de su política, o a menoscabar al pueblo que lo padece? Pues si alguien sigue creyendo que Rousseau, Marx y Martí hicieron la revolución francesa, bolchevique y cubana, estamos en problemas. Por ejemplo, creer que la relación entre realpolitik y teoría política anteceden al hecho revolucionario. O sea, que no se construye a posteriori.

Hace rato que Ortega y su mujer (es decir, Morgana) dejaron de ser revolucionarios de verdad, habiéndose convertido en inverosímiles jefes de Estado. O sea, sin credibilidad. Pero omitir el rol de los yanquis en el desmadre político nicaragüense, suma a la cuenta del miserable destino de los que en 1979 creían que el amanecer había dejado de ser una tentación.

¿A qué izquierda internacional (sic), entonces, se refieren los que le endosan “…aferrarse a la patética ilusión” (sic), de que la crisis de Nicaragua “…es un complot urdido por Washington para desestabilizar a una revolución”? Si tal afirmación se formula en términos tan genéricos, se torna necesario recordar que la izquierda internacional solo existe en el imaginario de sus enemigos, y de los que así necesitan pensarla para justificar sus intereses.

Por lo demás, la fácil homologación entre orteguismo y somocismo compete al periodismo apurado y mediáticamente correcto. Porque en la Nicaragua de ayer y hoy, nada fue y es lo que parece. El Partido Conservador era progresista porque Somoza lideraba el Partido Liberal. Y de las filas del primero surgieron revolucionarios, y un mártir de la libertad de expresión, Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por la tiranía en enero de 1978.

¿Cómo fue posible que el glorioso Ejército de Nicaragua que doblegó a los mercenarios de la contra sea responsable directo o indirecto de los asesinos encapuchados que aterrorizan al pueblo de Nicaragua? ¿Será que Morgana también lo tiene hechizado?

O la democracia y la lucha contra la corrupción es lo que a las buenas conciencias interesa en la patria de Sandino, o bajo la manga de tan nobles ideales (película una y mil veces repetida) se busca restar un país más a la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), llevándose entre las patas a los tránsfugas que encallaron la nave de un Estado que ya no es liberal, conservador, sandinista ni revolucionario.

En menos de tres años, el Mercosur fue neutralizado por las democracias leguleyas y mafiosas de Brasil, Argentina y Paraguay. La Celac es un tanto de lo que no pudo ser, y en la sede ecuatoriana de Unasur, crecen los yuyos. Y luego de años de estar contra las cuerdas, el ministerio de colonias, la OEA, ha vuelto a fiscalizar lo que debe entenderse por democracia y libertad.

Así las cosas… ¿alguien descarta que, en lugar de revolucionarios, veremos muy pronto a jóvenes de la sociedad civil financiada por Washington, saltando sobre los colchones y bañándose con espuma en la tina de la pareja gobernante?

*Tomado de la Jornada

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