Alberto Romero de Urbiztondo
Twitter: @aromero0568
Siguiendo las reflexiones sobre el Decálogo de la Laicidad en El Salvador, formulado por participantes del Diplomado de Laicidad del Estado Genero y Democracia (https://www.diariocolatino.com/decalogo-por-la-laicidad-del-estado-en-el-salvador/), comentaré el cuarto principio: “No discriminarás por ninguna razón a las otras personas”.
Este mandato está basado en la Declaración Universal de Derechos Humanos que en su artículo primero expresa «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». La aplicación práctica de este derecho es la no discriminación ni por el Estado ni de otro ciudadano. Enfocado desde la laicidad del Estado, es el derecho de todas las personas a tener sus propias creencias y convicciones, es decir libertad de pensamiento, lo que supone la obligación de respetarles este derecho, aunque estemos radicalmente en contra de sus ideas. Pero eso no limita nuestro legítimo derecho a contradecir las ideas o creencias de esa persona si las consideramos erróneas o perjudiciales para la sociedad. Podemos combatir las ideas pero no negar sus derechos a esa persona. Sin embargo, acciones de discriminación por creencias son frecuentes, por ejemplo cuando en una entrevista de trabajo preguntan al postulante cual es su religión o cuando un anuncio de oferta de trabajo, entre las condiciones que solicitan se expresa “Preferentemente cristiano”, considerando, a quienes no lo son, menos aptos, responsables y honrados. También escuchamos que la persona que no dice ser religiosa se considera que no tiene principios ni reglas éticas que guíen su proceder.
Pero también en otros ámbitos se discrimina, como al emplear el término “indio” de forma despectiva y peyorativa como sinónimo de ignorante, lo que supone la discriminación a descendientes de nuestros pueblos originarios, una clara muestra de racismo. Y otro ámbito en que se manifiesta fuertemente la discriminación es en base al sexo. Al considerar a las mujeres débiles, frágiles, emocionales y poco racionales, se las discrimina para el ejercicio de determinadas profesiones y la toma de decisiones. De forma similar nuestra sociedad discrimina por identidad de género y orientación sexual, con manifestaciones de lesbofobia, homofobia y transfobia que llega extremas de violencia y asesinato.