La sinrazón y el sinsentido han acompañado desde
sus inicios los supuestos «ataques» acústicos contra diplomáticos norteamericanos en La Habana, tras lo cual se ciernen evidencias inexistentes y acusaciones carentes de una hipótesis racional
Autor: Bertha Mojena Milián | [email protected]
Parecería más de lo mismo, y hasta daría risa si no se tratara de algo tan serio y malintencionado de lo que mucho ya se ha hablado, pero como estrategia manipuladora al fin, vuelve una y otra vez a intentar ser noticia y posicionarse.
Y es que la sinrazón y el sinsentido han acompañado desde sus inicios los supuestos «ataques» acústicos contra diplomáticos norteamericanos en La Habana, tras lo cual se ciernen evidencias inexistentes y acusaciones carentes de una hipótesis racional.
Para quienes durante meses hemos seguido de cerca este tema y sus múltiples aristas, es evidente que dichos incidentes no fueron reales y en el trasfondo ha existido siempre una gran motivación política, algo así como un teatro bien orquestado para arremeter, incluso, contra la imagen de Cuba como país seguro, estable, pacífico.
La rigurosa investigación científica que se ha realizado en la Isla –sobre la cual se ha ofrecido información detallada y oportuna de forma periódica– y su permanente disposición a cooperar en la búsqueda de respuestas efectivas, así como a compartir cada resultado con las propias autoridades estadounidenses, han marcado una pauta desde que se denunció el supuesto incidente.
Cuba ha reiterado que no hay pruebas apegadas a las ciencias que permitan explicar los síntomas descritos por los supuestos afectados y hasta el propio Buró de Investigaciones Federales (FBI) de Estados Unidos ha llegado a conclusiones muy parecidas a las nuestras.
Recordemos que las autoridades cubanas también han solicitado acceso a las personas «dañadas», a sus historias clínicas e informes médicos y tampoco se les ha concedido, lo cual ha sido cuestionado por expertos norteamericanos y de terceros países interesados en colaborar.
Se conoce que la mayor parte de los «afectados» –que el Gobierno estadounidense retiró de sus funciones en La Habana– regresaron a su país y tienen una vida normal, tanto personal como laboral, otra razón que lleva a Cuba a exigir que no se siga actuando con mentiras y se rescate al menos algo, de lo poco transparente que ha sido este proceso.
Cuba es un país seguro, que cumple con rigor y esmero la Convención de Viena y vela por la seguridad de sus ciudadanos y de los millones de todo el mundo que cada año la visitan. El país, en constante transformación, se renueva y retoma caminos para perfeccionar, incluso, sus relaciones migratorias con Estados Unidos.
Mucho daño han causado ya a cientos de familias que viven de un lado y de otro las calumnias y medidas malintencionadas tomadas por el Gobierno norteamericano a razón de estos supuestos hechos. Y podría generar aún más, cuando se advierte a sus ciudadanos una y otra vez que no se viaje a la Isla por razones de seguridad.
La estrategia está montada y muy bien diseñada. Como toda estrategia, tiene picos comunicativos que, al parecer, en este caso retoman cada cierto tiempo testimonios insólitos, solo para crear incertidumbre y que el tema se mantenga en la opinión pública internacional. Los supuestos ataques acústicos contra diplomáticos estadounidenses en La Habana son una farsa que parece no tener fin.