Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
Desde el inicio de la Colonia hasta finales del siglo XX no aparecen registrados terremotos en Cojutepeque.
San Salvador fue conocida como valle de las Hamacas por la frecuencia de los sismos. En cambio, patient Cojutepeque se consideraba una ciudad segura, check libre de terremotos, a tal grado que en varias ocasiones fue asiento de la capital. En 1854 cuando San Salvador sufrió un terremoto que provocó cuantiosos daños decidieron trasladar la capital a Cojutepeque, mientras construían Nueva Salvador en el valle de la hacienda Santa Tecla.
En Cojutepeque funcionó la capital de la República hasta 1858, año en que regresó a San Salvador.
El presbítero Manuel Subirana, en las primeras décadas del siglo XX aseguraba que Cojutepeque no iba a sufrir terremotos porque la ciudad estaba asentada en piedras sólidas donde no se esperaba que se formaran grietas en los terrenos.
Recuerdo que algunos señores de mayor edad nos contaban que la ciudad estaba amarrada a enormes columnas desde el fondo del lago de Ilopango hasta los cimientos de la iglesia San Juan, templo construido en 1612, y aseguraban que si ese lago se desbordara, sus aguas se detendrían en la puerta de golpe, cerca de los arenales, en el municipio de Candelaria.
El terremoto del 7 de junio de 1917, cuando hizo erupción el volcán de San Salvador, dejó destrozos en la capital y no afectó a Cojutepeque, situada a 34 kilómetros al Oriente por la antigua carretera Panamericana.
Por causa del terremoto de la década de los años treinta de San Vicente, ciudad cercana a Cojutepeque, situada a unos 20 kilómetros al Oriente, se trasladaron algunas familias a Cojutepeque, lo mismo ocurrió con el terremoto de Jucuapa y Chinameca de 1951. El sismo de 1965 de la capital no afectó a Cojutepeque.
El terremoto del 10 de noviembre de 1986 en San Salvador que ocasionó muertes y destruyó casas y edificios se sintió en Cojutepeque como un fuerte temblor pero sin ocasionar daños humanos ni materiales. A partir de este año hasta el fin del siglo XX no hubo sismos que lamentar, y Cojutepeque siguió siendo una ciudad segura que albergaba a habitantes de otros poblados que eran abatidos por terremotos.
Se celebró con mucha alegría el fin del segundo milenio y se saludó al nuevo con la esperanza de un mundo de mayores logros. Transcurrió el año 2000 y se celebró la llegada del 2001 con el acostumbrado regocijo, felicitaciones, cohetes y fiestas. Sus habitantes continuaron con sus actividades cotidianas e iniciaron sus tradicionales festejos patronales de enero.
Y quién lo iba a pensar, el fatídico 13 de enero, traqueteó en Cojutepeque. Un susto mayúsculo para los habitantes, dejó algunas averías en las casas. Pero el siguiente mes de febrero, en el mismo día 13, la ciudad fue abatida. ¡Qué desastre! ¡Cuánta desolación! Hubo fallecidos y se derrumbaron las casas de bahareque, las de adobe y tejas, y otras. Los mayores daños los sufrieron los barrios San José, San Nicolás, El Calvario y algunas casas en distintos puntos de la ciudad.
Muchas familias quedaron a la intemperie, angustiadas, sin poder reponerse de la conmoción. Pero con la solidaridad, la ayuda de diversas fuentes y el esfuerzo propio, sus habitantes construyeron nuevas viviendas, reconstruyeron otras, y mejoraron la ciudad con el mismo brío de siempre y la consigna de seguir adelante porque la vida no se detiene.
El padre Subirana hablaba de la seguridad de la ciudad por su base de rocas, pero en su época no tomó en cuenta la edad y la resistencia de los materiales de construcción, que no soportaron la fuerte sacudida y se desplomaron bajo el asombro de los cojutepecanos.
Pronto la Ciudad de las Nieblas volvió a recuperar su pujanza, a confirmar su fe en Dios, a confiar en su fuerza de trabajo, y a celebrar sus tradicionales festejos patronales con su música y su grito: ¡Adentro, Cojutepeque!
Vamos todos a gozar.
Todos, todos a gozar.
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