Por Lya Ayala
Los años de trabajo en la orquesta le han dejado la experiencia de conocer la realidad de la música en El Salvador.
Alba Márquez, primera chelista de la Orquesta Sinfónica de El Salvador, opina que uno de los principales problemas de los músicos es que no pueden opinar sobre temas que los afectan
Los ensayos en la orquesta empiezan a las 8:00 de la mañana y terminan a las 12:00. Se prepara para la nueva temporada, esta vez acompañada de su esposo: el fagotista Julio Bautista.
Alba cuenta que se conocieron en la Escuela de Música en 1984. La razón que los unió fue la música, ambos necesitaban ensayar instrumentos “graves”. Entre ensayo y ensayo, la pasión por la música los unió. Ambos cursaban el bachillerato y decidieron formar una pequeña orquesta que les permitiera ejecutar piezas y ensayar.
En 1986, coincidieron en la orquesta. Esta vez los ensayos continuaron en una casa grande y rodeada de árboles que ambos habitan con su hija de siete años. Una pelirroja inquieta y curiosa.
Se casaron en 1993 y forman un dúo de chelo y fagot, que ejecuta extraordinarias piezas.
Actualmente, su única hija, Sofía sigue la tradición familiar. Ha empezado a recibir clases de música con un compañero de sus padres. Ella creció entre atriles, instrumentos musicales y la sensibilidad de Julio y Alba por el arte.
Otro de las actividades de la chelista es dar clases de música. No pierde de vista, las necesidades y problemas que existen en el complicado mundo de la música salvadoreña.
Puntos de vista
“Creo que no tenemos suficiente público que escuche música, porque generalmente es complicada y difícil para los estudiantes, que son los que traen a escucharnos”, asegura.
Alba considera que si la temporada de música fuera más larga, la gente se acostumbraría a tenerla presente como algo común y agradable.
“Las condiciones donde nos presentamos no son las adecuadas, pues siempre hace mucho calor y la gente se siente incómoda. Y si agregamos que las obras son tan serias, todos terminan dormidos”.
Especialmente, cree que en el interior del país hace falta la presencia de la Orquesta Sinfónica. “La educación musical debe ser ofrecida desde que somos pequeños, eso nos despierta la sensibilidad hacia la vida”, concluye.
La clase de violonchelo
Una demostración de la música de chelo se convirtió en una clase para una niña, Sofía.
Su pequeña cabeza de cabellos rojos asomaba a cada momento. Alba le decía, entre risas y conversación, que se quedara quieta. “Desde la mañana le lavé el cabello, porque me dijo que se quería ver bonita para la entrevista”, me susurra para que no la oiga. Sofía me mira curiosa. Sentada al lado de su madre nos explica que su profesor le ha enseñado las notas musicales. Un lenguaje musical que la madre corrige cuando empiezan a darnos un pequeño concierto, durante la sesión fotográfica. Primero, el semblante de Alba se vuelve más grave. Es sólo una demostración. Pero la seriedad y disciplina de la música le ha enseñado que no es un juego. Cada vez que su hija no levanta el codo suficiente o se distrae un poco al son de la ejecución musical le indica una y otra vez la forma adecuada de hacerlo. En un momento en que pasan a tocar para nosotros un “allegro”, Sofía se emociona.
Sus delicados dedos blancos sostienen el arco y vocaliza las notas al mismo tiempo que su hombros y pies acompañan la versátil música. En un momento en que le dice que debe abrir el brazo en dirección a la periodista, se detiene confundida y le pregunta: “¿cuál lisa, cual lisa?”. Esto provoca la risa entre ambas. Sólo es un momento. El fotógrafo aún no termina. La clase de violonchelo de Sofía continúa…
http://portafoliolyaayala.blogspot.com/2013/06/no-hay-publico-en-los-conciertos-alba.html
Lya Ayala Arteaga
Comunicadora/editora/docente
(503) 764322