Alejandro A. Tagliavini*
Un segundo mandato del actual presidente traería más entorpecimiento al comercio y la inmigración, y a nadie le conviene una “guerra fría” y mucho menos si esta escaldada, con el cada vez más autoritario gobierno de Beijing, termina en una guerra real.
Hablando de Trump, al salir del hospital twitteó “No tengan miedo al COVID-19. No dejen que domine sus vidas… ¡Me siento mejor que hace 20 años!”. En esta campaña exageradamente agresiva los adversarios, cegados por la ira, contestan por ejemplo “Trump Lastima”. Entonces pregunté, “¿lastima un ser humano por sentirse bien?”. Y me respondió “lastima al pedir no temer al COVID-19, cuando mucha gente lo ha sufrido”. A lo que contesté: “no tener miedo es bueno para la salud mental, ser cauteloso está bien, tener miedo no”.
En fin, Kamala Harris, nominada a la vicepresidencia junto con Joe Biden, ha dicho que devolverá la economía, sobre todo en protección social e igualdad, a la era Obama. Aunque “a menudo, las promesas de campaña no se cumplen”, recuerdan desde Pimco.
Prometen una inversión en infraestructuras de USD 1,3 billones, el aumento del salario mínimo federal a 15 dólares por hora y un incremento de los impuestos sobre la renta, plusvalías y sociedades. Las empresas pasarían de pagar un 21 % al 28 % revirtiendo la mitad de los recortes de Trump, y se implementarían otros cambios como un aumento de gravámenes sobre los ingresos globales, intangibles y con bajos impuestos (“GILTI”). “Esto supone una caída media de los beneficios del 5 %”, calcula el director de Estrategia de UBS.
El triunfo demócrata, controlando el Senado y la Cámara de Representantes, por cierto, no enamoraba a los mercados financieros al mismo tiempo preocupados por el caótico estilo de Trump. Pero comenzó a cambiar cuando los operadores, en vista de las encuestas favorables a Biden, buscaron argumentos para que los clientes no se espanten y ahora dicen que sí, que las acciones sufrirán un golpe al subir los impuestos, pero será compensado por el estímulo fiscal de al menos USD 2 billones que impulsarían los demócratas.
Si fuera tan fácil, los políticos ya habrían solucionado la pobreza: bastaría con sacarle a los ricos para darle a los pobres y para estimular el crecimiento económico. Pero hace décadas que se implementan estas políticas y las cosas empeoran. Es que, demagogia aparte, los impuestos siempre terminan recayendo sobre los más débiles ya que, los fuertes, tienen capacidad para derivarlos, por ejemplo, subiendo precios o bajando salarios.
Volviendo a Harris, en 2019, en una entrevista en la CNN, propuso “romper” Facebook. Y a pesar de que Trump -y la mayoría de la ciudadanía- tiene ideas similares, los magnates de Silicon Valley respiran tranquilos porque saben que tienen poder y que nadie, finalmente, se les impondrá. No es casual que “Todas las principales empresas tecnológicas se inclinan hacia la izquierda en sus contribuciones a las campañas”, según Mayersohn, del Center for Responsive Politics.
A ver, otra vez más, el problema no es la falta de intervención represiva del Estado, sino, por el contrario, su exceso -estatismo que los de Silicon Valley promueven- de intervención, en este caso, garantizando verdaderos monopolios a través de las “leyes de propiedad intelectual”, propiedad que, por el contrario, debería estar librada a la competencia del mercado terminando con los monopolios.
*Asesor Senior en The Cedar Portfolio y miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California