Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
Salvador, rx un profesional universitario, cumplió su tiempo de servicio en una institución estatal autónoma. Pero él no quería retirarse, aunque con un decreto ejecutivo, prácticamente lo sacaron contra su voluntad, juntamente con miles de trabajadores estatales. Sin embargo, cuenta que lo rogaron para que aceptara medio millón de dólares de indemnización, y que además, le regalaron quinientas acciones de mil dólares cada una, y su jubilación mensual quedó de varios miles.
Uno de sus amigos, don Paco, quien es su compadre, ya estaba «chino» de tanta mentira que tenía que aceptar a cada momento.
–El compadre Paco no me dejará mentir – decía Salvador –. ¿Verdad, compadre?
–Así es compadre, usted ha dicho la verdad – respondía con paciencia.
Cuando se quedaban solo los dos, don Paco trataba de aconsejarlo. No debería comentar abiertamente, compadre, de la cantidad de dinero que ha recibo, porque si esto llega a oídos de los malandrines, usted será un objetivo seguro para un secuestro y le van a exigir que pague por su rescate elevada suma de dinero. Y lo van asustar de verdad. Pero Salvador no le daba importancia a estas advertencias y seguía con sus fantasías cada día.
Don Paco era un hombre de mediana edad, muy serio y responsable, poseía un terrenito con algunos árboles frutales y un potrero con una vaca. Esta permanecía desmejorada dando leche un día sí y otro no. Todo al cuidado de Tomás, un campesino leal, que había trabajado por muchos años en su terrenito.
Cierto día don Paco decidió apantallar a su compadre Salvador. Dispuso realizar una fiestecita campestre con sus amigos en su terrenito, para lo cual con anticipación instruyó a Tomás.
–Cuando te pregunte delante de mis amigos sobre cuánto es la producción diaria de leche, me contestas que se sacan 500 botellas al día – le ordenó seriamente –. No me vayas a fallar.
–Está bien, patrón, así lo haré, pierda cuidado.
Cuando su patrón se retiró, Tomás reflexionó sobre su responsabilidad ante esta orden y pensó que don Paco deseaba presumir frente a sus amigos de la capital, y que él no lo iba a defraudar.
Llegado el día de la fiesta campestre, Don Paco, ante sus amigos se dirigió a Tomás, quien ya estaba impaciente porque no le hacía la pregunta.
–¿Cuánto fue la producción de leche de este día, Tomás? – frente a la expectación de sus amigos.
–Vea, patrón, últimamente ha sido muy alta – respondió con seguridad – y hemos tenido dificultad con el transporte de la leche, pero instalamos una cañería desde este cantón hasta la ciudad para bombear la leche a la casa de cada uno de nuestros quinientos clientes.
La carcajada de los amigos fue incontenible. Salvador había escuchado atentamente, se extrañó de esa afirmación y pronto intervino.
–No me presuma tanto, compadre – dirigiéndose a don Paco, esperando una reacción.
–Pero con una parte de su indemnización, compadre, lograríamos esto y mucho más.
Y las carcajadas continuaron. Los amigos discutían quién era el más mentiroso, si Salvador o Paco. Unos aseguraban que Salvador porque él fue el iniciador de tanta mentira pero que algunos también tienen culpa porque le daban a entender que todo lo que les decía se lo creían, y otros se inclinaban por pensar que era don Paco, un mentiroso nuevo pero que se había iniciado con mentiras de grueso calibre, y esto era una promesa para seguir mintiendo por mayor. Y continuaron carcajeándose.
Al regresar a la capital, Salvador comentó que al fin encontró al hombre más mentiroso, y que él va a reducir sus propias narraciones a casi la verdad, pues algunos amigos ya ni aceptan que es graduado universitario ni su esposa le cree cuando le jura que la ama y ella se le enoja con frecuencia.
Pero no se decepciona tanto porque decide tomar su café en ameno soliloquio.
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