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No se cansan los políticos de cometer zanganadas

Carlos Girón S.

No es que me gusten los chismes y los chambres, pilule prostate pero hoy sí, esta vez me dirigí directamente a la Plaza Libertad para oír las pláticas de la gente que allí se reúne a  esperar que les llegue algún trabajo. Lo que pasa es que resulta interesante ver la perspicacia, la “picardía” e ingenio de la gente de nuestro pueblo. Y, como ocurre a menudo, hablan de cosas relacionados con el ambiente político, con atención especial, por lo que se ve, a la actuación y el proceder de la generalidad de los políticos convertidos en funcionarios. Con frecuencia se quejan de sentir que se equivocan al elegirlos en las urnas y en cierto modo muestran alguna culpa, aunque hay quienes dicen que precisamente por eso no pierden tiempo en ir a votar.

El sorbetero que asoma por allí para ver si vende bastante con el calor que hace, comenta la cólera que le causó ver en el diario la noticia de la zanganada de los diputados que se van para sus casas al no salir reelectos, pero que antes se recetaron anticipadamente el bono que a fin de año se embolsan –decía el sorbetero–  como premio por sus  haraganeadas en el Salón Azul.

Una vendedora de refrescos se apresuró a decir que hacen todo eso los funcionarios porque “les vale”, les resbala –como a los quelonios, dijo ilustradamente–, que los critiquen, censuren y condenen sus acciones. “Lo hacen de puro hecho”, agregó. Y siguió diciendo: “no les da vergüenza meter a cada rato la mano en los fondos estatales que a nosotros el pueblo nos cuestan por tanto impuesto que pagamos”.    

Un lustrador, por su lado, unió su voz a la audiencia diciendo que se fijaran también en la noticia de “la gracejada de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral, que gastan nuestro pisto en una legión de ayudantes, con lo que demuestran su propia incapacidad para atender sus deberes”.

Un fontanero, a quien llamaban Guillermo, dio su aporte diciendo que el jefe número uno de allí comenzó su gestión prometiendo que impondría austeridad en el manejo del Tribunal, y “mírenlo ahora –añadió—derrochando la plata ajena en más de cien gentes que a saber qué demonios hacen”.

“Para colmo –se aventuró a opinar la vendedora de bolsas de mango con chile y alguashte— los hombres esos de la tan mentada Sala de lo Constitucional le ordenan al Tribunal un recuento, uno por uno, imagínense, de los votos que se emitieron en las urnas de San Salvador”. Y agregó, “quizá ellos van a poner el montón de pisto que será necesario para contratar a la gente que cumpla ese disparate”. “Todo lo que ustedes están comentando no es nada –se adelantó a expresar un carpintero de nombre Lucio–. Algo que de veras revienta es la torpeza cometida nada menos que por los del Frente enquistados en la Asamblea, al proponer un alargue de los períodos de estar prendidos a las ubres de la nodriza estatal; los períodos de ellos mismos, los diputados, y también de los alcaldes municipales. ¡Proponen subir de los tres años actuales, a cinco! ¡Salvajada!”, dijo dando un puñetazo sobre la caja de herramientas que tenía en las piernas… Ruperto, vendedor de hot-dogs abundó en comentarios al recordar la propuesta de que diputados y otros funcionarios que –a Dios gracias, dijo- terminan sus nefastos períodos, sigan gozando de protección de agentes “PIPI” (que velan por la seguridad de ´personalidades importantes´, no sabemos por cuánto tiempo más.  “¡Ah, y espérense –se acercó a comentar una señora con un carretón vendiendo café con pan–. No faltará algún lambiscón que salga con la estupidez también de proponer que los presidentes de la República duren diez años”.

“Oigan –dijo un bachiller que pasaba cerca–, y no se olviden del museo PARLACEN. Les apuesto a que cualquier chusco va a salir con la bayuncada de que se aumenten las bancas, para que haya más huevones haciendo nada, sólo, como sanguijuelas, chupando la sangre de los pueblos de nuestro istmo”.

Florentin, un electricista del ruedo, tomó la palabra para manifestar: “Se mencionó por allí al Frente y de inmediato se me vino a la mente la figura del tal Sigfrido Reyes, en mala hora elevado a la dignidad de presidente de nuestro Congreso, cargo que ha tirado al suelo y pisoteado, con todas las zanganadas que también ha hecho durante el mal desempeño del puesto, con sus movidas y truculencias de bienes raíces; a lo que hay que agregar –como si fuera poco—los costosos viajes al otro lado del planeta llevándose, como los del TSE, una caravana de chivos con suculentos viáticos por asistir a reuniones y hablar paja que no trae el menor beneficio a nosotros el pueblo”.

“¡Ay Dios…! Y miren el premio que le da Sánchez Cerén: ponerlo como Secretario de Comunicaciones de Casa Presidencial…  ¿y qué sabrá de cosas de ese campo que no es tan chiches de manejar?, expresó una vendedora del mercado que se asomó a la tertulia. Aparte de eso, lo que es la peste generalizada de los políticos mafiosos y turbios en todas las latitudes, la puso de manifiesto un universitario –que pudo identificarse por los libros y cuadernos que llevaba en las manos–, remitiéndose al caso del español Rodrigo Rato, ex funcionario en el gobierno de Mariano Rajoy y ex gerente del Fondo Monetario Internacional –FMI–, preso y procesado actualmente por los delitos de supuesto blanqueo de capitales y alzamiento (ocultación) de bienes. Agregó el universitario que la presidente de Argentina, Cristina Fernández, le “vino a poner la flor en la solapa” al señalar que, siendo Rato de tal condición, desde su cargo en el FMI, pretendió imponerle a su país (Argentina) las políticas financieras del nefasto liberalismo, como lo ha hecho en todos los países dicho organismo internacional.

Una señora que dijo llamarse Alicia agregó sus comentarios expresando la tristeza y pena que da el ver cómo, casi sin excepción, los políticos que pescan puestos públicos, a todo nivel, los aprovechan para robar, estafar, derrochar los fondos públicos y darse la gran vida ellos, sus familias y cheros suertudos, no bastándoles el honor de haber tenido la oportunidad de servir a sus conciudadanos y a la Patria y poder ser respetados por ello en vez de ser repudiados y odiados.

“¿Por qué será?, se preguntó Joaquin el plomero, que no se fijan en la actuación ejemplar de personajes que se hacen verdaderamente dignos de admiración y aprecio, como lo ha sido el ahora ex-presidente de Uruguay, José Mujica”. Y siguió diciendo: “Desde el inicio de su gestión, Mujica no quiso ocupar la residencia presidencial, sino que se quedó a seguir viviendo en su modesta casa en un sector humilde de la ciudad; no ocupó matones guarda-espaldas ni hizo uso de lujosos automóviles, sino que continuó manejando él mismo su vetusto escarabajo”. Y remató diciendo: “¿Qué cuesta tomar esos edificantes ejemplos que enaltecen y dan respetabilidad y admiración a quienes los practican?

¡¡Síiii! Exclamó en alto toda la audiencia de aquella Ágora cuscatleca, a la par de lo cual se dejó oír el murmullo de un mendigo, que dijo: “Noooo, estos políticos y funcionarios guanacos son todos una vergüenza que exhiben por todo el mundo…

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