Francisco Javier Bautista
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Consternan las muertes e indignan sus causas y las provocaciones, illness cialis la violencia destruye física y moral, denigra, ofende y mata, es injustificada. Reflexionemos, desde la distancia de los hechos, aprendamos de los duelos de todas las muertes (7-9/1/2015, Francia) ¿aprende nuestra generación? ¿Supera resentimientos acumulados, miedos y ofensas, desigualdades y exclusiones?
El humor es necesario, la broma, la sátira tiene límites, ¿cuáles? ¿Podemos ridiculizar todo sin fijarnos en el daño que provoca a otros por sus creencias, cultura, condición física, síquica o social? No todas las personas ni grupos reciben de igual forma la burla, debemos balancearla, no podemos caricaturizar lo que tiene profunda sensibilidad, reírnos en su cara y restregarle la broma puede tener diversas consecuencias, racionales e irracionales, según el momento. ¿Qué reacción provoca la ofensa verbal, la descalificación moral, religiosa, cultural, personal y social? Individuos, grupos, pueblos, religiones, tienen diversa característica, hay asuntos delicados que debemos tratar con respeto, la tolerancia es indispensable para convivir pero tiene límites, provocar y burlarse tiene límites; asumamos una actuación responsable, midamos las palabras y actos para no dañar a otros.
No podemos desconocer el Holocausto ni burlarnos de los judíos, ni descalificar a los musulmanes y menospreciar a los árabes, ni estigmatizar a quienes piensan diferente a nosotros, desde Occidente, que suele –equivocadamente-, considerarse dueño de la verdad, modelo “perfecto” a imponerse.
Franceses e ingleses, europeos blancos, occidentales, ¿cómo ven a quienes tenemos piel oscura y hablamos con acento, a los pobres e inmigrantes de Latinoamérica o África? ¿Por encima del hombro, por negros, árabes o latinos, los califican de “incultos” y “delincuentes”, los excluyen, se burlan de sus creencias y prácticas, las ven de menos? ¿Cómo discriminan?: noticias, videos, publicidad, empleo, caricaturas, chistes, miradas despectivas o indiferencia.
Lo acumulado durante siglos se enquista en el imaginario colectivo de grupos socioculturales y religiosos, desarrollan actitudes defensivas, predisposición ante el poder que agrede, trasladan prejuicios, miedos, resentimientos y odios de generación en generación, en la transmisión oral, elaboración ideológica y doctrinas que, interpretando esos sentimientos, las lesiones no curadas, reabiertas por intervenciones militares y agresiones diversas, moviliza, manipula e influye. La humanidad necesita “perdonar y olvidar” desde el respeto, la justicia y equidad, no “borrón y cuenta nueva”, sino actitud distinta, desde el poder, el colonialista, neocolonialista e interventor, y ante el agredido, que perdió su entorno originario y autodeterminación.
Comprendamos y asumamos que es posible un nuevo marco de relaciones, es urgencia, indispensable para la subsistencia humana en esta etapa crítica de extremismos, riesgos extremos y desigualdades, para romper el ciclo fatídico. No podemos burlarnos de creencias o referentes fundamentales del otro y permanecer inmunes, tenemos que ser cuidadosos para no manosear la fe, lo que otros creen, su manera de concebir el mundo, el presente y futuro, ritos y prácticas, principalmente aquellas colectivas asentadas en la identidad de los pueblos. Pasó cuando España derribó templos y ciudades, quemó libros, borró lo posible de las culturas de América; cuando Francia saqueo, con la “guillotina” extirpó cabezas y creencias en Haití dejando la mayor pobreza del Continente.
Los colonialismos europeos esclavizaron África, pisotearon a millones de personas, denigraron, fueron desarraigados de su tierra, esparcidos como esclavos por el mundo.
A veces hay que guardar silencio, Garcilaso escribió: “Sufriendo aquello que decir no puedo”; ni “diente por diente”, ni “poner la otra mejilla”, respeto y tolerancia, corresponsabilidad. No deshonremos a los individuos por color, estatus, discapacidad, religión, opción sexual o distintos, respetémonos, ciertas maneras de bromear ofendan con distinta gravedad, el “negocio de burlarse” tiene límites. No ridiculicemos pueblos, culturas ni creencias. Respetar al otro y tolerar, no responder la ofensa pequeña con una mayor, el daño pequeño con otro enorme, el golpe con un disparo, es indispensable para convivir en la diversidad contemporánea.