Gabriel Moraes,
cuentista
Alrededor del fuego, y leña que lanzan las provocaciones y errores de los seres con conciencia, hablaban con gran relación los mensajeros del Verbo que nunca muere:
Yo soy el sol-dijo un resplandor enorme como ver nacer una estrella-, mi deber es convertir el tiempo en día para que los hijos de la Creación no desvíen sus pasos del bien, y como un padre a su pequeño hijo lleva de la mano por el camino correcto, así conduzco por los senderos de la existencia al corazón humano, ya sea de hombre o de mujer. El mal y el bien están a la misma distancia de cualquier ojo, y aunque esté presente yo, o la luna con su hermoso cabello negro llamado noche; en la hora o en el minuto que sea, quien decide qué hacer es el alma que razona dentro de cada intención. La maldad es tan profunda como la oscuridad, la bondad tan infinita como la luz, yo soy apenas una pequeña partícula de ella…
¡Eso es cierto!-Interrumpió la verdad-, pero el desafío de cada cabeza y qué hacer, comienza en todos los momentos que tiene los pies sobre la tierra. Por supuesto que siendo niño y dueño del reino de los cielos, también alcanza el perdón entre los imperfectos; pero al abandonar esa edad tiene que responder por sus actos, como un árbol el dar fresca brisa, sombra y frutos. El sustantivo felicidad llega y se queda dentro de cada soplo de vida, simple y sencillamente al tan sólo amarse, amarse los unos a los otros; si se deja de amar, se deja de ser justo y sabio, olvidar el amor es hacerse cómplice de la injusticia…
Muy bien dicho-cantó una silueta, blanca como el ave que mando Noé y que aún más allá del final de los siglos porta en su pico ramitas de olivo-, mis alas y mi vuelo se acompañan de un himno universal cuando un tan solo hombre, entrega y derrama por el prójimo sus lágrimas; y todavía es más sublime el instante si es su aliento de vida el que muere, ofrenda sagrada que un ángel, como se pone el relámpago de oriente a occidente, jubiloso lo recoge en espíritu y lo lleva hasta Dios… Entonces me pongo contenta y por el aire extiendo mi alegría hecha un arco iris de plumas, porque a punto de extinguirse, surge la fe que no le teme a la muerte y que impulsa a los seres humanos a cargar la cruz de las decisiones trascendentales.
Mi gran anhelo es quedarme para siempre con ellos, vivir en medio de sus esfuerzos y trabajos, sentir la genuina sinceridad en cada rezo, en cada oración pronunciada con gratitud; volverme esperanza en la satisfacción de cada sentimiento compartido. Después de un diluvio de penas, dolores y tragedias, todo esto pasará, como mi blancura, pero mis palabras no pasarán, y el ser humano regresará de donde salió: Al Edén, a sembrar por primera vez el principio, y a recoger la cosecha de un nuevo destino para todas las criaturas vivientes… Por ahora, las manos de muchas personas injustas, llenas de pobreza y de oro egoísta en su corazón, esconden el horizonte y el mañana, en donde nace y brota el manantial y el manjar que quitan la sed y el hambre.
Yo no sé porque tanto discernimiento-dijo un genio emergiendo de una botella-, sí todo lo que sus pensamientos han hablado, lo experimentan y lo gozan los que han de volver al polvo; cada hembra o varón si desea reír, ríe, ríe libre como el viento; si quiere llorar, llora y los ríos del silencio abren sus brazos para consolarlo. En este valle de joyas, tesoros y oportunidades, los caminos que vuelven realidad los sueños ya están hechos; como lo demuestran los que acuñan el interés por sí mismos, y son optimistas aun yendo cuesta arriba. Ir hacia la riqueza o hacia la pobreza no está escrito bajo los pasos; harén, placeres y delicias, perlas, collares y ambrosías asoman por doquier, solo falta abrir el sacrificio y mover la voluntad hacia ellos. Si quiere enaltecer el espíritu, estar más cerca de su Hacedor, puede hacerlo si esa es su intención. Haga lo que quiera hacer, tiene el pleno derecho de sentirse realizado; como alma individual que es, a nadie ofende buscar su plena satisfacción, material o espiritual…
¡Eso y más puede disfrutar un hombre o algunos pocos-le interrumpieron al unísono los demás-, pero no la mayoría…!