Constantino Rojas Burgos *
Catedráticos de la justicia penal alemana proponen a José Mujica, decease presidente de Uruguay, para el Premio Nobel de la Paz 2014.
El galardón, según el testamento de Alfred Nobel, está dirigido “a la persona que haya trabajado a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz” en el mundo.
José o “Pepe” Mujica, como se lo conoce en al ámbito político, asumió la Presidencia el 1º de marzo de 2010, habiendo ganado las elecciones con respaldo del Frente Amplio con el 52 por ciento de los votos escrutados, en contra de Luis Alberto Lacalle, del Partido Nacional, su contendor electoral.
El presidente uruguayo tiene un pasado de guerrillero Tupamaru. Por su consecuencia política, tuvo que soportar 15 años de su vida en prisión, fue apresado cuatro veces y se fugó de la cárcel en dos oportunidades. Mujica salió de la cárcel y participó en la recuperación de la democracia en Uruguay a partir del año 1985, gracias a un decreto de amnistía por delitos políticos, comunes y militares.
En su vida política, el año 2004 fue elegido como diputado, luego senador por el Frente Amplio, obteniendo la votación más amplia del país y consolidándose como primera fuerza política del país. El 2005 fue designado en el cargo de Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca en el Gobierno del presidente Tabaré Vásquez.
Diríamos que Pepe Mujica es un presidente singular y excepcional, porque vive en una chacra en las afueras de Montevideo, con un estilo de vida sencillo y humilde para su condición de mandatario del país, dedicado al cultivo de flores y hortalizas como actividad económica a lado de su esposa Lucía Topolansky, primera senadora de la nación, integrante del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaru y que fue también víctima de la prisión y de la tortura y que, además, comparte el estilo de vida de su esposo con sencillez.
El Presidente uruguayo, como característica personal, nunca utilizó corbata ni traje a medida —ni siquiera para cumplir el protocolo– y tiene preferencia por un atuendo informal. Su estilo de vida austero está reflejado en el uso de una peta Volkswagen tipo escarabajo, modelo 1987 como medio de transporte, no usa twitter ni correo electrónico, no tiene tarjeta de crédito ni cuentas bancarias. Mantiene como conducta el rechazo a la riqueza individual y al consumismo exagerado que incentiva la sociedad de mercado. Es el único Presidente de América Latina abiertamente ateo “No tengo religión, pero soy casi panteísta, admiro la naturaleza” asegura Mujica.
El sueldo que percibe Mujica es de 12 mil dólares al mes y señala que “gana más de lo que necesita”. Bajo esa lógica —como ningún otro mandatario en América Latina—, dona el 90 por ciento de su salario para obras de caridad y la lucha contra la pobreza. Es parte de su política de gobierno construir viviendas con el aporte de su salario mensual y la venta de propiedades del Estado que se encuentran en desuso.
Por estas circunstancias, se dice que Mujica es el Presidente más pobre del mundo y frente a esa percepción niega esa apreciación. “Yo no soy pobre” señala, “pobres son los que precisan mucho para vivir, esos son los verdaderos pobres, yo tengo lo suficiente”. “Gano más de lo que necesito”, insiste.
Ésa es la imagen de un personaje público, de un hombre sencillo y austero que para los 115 docentes criminólogos, catedráticos de la justicia penal alemana debe ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2014. Hacemos votos para que sea así.
*El autor es periodista y docente universitario