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Nos imponen la guerra

Iosu Perales

Ucrania es un país soberano. Como cualquier otro país, debe ejercer esa soberanía con responsabilidad. No en vano, el vuelo de una mariposa en China puede convertirse en ciclón en los mares de Oceanía. Es sólo un ejemplo extremista para destacar que vivimos en una globalización inter conectada. Es así que la soberanía de Ucrania debe ser compatible con la seguridad de Rusia. Es un equilibrio necesario que nadie, unilateralmente, debe romper. ¿Se utilizaría el concepto de soberanía si Venezuela accediese a desplegar misiles rusos en su territorio? Hay una pregunta que sigue en el aire y que tal vez nunca conozca la verdad: ¿Se comprometió Occidente a no cercar a Rusia con la ampliación de la OTAN hacia el este? Puede que fuera un sobrentendido carente de un documento firmado. Pero hay documentos desclasificados que contienen una respuesta afirmativa. En cualquier caso, la verdad es la primera víctima de la guerra. Lo que es cierto es que este asunto, junto con otros, está en el origen de la invasión y la guerra.

De entrada, hay que recordar que es Putin quien ha ordenado la invasión de Ucrania, no el pueblo de Rusia. Es una obviedad que debería bastar para detener una rusofobia lamentable. Si queremos lograr que el odio mutuo entre Rusia y Europa se instale en nuestras vidas, lo vamos a conseguir. Pero será como darnos un tiro en el pie.

Directores de cine rusos han visto la suspensión de sus películas, compositores clásicos como Chaikovski han sido prohibidos, estatuas de ilustres rusos y rusas removidos, concertistas suspendidos, comercios con letreros rusos atacados en Barcelona.. todavía veremos que algún imbécil promueve el boicot a la ensaladilla rusa. Antes, no mezclar el deporte con la política era un principio, ahora se cambia el principio y se buscan deportistas de origen ruso para sancionarlos. ¡Genial¡ La UE está éticamente por los suelos. La rusofobia no es prudente y puede lograr el efecto contrario: que la gente común rusa se alinee con el dictador. La verdad pide señalar al culpable, no sacar el ventilador y acusar a Tolstói.

La verdad ha sido ya anulada por la guerra mediática. La comunicación es un arma de guerra. Y lo sorprendente es que muchos profesionales de los medios parecen aceptarlo, no se rebelan. Los dos bandos mienten y sostienen narrativas manipuladas. Nos han cerrado el canal Russia Today y no pasa nada. ¿Es que acaso somos menores de edad? La libertad de expresión también se ataca en la Unión Europea. Que Putin, ex jefe de la KGB, lo haga, nada me sorprende. Que lo hagan los medios y gobiernos occidentales tampoco me sorprende aun cuando se presentan como adalides de la libertad de expresión. Lo que funciona y cada vez más entre nosotros es el pensamiento único. Así se explica la retirada temporal del coronel Pedro Baños de los platos de televisión, tras denunciar que se está imponiendo un pensamiento único, además agresivo, contra los que piensan diferente. Lo estamos comprobando una y otra vez, no caben matices, ni siquiera es aceptable contextualizar la guerra.  Lo que está pasando no coincide con la idea oficial de mundo libre. Muy pocas voces se deciden a hablar de la horrible represión del gobierno de Ucrania en la región del Donbás a partir de 2014, donde murieron más de 14.000 personas, según estimaciones de Naciones Unidas, la mayoría de habla y origen ruso.

Para mí modo de pensar el no a la guerra es un principio que no cabe negociar, como no cabe hacerlo con la muerte de miles de inocentes o el bombardeo sobre hospitales. No hay idea o aspiración de cualquier tipo que merezca una guerra. La paz es el camino, y las herramientas son el diálogo, la negociación, la diplomacia. Pero debo reconocer que mi idea de que el no a la guerra no debe contaminarse ni distraerse con otras consignas, está perdiendo utilidad. El no a la guerra no está apenas presente en los medios, y en la sociedad hay poca fuerza para imponer la consigna. Mientras, no faltan narrativas interesadas del conflicto. No quiero decirlo, pero el no a la guerra está desbordado por la propaganda y el ardor guerrero que incluye una rusofobia nada edificante para el alma europea.

No me alineo con ninguno de los tres actores principales de esta barbarie. Primero porque mi espíritu libre es más fuerte que el gregarismo, segundo y sobre todo porque me parece un error histórico el hacerlo. El culpable principal de esta guerra es Putin. Para mí, debe ser el primer responsable a juzgar por la Corte Penal Internacional. Pero Zelenski no es una simple víctima. Logró una amplia victoria electoral en abril de 2019. Pero en lugar de aprovechar su presidencia para calmar los gritos de guerra en la región, la aprovechó para echar leña al fuego con represión y más represión contra las comunidades prorusas del Donbás. De paso prohibió partidos políticos y promocionó otros neonazis.

Frente a la invasión rusa lanzada por Putin, Zelenski tenía un as en la manga: la participación de la OTAN en una confrontación bélica contra Rusia. Pero la OTAN le ha fallado a Zelenski. Occidente ha tomado nota de que algo así supondría la tercera guerra mundial. Ahora rebaja su petición y pide que se active su integración en la Unión Europea.

La propaganda dice que la UE aceptaría este ingreso de Ucrania, pero veremos a la hora de la verdad. Si ya fue un error mayúsculo la incorporación de países dudosamente democráticos, Polonia, Bulgaria, Hungría… solo faltaría la entrada de Ucrania, asegurando así nuevos conflictos para Europa. Otro tiro en el pie. Zelenski va a lo suyo, pero es un inconsciente. Si ya la EU es un enano político la entrada de Ucrania daría un giro a la derecha del proyecto europeo. Si es que hay proyecto.

Volviendo a Zelenski, el amor al pueblo no se demuestra enviando a una guerra de manera obligada los hombres de entre los 18 y los 60 años.  Tal vez el amor al pueblo hubiera podido pasar por quitarse de en medio, como presidente. No es presentándose de macho alfa prefabricado con su camiseta militar, sino reconociendo su fracaso de  no haber hecho todo lo posible por evitar la tragedia en la que un país entero pone los muertos. No se trata de manipular emociones para propagar una guerra en la que mueren los de siempre, sino de promover puentes para el entendimiento.

Lo primeo que debe negociarse con urgencia es el alto el fuego y un armisticio. Cada muerte de un civil es un fracaso para la sociedad mundial. Lo segundo la desmovilización militar de ambos bandos. Pero esto último no ocurrirá mientras no se de a Putin una salida digna (por ejemplo, la neutralidad de Ucrania). No hay otra si no queremos una guerra prolongada y, lo que es peor, nuclear. Habrá voces que nieguen esta posibilidad anclados en el dogma de que a Rusia (no sólo a Putin) hay que infligirle una derrota militar. No, ni todo el ardor guerrero junto servirá para doblegar militarmente a Rusia. Se me dirá que para eso están las sanciones, pero aparte de ser útiles para que unas elites se enriquezcan aún más, ¿servirán para que Putin enarbole la bandera blanca? Parecemos tontos. Rusia está entrenada para vivir en precario durante décadas. Sin embargo, todas las alarmas se encienden en Europa ante la carestía del gas, del petróleo y en general de todos los productos básicos. Las sanciones ya funcionan de maravilla contra nosotros mismos. Más tiros en el pie. Además, van acompañadas de una rusofobia despreciable. Y lo peor de todo sé que quieren hacernos creer que lo que tenemos que pagar en coste económico es inevitable. Y que la rusofobia es un daño colateral.

Estados Unidos se frota las manos. Con el concurso del dictador Putin, ya nos tiene sumidos en la incertidumbre nuclear y metidos en una crisis económica y social de campeonato. EEUU y Rusia en su particular confrontación que se disputa en terreno europeo, buscan debilitarnos y garantizar nuestra debilidad.

Cuando hace 30 años colapsó el mundo soviético, Estados Unidos quedó como el gran poder universal. Tenía el control de todos los resortes que hacen funcionar el planeta. Había resultado vencedor frente al comunismo y hasta quiso vender a la sociedad mundial el fin de las ideologías, el fin de la historia. Pero Estados Unidos y la Unión Europea a rebufo, se equivocaron y quisieron aprovecharse de una URSS que se desmembraba y de una Rusia sumamente débil que sufría dislocaciones territoriales de países que huían de la influencia de Moscú. Lo que hicieron es reclutar para la OTAN a países ex comunistas que pronto formaron un cerco amenazante contra Rusia. Europa, una vez más cayó en la trampa norteamericana y en lugar de construir una seguridad con Rusia lo hizo contra Rusia.

Para esta operación pronto se difundió el principio de soberanía que justificaba los movimientos anti rusos de cada nuevo país en la OTAN. Sencillamente se proclamaba su derecho a romper el frágil equilibrio mundial. Algo que puede ser posmoderno pero que no puede funcionar en una globalización que conecta cada movimiento con otros. De todos modos, nunca la soberanía vale una guerra. Eso sí, creemos que el género humano es capaz de hablar y de entenderse. Claro que, si pensamos que esto es la guerra de todos contra todos, estamos perdidos. Hace quince o veinte años, ayer, ucranianos y rusos vivían entremezclados, con muchas familias mixtas. Una vez más, quienes detentan el poder atizan la división y el enfrentamiento. Ya ocurrió en los Balcanes.

Vladimir Putin, Volodímir Zelenski y Joe Biden, han elegido la guerra como escenario de sus disputas, “que se maten ellos, dice un mural en la antigua estación de autobuses en Iruña”. Es cierto que en el presidente ruso recae la enorme responsabilidad de una invasión que destroza la legalidad internacional. Putin está haciendo una enorme contribución a un mundo caótico, violento hasta el extremo, donde la ley de la selva y de los fabricantes de armas mandan más que los políticos. Sus bombardeos indiscriminados y sus amenazas nucleares son condenables sin matices. Es la población civil la que más paga. La que más sufre. Y es por eso que ayudar a que la ciudadanía se defienda con armas defensivas es una idea correcta si eso sirve para hacer ver a la poderosa Rusia que ante una resistencia numantina es mejor negociar. Pero he de decir que esta idea me conduce al reino de las dudas, sobre todo al saber que, ahora sí, la UE quiere enviar armas ofensivas al ejército ucraniano. Yo en esto último no estoy de acuerdo para nada. ¿Por qué no enviar propuestas de paz, en lugar de armas? Me temo que el viaje a la derecha de la UE tiene mucho recorrido. Monnet, Spinelli, Simone Veil, Spaak y los demás pioneros de la unión europea, han muerto.

El que se frota las manos haciendo un balance de beneficios es el que tiene regadas por el mundo cerca de 800 bases militares en más de setenta países. Adivine de quién se trata.

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