Víctor Corcoba Herrero
Alo mejor tenemos que empezar a vivir seriamente por dentro para reencontrarnos al menos liberados de comercios corruptos. Lo decía Gandhi, sickness “no se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, view en un momento determinado, check desarrollar nuestra libertad interna”. En efecto, si uno no tiene la libertad interior, ¿qué otra libertad puede conquistar?. Por desgracia, cada día los ciudadanos somos menos dueños de nuestra patrimonial existencia. Hay que hacer algo por ser poseedor de sí. Cuando menos pensarlo. Población que no cultiva el intelecto, para empezar difícilmente puede vivir.
Efectivamente, la vida es un patrimonio que hemos de vivir en relación con los semejantes, de manera libre y responsable, en correspondencia con los intereses comunes, no con los privilegiados como viene sucediendo hasta ahora. Lo decía Albert Einstein, “solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida”. Y así es, hemos de adaptarnos a vivir en colectividad, adoptando el más alto nivel de ética y sentido social. Sin duda, Naciones Unidas es el foro perfecto para consensuar horizontes y estructuras más allá de las diferencias existentes. En este sentido, es preciso contraponerse a los intereses económicos miopes y a la lógica del poder de unos pocos. Su manera de actuar por si misma ya fomenta la exclusión. Disgrega sin miramiento, donde tiene que haber todo lo contrario, mayor unión. La situación que estamos viviendo, aunque esté directamente relacionada con factores financieros y económicos, es también consecuencia de una fuerte crisis de convicciones y valores. Debemos tener presente, que toda persona pertenece a la humanidad, y como tal, se merece la esperanza de un futuro mejor. Tampoco podemos acotar la libertad de movimiento. Verdaderamente causa espanto, y auténtico bochorno los intentos de salto de la valla de Melilla. Los flujos migratorios van a ir creciendo, pero esto a mi juicio no justifica las operaciones de violencia utilizada, que son, en todo caso, incompatibles con los derechos humanos.
Indudablemente necesitamos ser más persona, más ciudadano del mundo, y por ello, emigrantes y refugiados, indefensos y marginados, no pueden considerarse un producto de desecho sobre el tablero de la humanidad. No son peones o burros de carga. Cuántas víctimas de poderes corruptos deambulan por el mundo, sin que nadie les tienda una mano; porque a esta generación, sí la nuestra, le falta un genuino espíritu de profunda solidaridad y compasión. Las vallas de Melilla son el claro ejemplo de la cultura del rechazo, cuando debiera activarse la cultura del encuentro, de la hermandad en el mundo. Naturalmente, la vida no es para que la vivan unos pocos en detrimento de otros. Por eso la importancia de darle sentido, no en vano tenemos el deber de amarla, con todo lo que eso conlleva de misión armónica entre el cuerpo y el espíritu. En consecuencia, uno jamás debe darle la espalda bajo ninguna razón. Téngase en cuenta que vivir no es solo respirar, es obrar con coraje y decencia, y después dejemos, -como decía Molière-, que los murmuradores digan lo que les plazca.
Desde luego, nos iría de otra manera dejándonos escuchar por dentro. Los obstáculos a la vida, en muchas ocasiones, nos los ponemos nosotros mismos. En lugar de buscar el bien colectivo, seguimos con la testarudez del poder, del éxito, del beneficio a cualquier precio.
Hay otros caminos de liberación, por donde transita el infalible amor, que no es seguir nuestras ciegas pasiones egoístas, sino la de la capacidad de discernimiento para escoger aquello que es un acertado camino para toda la humanidad.
*Escritor