Kike Zepeda
Escritor y poeta
Colaboración
Latinoamérica comparte un puente exquisito con el que transitamos a diario, nuestra lengua el Español, nos convierte en una comunidad de 599.405.122 personas hablantes, es decir, el 7,5% de la población mundial para el 2023, según cifras del Instituto Cervantes.
Su expresión más exquisita descansa en sus letras. De una comunidad tan extensa y con una mezcla tan variada, a razón de conquistas e invasiones, no debe extrañarnos que sus producciones literarias sean igual de extensas y variadas.
Desde Ecuador, uno de los autores más importantes para el siglo pasado fue Jorge Icaza, su libro “Huasipungo” es una apasionante y terrible historia de la explotación y los explotados a principios del siglo XX, una realidad compartida desde aquellos días compartidos con El Salvador.
Este año y como uno de los invitados internacionales que forman parte del Festival Internacional de Poesía del Gran San Salvador “Azul Indefenso”, promovido por el Proyecto Editorial “La Chifurnia”, nos visita el poeta ecuatoriano Agustín Guambo (1985).
Agustín ha sido fundador del proyecto anarkoeditorial Murcielagario Kartonera y del Festival Internacional de Poesía de Quito Kaníbal Urbano, otra de las características que actualmente unen al territorio latinoamericano, dado el cierre de espacios para la difusión de nuevas voces.
Kike Zepeda-¿Cómo te encuentras en este momento en tu vida?, ¿Qué expectativas tienes al ser invitado a un festival internacional de poesía promovido por otro proyecto editorial alternativo?
Actualmente me encuentro estable; es decir he podido encontrar equilibrio, algo que es necesario para el oficio de la literatura. No tengo expectativas, solo ganas de aportar. Como has señalado, fundé un proyecto súper marginal, Murcielagario Kartonera, junto con otros amigos y amigas, nunca fue con expectativas, solo nos movía la fe en la poesía. Entiendo y conozco por esto el esfuerzo que conlleva, la lucha hercúlea que implica hacer cualquier proceso de gestión cultural en nuestros países y más desde lo autogestionado. Con Murcielagario pasamos de ser un proyecto anarkoeditorial a un festival, que llegó a tres ediciones y que pudo congregar a muchas voces, entre jóvenes promesas, eternas promesas y presagios (risas). Y aunque es un lugar común decir que es ingrato el rol de gestor cultural, también te regala momentos que abrigan el corazón. Por ejemplo, para mí, brilla en mi memoria el poder haber llevado a Ecuador a Pancho Casas (Chile), compañero de lucha de Pedro Lemebel en las Yeguas del Apocalipsis; así como haber podido homenajear a un poeta fundamental para mi país, aunque pocos lo nombren, como es Raúl Arias, parte del movimiento Tzántzico.
KZ-Guambo, además, ha publicado cuatro libros de poesía. Un aporte importante para un país que ha dado poetas de la talla de Rubén Astudillo y Astudillo (1938-2003), César Dávila Andrade (1918-1967) o Iliana Espinel (1933) por sólo mencionar algunos ejemplos, ¿Cómo se encuentra la poesía ecuatoriana en este momento?
Yo me fui hace mucho del país, actualmente no mantengo cercanía con casi ningún poeta de allá, eso te puede hacer intuir un panorama. Espero que esté bien, de lo que recuerdo había gente valiosa opacada por gente que quería ser famosa, como en todo tiempo.
KZ-El mundo actual es un mundo que nos permite cruces infinitos. ¿Te sientes identificado con la tradición literaria de tu país? o, por el contrario, ¿Te sientes enriquecido por otros horizontes fuera de sus fronteras?
Con la tradición o se está con ella, lo que te hace tradicionalista, o se está contra ella, lo que te hace sentir solo y, personalmente, a medida que voy envejeciendo es lo que más me pasa. Creo que simplemente me siento identificado con la buena literatura, sea de dónde sea, venga de quién venga. Ahora bien, sí hay un lugar natal al que uno siempre retorna, que es diferente a las fronteras y banderas, ese lugar para mí es el páramo andino. Esa es mi pequeña patria.
KZ-En tu biografía destaca un posgrado en antropología: ¿cómo compartes las herramientas que nos cede la antropología con tu escritura como poeta?, ¿pesa más el poeta o el antropólogo en Guambo?
A mí los procesos y metodologías antropológicas me han sido de mucha utilidad poética al momento de crear mis libros. Considero que un libro es más que una reunión de textos, es un proceso que requiere mucha investigación, conocer el “territorio”, sus capas, sus grietas. Solo desde el estar ahí puedes crear una textualidad compleja que rinda culto a tu cotidianidad, no es lo mismo ser que parecer en ese sentido. Es hora de los textos transfronterizos, híbridos, sin duda. Pero también me he dado cuenta que muchos han confundido, como dice un personaje de Adoum en su novela, Entre Marx y una mujer desnuda, “hacer el amor con estar enamorado” y por eso piensan que escribir poemas es hacer poesía. Me considero un poeta-investigador.
KZ-Por último: ¿qué proyecciones tienes a futuro?, ¿nuevos libros?, ¿proyectos en la antropología?
Ahora mismo estoy con mi último libro, MachineHead (rito urbano de mestizaje). Lo trabajé durante seis años, entre el proceso de investigación, escritura, reescritura y edición. Es un trabajo que engloba y universaliza el proceso de autoreflexión sobre lo andino y lo indígena y me posiciona como sujeto político dentro de este campo de acción heredado.
El tiempo que he estado por centroamérica me ha servido para comenzar a trabajar un par de ideas, una que tiene que ver con procesos migratorios, he podido visitar ciudades fronterizas, pues como decía, etnografiar es parte de mi idea de hacer poesía, no solo basta con “lo emocional”, sino cuenta también poder decir estuve ahí, sentí desde el respeto y la empatía las historias que van regando miles de personas mientras avanzan en su viaje; el otro proyecto tiene que ver con los oficinistas (yo mismo fui uno), me interesan aquellos ciegos centinelas del capitalismo.
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