César Ramírez Caralvá
Escritor y Fundador Suplemento Tres mil
Parece una condición sencilla, anodina, ingenua e infantil. Las reuniones de diversa naturaleza conservan el sentido de una coincidencia de objetivos diversos, sin olvidar que las reuniones infantiles eran eventos de sorpresas, conocer el mundo, creer en historias legendarias, inventar juegos, compartir experiencias insólitas, era el convenio de las aventuras por territorios fuera de la ciudad, en esas pequeñas conjunciones surgía una amistad vecinal que poco a poco afianzaba la confianza, un sencillo puente que deposita en terceros una alianza vital.
Las reuniones con el tiempo se fueron transformando de colegiales, universitarias, sociales, políticas.
El sentido de confianza en las reuniones es el verdadero espíritu del encuentro, compartir experiencias nos ayudó a diferenciar las pláticas de la calle con realidades, distinguir esos abismos fue decisivo, los amigos forman y deforman, se aprende con ejemplos pero también con la observación de la época, en nuestra nación hemos vivido siglos en pocos años, la guerra civil fue un acelerador de tiempo histórico, el contenido entonces era diferente, extrañamente aún en los peores momentos existía un espacio de aventura clásico, el pensamiento transcurría entre bueno-malo, luz-tinieblas, héroe-villanos y mixtos… sin embargo la sangre, el rostro de la violencia descubrió al demonio oculto en nuestra sociedad, ya no éramos ángeles terrestres, en la guerra el infierno fue nuestro hogar, acontecía de todo y un día en aquellas reuniones descubrimos el acontecimiento de la paz.
La vida continuó bajo ese signo, reunirnos se transformó de nuevo, ya no era el Golpe de Estado, la Toma del poder, el asalto al cielo por las armas, la liberación de los esclavos del infierno, de pronto empezamos a soñar con la democracia, curiosamente pasaron décadas y los encuentros se tornaron extraños, abandonamos las coincidencias, años después pocas personas se reunían, todo se transformó en red social, ahora una persona tiene miles de “amigos” que no conoce, otros centenares responden a un llamado sin el café de intermediario, nadie lee más de 150 caracteres, tampoco se puede verificar lo verdadero o falso, pero cuando fallece un amigo o amiga, menos de media docena de sus millares de seguidores acompañan a su familia, si solicitan solidaridad por buenas causas se observa un gran silencio.
Disfruto de las reuniones por un mundo diferente, anécdotas, aspiraciones, logros, la poesía en la palabra clásica, el universo por descubrir o la realidad de otro mundo verificable en avistamientos diurnos en San Salvador.
Nos vemos en el café y espero no sea mi funeral… uno nunca sabe.
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