Tomado de El GARA
Una vida no cabe en una conversación. Mucho menos, la de Miren Odriozola: miembro de ETA, presa, militante del movimiento obrero, feminista, e internacionalista en El Salvador. Fue pareja de Pakito Arriaran en Venezuela, Nicaragua y El Salvador. Quien quiera saber más, que acuda a la biblioteca: “Le llamaban Laura” “(Txalaparta, 2016).
– A principios de los 80 tenías una trayectoria; en ETA, en la cárcel, en la fábrica Artiach, en el movimiento obrero, en el feminismo… ¿Por qué ir a El Salvador con 36 años?
Eran otros tiempos y la situación también era otra. En los años 60-70 pasaron muchas cosas en el mundo. Cuba, Vietnam, mayo del 68 francés, Nicaragua… Y en el País Vasco esas décadas también fueron tremendas. Ahí crecimos y nos educamos, y el internacionalismo también estaba presente. Yo quería ver lo que era el socialismo, y ir a Rusia era difícil. Al principio pensé en Cuba, pero podía ir a estudiar solo y para eso no tenía dinero. Mientras tanto fue la revolución de Nicaragua.
– En cambio, la primera escala la hizo usted en Venezuela.
Tenía unos amigos en Venezuela y me fui allí, con la intención de ir luego de allí a Nicaragua. Allí conocí a algunos vascos de aquí, refugiados y, entre ellos, a Pako.
– Pero, al final, El Salvador.
Para entonces ya había comenzado la guerra en El Salvador. En Caracas vimos un documental que nos creó una pasión así. Paco dijo que “yo tengo que ir a esas montañas, a ayudarles y a aprender”. Y a mí también me entraron ganas. Pero antes pasé un año en Nicaragua.
– En Managua también estuvisteis Pakito y tú juntos.
Sí, nos veíamos, casi clandestinamente.
– ¿Cómo era entonces la guerra?
Hacia 1981 la guerrilla comenzó a entrar en pueblos pequeños y no tan pequeños. Así controló una amplia zona de las montañas de Chalatenango.
– En una penetración así hirieron a Pako.
En los periódicos de Nicaragua se exponían diariamente los acontecimientos de El Salvador. Y en el 82, antes de Navidad, en la noticia de la toma de La Laguna, vi una foto: un herido y dos enfermeras. Ahí estaba Paco. Yo entonces estaba haciendo el curso de ingreso al personal sanitario y me dijeron que estaba vivo, “ni bien ni mal”. A mí se me encendió algo porque lo vi en el suelo en la foto y pregunté: “¿Le han amputado la pierna?”
Me quedé contenta, porque estaba vivo, pero en los días siguientes empecé a mirar las piernas a todos en la calle. ¿Cómo se las arreglaría? Le gustaba mucho el deporte, bailar, la pelota, el fútbol… ¿y ahora?
– ¿Conseguiste entrar?
Me dijeron que querían salir fuera, pero que era difícil, y que él no quería. Me preguntaron si quería verla, y luego me preguntaron qué pensaba hacer. Les dije que quería verlo y luego entrar. “Él no lo sé, pero yo iré dentro”, les dije.
– ¿Qué encontró en las montañas de El Salvador?
Tardé casi un mes en llegar al campamento donde estaba Pako. Estaba en el hospital de la guerrilla. Bueno, el hospital… era una casa vieja un poco arreglada. Encantados ambos por el reencuentro. «Dame una linterna, que quiero saber si es ella», decía.
– ¿Qué estuvo haciendo en la guerrilla?
Estuve un mes o menos en aquel hospital como enfermera. Un día me dijeron que tenían que coger un pueblo y que tenía que estar en el puesto médico. Fue mi primera salida y nos tocaron dos amigos con las tripas agujereadas. Murieron por falta de sueros, muy jóvenes.
– Con el tiempo también te dieron responsabilidades.
Sí. Unos días después de la muerte de aquellos dos jóvenes descubrimos que había 20 litros de suero escondidos en un tato [escondrijos de montaña para guardar material]. Imagínate… Entonces me pusieron a mí a organizar la logística. Más tarde me pusieron como responsable del hospital de San Juan.
– Entre escapadas y disparos, ¿había espacio para el amor?
Pocos, pero algunos sí. Llevaron a Paco al campamento de logística. Y él organizó la logística de armas. Él no quería salir. Y entonces, de vez en cuando tenía permiso para ir a verla. Pero muchos no, estábamos en plena guerra.
– Y, en un momento dado, la muerte.
Cuando el ejército cambió su estrategia nosotros estábamos en el hospital de San Juan y nos llegó la orden de coger a todos los heridos y trasladarnos a otra zona. Sin ayuda, montaña abajo; nos costó muchísimo. Fuimos a ver a unos milicianos [ayudantes civiles de la guerrilla] que allí vivían, buscando escondrijo para los heridos. Luego subimos a una montaña que se llamaba Chichilco. Allí, una mañana, en el monte del otro lado, llamado Zapotal, oímos un tiroteo. Entonces mataron a Paco y a otros seis. Pero nosotros todavía no lo sabíamos.
– ¿Cómo le dieron la noticia?
Se fue el ejército, por fin, y por la tarde vinieron dos personas, una catalana y otra vasca. Ellos me dijeron: “Creemos que Paco está herido”. No me lo creí, porque tenía toda la información de las armas y decía que no le iban a coger vivo. Siempre andaba con una granada.
-FALLECIMIENTO
«Me dijeron: «Creemos que Paco está herido». No me lo creí porque tenía información de las armas y decía que no lo iban a capturar vivo «.
Al día siguiente supimos dónde había sido todo y me di cuenta de que había sido el tiroteo que habíamos visto. Al parecer, una gente que estaba allí prendió fuego y los del ejército se dieron cuenta. Los del Atlacatl eran, además, los batallones más sanguinarios. Empezaron a peinar la montaña y allí les cogieron. A Paco le mataron primero el caballo y luego se le rompieron las muletas. Con él estaba la cocinera; quería quedarse allí, pero Paco le dijo que se fuera. Se quedó solo y no sabemos más.
Días después me dijeron que estaba enterrado, pero yo dije que quería ver el lugar. Fuimos a no sé cuántos días, y no estaba enterrado; me mintieron. Ahí estaban sus ropas y sus huesos. Los enterramos y le cantamos el “Eusko Gudariak” y el “Internacional”. No podíamos hacer otra cosa.
– No sería fácil volver a Euskal Herria Me dijeron que tenía que venir a hablar con los padres de Paco. Para mí era genial decírselo a sus padres, fue muy duro.
– Cuenta que percibió el País Vasco cambiado.
Todo cambió en seis años. No entendía muchas cosas. La mentalidad cambió; antes vivíamos alquilados en pisos cuatro, cinco, seis personas, y ahora todos comprando casas, haciendo planes de vacaciones, cambiando coches… quería volver a coger el avión.
– PAKITO ARRIARAN
«En seis años todo cambió mucho. Yo dormía allí en el suelo, y aquí todo era prosperidad. Yo cambié mucho, y esto también cambió, pero cambiamos en la dirección contraria «.
– Tú también habrás cambiado en esos seis años.
Un montón. Yo venía de dormir en el suelo, de la falta de comida, de vivir con una mochila pequeña. Y aquí venía y todo era prosperidad. Comida sobrante y para perros. Fue un choque tremendo. Yo cambié mucho, y esto también cambió, pero cambiamos en dirección contraria. Estuve aquí seis meses y luego volví.
– ¿Cómo terminó la guerra?
El ejército estaba cada vez más duro y fuerte. Pero también la guerrilla. Parecía un empate técnico. Entonces, en el 89, la guerrilla preparó “Última ofensiva hasta el tope”. Se trasladaron a la capital, mantuvieron prácticamente rodeada la Casa del Presidente, pero no lograron neutralizar la aviación, lo que frustró la ofensiva. Pero los americanos se asustaron y dijeron “a negociar”. Entonces empezaron en serio, y firmaron los acuerdos de paz en enero del 92.
– El enlace con El Salvador no acabó allí.
A mí en 1988 me sacaron fuera a hacer un trabajo y cuando pasó todo esto yo estaba fuera. Me dio pena, pero también había que hacer el trabajo fuera. Volví en el 93 porque el trabajo estaba en todas partes. Estaban rotos los caminos, las casas… todo. Me dediqué a la sanidad.
– Has estado yendo y viniendo.
Mi madre estaba vieja; hasta entonces la habían cuidado mis hermanas, y a mí me tocaba. Luego también estuve con la cuenta de Udalbiltza [fue concejal en Azpeitia, y fue procesado en el “caso Udalbiltza”]. Cuando salimos libres en el juicio, el Frente tenía ganadas las primeras elecciones y me propusieron ir con una ONG de Bilbao a trabajar en el ámbito de la salud mental.
– En una década, del triunfo del Frente al actual pseudo reino de Bukele. ¿Cómo ha ocurrido?
Da tristeza, mucha tristeza. Bukele estuvo dentro del Frente. Era un tipo joven, que andaba muy bien los medios y las redes, pero él hacía lo que quería. El frente lo derribó y entonces él dijo, “¿Ah sí? Pues ahora yo “.
– ¿Es más difícil el internacionalismo hoy en día?
Para mí el internacionalismo es la colaboración entre los pueblos, el amor a los otros pueblos. Saber que no eres más que el otro.
Nosotros fuimos allí, primero a aprender de ellos y luego, a ayudar cuando se podía. En El Salvador mataron a más de 150 internacionalistas. Las cosas han cambiado, han cambiado las ideologías, hoy somos más individualistas, pero también hay gente que se mueve. Afortunadamente.
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