René Martínez Pineda *
Si tan solo pudiera volver, buy cialis cialis volviera sílaba a sílaba, buy viagra palabra a palabra, consigna a consigna sobre las sombras dejadas debajo de la suela de mis pies para ir hilvanando el paisaje de lechos y luchas, y de cuerpos-sentimientos hermosos e intocables como los asesinados en las gradas de una catedral vociferante; si tan solo volviera a aquel paisaje que la nostalgia pone gris para deshacer el maleficio que me ata las manos. Si tan solo pudiera volver, volvería para des-secuestrar la avenida-reloj que no distingue entre el antes y el después y el ahora… y entonces eso sería como volver con un rescate irreal, eso sería como volver después y solo, solo y después, solo y solo, y en ese titubeo de seguro olvidaría algo y a algunos. En esa avenida-ojos, si está secuestrada y no hay quien la des-secuestre, los pasos no tienen rostro y el rostro no tiene ganas de querer conocer la razón filosófica de los “te quiero” que se merece esta avenida-amor, aunque la historia enseñe que para muchos el “te quiero” sólo dura dos o tres minutos porque para conocerla más no tienen tiempo.
Si tan solo pudiera volver correría a des-secuestrar esta avenida-mujer que, usando sus mejores armas de seducción y técnicas de desnudamiento, me hizo cometer el pecado mortal y delicioso de la gran conciencia… volvería y la des-secuestraría, pero no me tientes de nuevo, no me tientes ni me tiendas, porque si nos tentamos y tendemos no nos podremos olvidar de que la palabra más mala que nos dijimos fue: adiós, y de que el mejor orgasmo que tuvimos no pasó de la antesala, fue un ensayo fallido, un calendario sin año nuevo. Pero el futuro no es una página en blanco, es una fe de erratas que no debemos dejar que sea una fe de ratas. Y es que de vez en siempre es bueno ser consciente de que hoy, de que ahora, estamos elaborando a mano la nostalgia que descongelará algún futuro.
Si tan solo pudiera volver, volvería para des-secuestrar esta avenida-militante en la que hay muchos ayeres, pero no hay hoyes ni mañanas. Pero la conciencia es necia y cierro los ojos para ver lo que imagino, para disuadirme por aclamación popular, porque hoy no es, ni puede ser, ni será la muerte en ninguna de sus versiones humanas y animales. Allá: la hormiga dando tumbos porque el peso del bulto es más grande que el paso del tumulto; aquí: mi movediza sed de ti y la luna en cuarto creciente sigue inmóvil. Des-secuestrar esta avenida-utopía es pretender convertir el reloj en un cangrejo para que todo esté como antes del último antes: el cielo tan desamparado y sangre; la soledad unánime de siempre tan íntima y coagulada; la luz de las luciérnagas es devorada por las serpientes y entonces sentimos o comprendemos cuánta falta nos hace a todos. Si tan solo pudiera volver, volvería para des-secuestrar esta avenida-infierno para que todo esté como antes de tu cuerpo sin nubes, ni eclipses; para que los funerales vuelvan a la normalidad de los ataúdes habitados; des-secuestrar la avenida-velorio para que la anunciada estación ferroviaria de la justicia no siga clausurada; o para que tenga la fuerza suficiente y poder vencer el pánico de no saber caminar y no saber alejarme del odio yendo hacia él.
Si tan solo pudiera volver, volvería para des-secuestrar esta avenida-bomba de contacto que en ese ayer, al ser puesta en el lugar exacto, dejaba destruido el mal social y dejaba descifrable el código de lucha, como verdad caída inopinadamente -una gota empecinada- de los olvidos de la memoria.
Pero hoy no es, no puede, ni debe ser la muerte sin cadáver. Des-cierro los ojos para convencerme. Sigo en pie de lucha por necio, por latido, por hábito, por tic cultural, por no cerrar la puerta perentoria y por des-mirar la muerte anunciada, esa densidad dueña de la espera que reina en los purgatorios. Sigo en pie por falta de pereza, por no creer en los “ya vuelvo”; archivado y demolición de la memoria no es un mérito histórico ni folclórico, es un crimen de lesa humanidad. Y hay otros que al des-secuestrar esa avenida-independencia desafían la oscuridad, el caos, la tortura clandestina, la pobreza y siguen en pie, porque seguir en pie puede significar bravura o puede anunciar que no tenemos dónde caernos muertos.
Si tan solo pudiera volver, volvería para des-secuestrar esta avenida-país, esta avenida-nación que tiene de todo y no tiene nada. Que penoso es sentir un país que en lugar del Cañón del Colorado tiene barrancos punteados de casas-arañas; que en lugar del Machu Picchu tiene mansiones inasibles; que en lugar del Monte Everest tiene Montepíos; que en lugar de la Gran Muralla China que se ve desde el espacio exterior tiene muros alambrados para mantener fuera a los pobres; que en lugar del Barrio Gótico de Barcelona tiene casas históricas que se caen de viejas y negligentes; que en lugar del Museo del Louvre tiene prisiones de la esperanza desesperanzada; que en lugar del Popul Vuh tiene tratados de libre comercio que no nos tratan como país libre; que en lugar de Quijotes en el estrado de la justicia tiene sicarios y ladrones en el Estado. Digo que es penoso no por creernos inferiores, sino porque yo realmente no sé si estoy viviendo antes del prefacio de la utopía o después del resumen de la tiranía militar, y tampoco puedo intuir –por falta de tiempo y memoria- si eso es peor o mejor.
Si tan solo pudiera volver, volvería para des-secuestrar esta avenida-denuncia a la que no le alcanzan las pruebas de descargo que desvanezcan las acusaciones de los sicarios de la justicia y del honor. En este venir a des-secuestrar nuestra historia cada “dónde” me engaña, y cada “cuándo” me detiene en las penurias que quedaron atrás sin quedarse atrás, y entonces es comprensible que reclame la vida que merecemos; los comedores en paz; los techos sin caries. Pero yo, se los confieso, prefiero des-secuestrar la avenida-nostalgia para liberar la vieja ansiedad libertaria que estaba al día con la ansiedad del pueblo, cuando todos éramos militantes de la melancolía emancipadora. Pero saberlo no es la mejor estrategia.
Si tan solo pudiera volver, volvería para des-secuestrar esta avenida-cuerpo para volver a inventar quién es. De todos modos, inventarla de nuevo es mi forma de creer en ella otra vez.
*René Martínez Pineda
Director de la Escuela de Ciencias Sociales