El actual PCN es apenas un remedo, sino es que una burla, del viejo Partido de Conciliación Nacional (PCN), el ex partido pro oligárquico creado por los militares como trampolín para ejercitar el poder político, sobre todo la presidencia de la República, a como diera lugar. En 1972 fue el partido que protagonizó un bochornoso fraude que llevó a la presidencia al coronel Arturo Armando Molina. En ese año, las víctimas fueron, además del pueblo, por supuesto, el ingeniero José Napoleón Duarte y Guillermo Manuel Ungo, candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la república por la Unión Nacional Opositora (UNO).
La UNO fue una coalición de partidos de centro derecha y de izquierda, siendo estos el Partido Demócrata Cristiano (PDC), mayoritario en la coalición, y los partidos Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), éste último influenciado por el Partido Comunista Salvadoreño (PCS).
Antes, bajo la bandera del PCN, desde 1962, llegaron a la presidencia los coroneles Julio Adalberto Rivera (1962-1967) y Fidel Sánchez Hernández (1967-1972).
Dado que el PCN servía a la oligarquía, teniendo a los militares como la fuerza política y de seguridad, cuando se vieron amenazados por la oposición democrática, como el PAR, en el que fue candidato a la presidencia el Dr. Fabio Castillo Figueroa, recurrieron al fraude electoral, que en algunos casos lo ejecutaron burdamente, combinado con “leguleyadas”, lo más fino a lo que llegaron con los fraudes .
En el fraude de 1972, fue la Asamblea Legislativa, dominada por el PCN, la que le dio el gane al coronel Arturo Armando Molina, aduciendo el estrecho margen de ventaja que tenía sobre los candidatos de la UNO. Hay que recordar que muchas urnas con mayoría de votos de la oposición desaparecieron de los puestos electorales.
El fraude electoral del 72 llevó a la naciente insurgencia a considerar que las elecciones no eran una opción legal para acceder al poder y llevar transformaciones sociales al país, y se decantaron por la lucha armada. En ese año surgió el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y dos años antes se habían fundado las Fuerzas Populares de Liberación (FPL).
El último fraude electoral del viejo PCN lo cometió en 1977, no sin antes derramar la sangre de decenas de opositores, cuando impusieron, por esa vía, al coronel Carlos Umberto Romero. La oposición se tomó la Plaza Libertad, para denunciar el bochornoso fraude durante más de una semana, pero la madrugada del 28 de febrero, las fuerza de seguridad recibieron la orden de recuperar el parque y masacraron a los opositores que no lograron huir de las balas y las tanquetas de las fuerzas opresoras. A raíz de esta masacre, el ERP formó su brazo político social, la Ligas Populares 28 de Febrero (LP28).
“En los tiempos del PCN”, en lo político, los fraudes electorales, desde los más burdos como la compra de voluntades repartiendo tamales o huacales o cualquier tontería, hasta el más indigno y reprochable como el llenado de urnas realizada por soldados y los cuerpos de seguridad, fueron su principal marca.
El PCN prácticamente desapareció luego del golpe de estado dado por la juventud militar el 15 de octubre de 1979, luego de que la oligarquía creó otro instrumento político, el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), bajo el liderazgo del anticomunista mayor Roberto d´Abuisson Arrieta, el creador de los Escuadrones de la Muerte y autor intelectual del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
Aunque legalmente el viejo PCN desapareció cuando fue cancelado en 2011, luego de no alcanzar los votos suficientes de la elección anterior, de acuerdo con la nueva ley electoral.
Ahora es Nueva Ideas el partido que no solo está ocupando el espacio del viejo PCN, sino que está construyendo todo un escenario para que su líder se perpetúe en el poder y, así, crear las herramientas legales, léase las “leguleyadas” al estilo PCN, para garantizar el poder.
Hagamos un breve repaso de las actuaciones irregulares de Nuevas Ideas, que nada hacen envidiar al PCN de los militares. Primero, desmantelaron la incipiente institucionalidad democrática surgida del Acuerdo de Paz, cuando, violentando la ley máxima y las secundarias, quitaron a los magistrados de la Sala de lo Constitucional.
La Sala de Bukele pronto pagó el favor o cumplió el fin para el cual habían sido elegidos: facilitar, por medio de una torcida interpretación de la Constitución , la reelección inmediata del presidente Bukele. El vicepresidente Feliz Ulloa no quiso quedarse atrás, y difundió a los cuatro vientos que “había encontrado un artículo escondido de la Constitución que permite la reelección inmediata”.
Esa misma noche quitaron al Fiscal General de la República e impusieron al actual, que en propia boca del Presidente Nayib Bukele, confesó en una reunión con el cuerpo diplomático, que “necesitaba” un fiscal de confianza. Y una falta de respeto a la norma diplomática, Bukele transmitió la reunión en cadena de radio y televisión, que molestó a varios embajadores.
Luego, la Asamblea Legislativa de Bukele aprobó una ley electoral para el voto en el exterior, pero, la principal novedad, que huele fraude, es que el voto será por internet, vía telefónica, y sin documento de identidad actualizado. Incluso, dice, puede votar con la partida de nacimiento. Nuevas Ideas, como lo haría el viejo PCN, quiere garantizar los 800 mil votos de la diáspora o de quien la sustituya en el exterior.
Y lo más reciente, ocurrido en la sesión plenaria ordinaria de la semana pasada, los diputados de Nuevas Ideas aprobaron con dispensa de trámite una reforma al Código Electoral a fin de derogar el artículo 291-A. Ese artículo prohibía modificar las reglas de un proceso electoral un año antes de que se lleve a cabo cualquier tipo de elección, precisamente para no poner en dificultades las etapas del periodo electoral. La lectura de la oposición es que esta reforma permite cometer un posible fraude.
Sin lugar a duda, Bukele se tiene algo entre manos, y para no actuar tan burdamente como lo hicieron los del PCN de los militares y la oligarquía, manda hacer una ley a su medida, como las ha hecho todas hasta el día de hoy.
Para algunos, y esto no es descabellado, Bukele ordenará disminuir los municipios y hasta el número de diputados, con tal de tener el cien por cien de los parlamentarios. Y es que para hacer apretar botones, teniendo el respaldo popular, no necesitan de remedos de diputados como los de GANA o PDC ni mucho menos de Concertación Nacional.
Bukele tiene claro que en 2024 el país ya no será de color cian en su totalidad si el país sigue con 262 municipios y 84 diputados, pues muchas de las alcaldías dominadas por Nuevas Ideas tienen difícil la reelección, unos por ineptos y otros, porque Bukele les ha hecho daño al quitarle el FODES, y al no hacer las obras prometidas, la ciudadanía las reclama.
Por lo anterior, y otras razones que hasta hoy desconocemos, Bukele necesita tener los “instrumentos legales” para modificar el escenario político electoral cuando se le ocurra y según sus planes. Lo único que conocemos es que tiene su fuerza política, Nuevas Ideas, dispuesta a hacer hasta las cosas más burdas como se hacía en “tiempos de conciliación”.