Jorge Gómez Barata
Las nefastas consecuencias de la inversión extranjera en el Tercer Mundo, sale no se deben a la intrínseca perversidad del capital foráneo, cialis sale sino a la debilidad, ask la ineficiencia, la codicia y el sometimiento de las oligarquías y los caudillos nativos. Estados y gobiernos fuertes y legítimos, como los de Europa, Japón, Vietnam, China y otros, lidian ventajosamente con el capital extranjero. Es lo que Cuba intenta hacer sin perecer en el empeño.
En los años noventa, tras la caída del socialismo real, se posesionaron en Cuba tres corrientes de opinión: (1) Los nostálgicos que suspiraban porque alguna vez regresara el status existente en la era soviética. (2) Los ingenuos que creyeron posible una restauración capitalista blanda. (3) Los que apostaron por la reforma y el perfeccionamiento del socialismo. Veinte años después, ha prevalecido el punto de vista de quienes apuestan por perfeccionar el socialismo hasta convertirlo en un proyecto viable. Para ello, bajo la dirección del presidente Raúl Castro se puso en marcha un conjunto de reformas que, en su primera etapa procuran, la actualización del modelo económico nacional.
Cuba usufructuaria de las experiencias exitosas y fallidas de la Unión Soviética, tanto en la construcción del socialismo como en su fracaso, tiene la oportunidad de, sin renunciar a la propiedad social, diseñar opciones para lo cual, inevitablemente habrá que innovar en el mecanismo de toma de decisiones económicas, entre ellas permitir el crecimiento y ampliación del sector no estatal y levantar las trabas para su desarrollo.
Si como parte de las medidas para levantar el embargo, a Estados Unidos le interesa apoyar el sector privado en Cuba: ¡Que lo hagan! Nada que contribuya al desarrollo nacional y al bienestar del pueblo y se realice en el marco jurídico aprobado, es contrario al ideal socialista.
En todos los países desarrollados y en los propios Estados Unidos gobernados por estados e instituciones eficaces y gobiernos con la autoridad requerida, el florecimiento del sector privado, por vía de las políticas fiscales y otras obligaciones, propicia el bienestar general.
En Escandinavia, Alemania, Austria y otros países europeos, lo mismo que en Australia y Nueva Zelanda, el sector privado regulado por doctrinas que contienen elementos socialistas, se armonizan la eficiencia del capital privado con la capacidad de los estados nacionales para ejercer el poder en función del bien común. Esos modelos condujeron a los llamados estados de bienestar que incluso sobreviven a la ofensiva neoliberal y son una expresión del socialismo que allí resultó viable.
Favorecer el sector privado en forma de pequeñas y medianas empresas en todas las ramas, incluyendo las tecnologías avanzadas y de alto valor agregado, no significa auspiciar el neoliberalismo ni renunciar al socialismo, sino asumirlo de una manera contemporánea.
No se trata de reproducir los errores que concedieron al capital extranjero privilegios excesivos, incluyendo protagonismo político, tampoco de auspiciar el neoliberalismo ni de debilitar el sector social de la economía, sino de cambiar la mentalidad, los métodos y los estilos de ejercer el poder político y la dirección de la sociedad y de perfeccionar las formas como el estado administra la cosa pública y garantiza el bien común. Las experiencias de China y Vietnam que abandonaron la ortodoxia sin renunciar al socialismo están disponibles.
Al normalizar las relaciones con Estados Unidos, es preciso aprovechar todas las opciones, incluyendo sus equívocos. No necesariamente porque haya más privados exitosos en Cuba habrá menos socialismo. Tal vez, con una dirección apropiada e innovadora, no solo haya más, sino que sea mejor. Allá nos vemos.
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