Röszke/AFP
Un número récord de migrantes cruzó el lunes la frontera de Serbia con Hungría, miembro de la Unión Europea (UE), dos días antes de celebrarse en Viena una cumbre de los Balcanes, una de las principales puertas de entrada hacia Europa occidental.
Un total de 2.093 personas cruzaron la frontera, según un comunicado de la policía, un récord para una sola jornada que se produce apenas unos días antes de que se termine de instalar una valla prevista por el gobierno húngaro para evitar la entrada de migrantes.
Este grupo forma parte de los cerca de 7.000 migrantes que se vieron bloqueados en Grecia la semana pasada cuando la vecina Macedonia declaró el estado de emergencia y cerró sus fronteras, en la peor crisis de refugiados que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
En lo que va de año, la propia Hungría registró 100.000 demandantes de asilo, más del doble del total de 2014, y muy superior a los 2.000 de 2012.
Los migrantes entraron en Hungría por unas vías de tren cercanas a Roszke, en una de las pocas secciones de la frontera con Serbia que aún no quedaron bloqueadas por la alambrada, que según el ejecutivo de Budapest estará finalizada para el 31 de agosto.
La barrera fronteriza es una de las muchas y duras medidas antiinmigración adoptadas por el gobierno de Viktor Orban, entre las que se encuentran el endurecimiento de las leyes de asilo, multas por cruzar la frontera de manera ilegal o el cierre de campamentos permanentes de refugiados.
Varias personas narraron a la AFP en la frontera húngara que habían cruzado Serbia tras atravesar la frontera de Grecia con Macedonia.
«Estuvimos parados en Macedonia dos días, los enfrentamientos eran horribles, la policía usó pistolas y gases lacrimógenos, vi como golpeaban a una señora mayor y le quitaban sus papeles y dinero», contó un ingeniero iraquí de 29 años que salió de su país huyendo del grupo Estado Islámico y que no quiso proporcionar su nombre.
‘Agotados y traumatizados’
Del otro lado de la frontera, en Subotica, en el norte de Serbia, más de veinte autobuses repletos de refugiados llegaron durante la noche del lunes al martes. Luego los emigrantes prosiguieron su camino a pie hacia Hungría, según constató la AFP en el lugar.
Los refugiados atraviesan la frontera sin oposición, pues los policías húngaros no les impiden pasar.
En el sur, en la frontera entre Grecia y Macedonia, entre 600 y 700 migrantes esperaban para intentar ingresar en Macedonia y, a través de esta ruta de los Balcanes, llegar a Europa occidental.
Por su parte, Bulgaria envió blindados a los cuatro puestos fronterizos con Macedonia para apoyar a la policía de fronteras en caso de flujo de migrantes, anunció el martes el ministerio de Defensa.
Unos 25 militares y vehículos blindados fueron enviados a los puestos fronterizos entre Bulgaria y Macedonia pero «su número puede aumentar si la situación se agrava», indicó un responsable del ministerio de Defensa.
Pero de momento, los flujos de migrantes que van de Grecia a Macedonia han evitado Bulgaria.
Entretanto, en Ginebra la portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Melissa Fleming, indicó que se puede esperar que el flujo de migrantes prosiga a un ritmo de 3.000 personas diarias en ese sector.
Fleming expresó la «preocupación» de esta agencia de la ONU por las «condiciones de las personas que hacen esos viajes, muchas de las cuales vienen de países afectados por la violencia y los conflictos, como Siria y Afganistán».
«A menudo están agotados, traumatizados y necesitan asistencia humanitaria y sanitaria» explicó.
La agencia de la ONU advirtió que la situación también está empeorando en el Mediterráneo, especialmente ante las costas de Italia y Grecia. Más de 104.000 migrantes de África, Oriente Medio y sur de Asia han desembarcado en puertos del sur de Italia, y varias decenas de miles más en Grecia, especialmente en sus islas. Cerca de 2.340 refugiados han muerto ahogados este año cuando intentaban llegar por mar a Europa.
El lunes, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, habían abogado por buscar una postura común de la UE para afrontar esta grave crisis migratoria.
Merkel, cuyo país espera recibir 800.000 solicitudes de asilo este año, acudirá este jueves en la capital austriaca a la conferencia de los Balcanes occidentales, desde luego centrada en esta crisis.
Llamamiento de la Cruz Roja
Señalando un apaciguamiento en la frontera greco-macedonia, Amnistía Internacional (AI) no obstante manifestó su inquietud por la «suerte incierta» de las personas que continúan su camino.
«Algunas están enfermas y necesitan desesperadamente asistencia humanitaria», indicó en un comunicado esta ONG de defensa de los derechos humanos.
La Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (CICR) por su parte llamó a «un más alto nivel de colaboración y de esfuerzos colectivos» para responder a las necesidades de los migrantes, advirtiendo sobre los miles de personas que aún llegarán en los póximos días desde las islas griegas del mar Egeo.
Desde mediados de junio han llegado a Macedonia más de 42.000 personas, entre ellas 7.000 menores, procedentes de Grecia, según el gobierno de Skopje.
El sirio Mohamed Rostom pasó por Irak y atravesó Turquía con su esposa y sus tres hijos, antes de llegar a Grecia. Dijo que había pagado 4.000 euros a los traficantes para que lo condujeran en barco hasta Grecia.
«Tres personas murieron en ese trayecto. Yo quiero ir a Alemania para trabajar. Quiero sentirme seguro, vivir como un ser humano, y por eso he elegido Europa», dijo.
Un test para Europa
El jefe de la diplomacia italiana, Paolo Gentiloni, declaró que ante esta crisis Europa se arriesga a mostrar «lo peor de sí misma» en materia de inmigración.
Deploró el «egoísmo, las tomas de decisiones peligrosas y las disputas entre los Estados miembros».
«Hoy, a propósito de esta cuestión (de la inmigración), Europa o bien redescubrirá su alma, o bien la perderá para siempre», destacó en una entrevista con el diario italiano Il Messaggero.
En Alemania, que enfrenta una afluencia sin precedentes de demandantes de asilo, cuyo número podría llegar a los 800.000 en 2015, el vicecanciller Sigmar Gabriel declaró que la gestión de esta crisis es «el mayor desafío para Alemania desde la Reunificación» del país.