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O Milena Mayorga se equivocó de discurso o el presidente se equivocó de embajadora

Mientras unos aplauden el nombramiento de la diputada de derecha, Milena Mayorga, como la embajadora de El Salvador en Washington, otros la critican por “la falta de credenciales diplomáticas”, para estar al frente de la sede diplomática en Estados Unidos. Pero esas críticas ya no son solo de los salvadoreños en el país, sino de la diáspora, sobre todo de los “tepesianos”, que tienen sus días contados “en papeles”, luego de que el presidente Donald Trump, el supuesto amigo de El Salvador por tener muy buenas relaciones con el presidente Nayib Bukele, suspendiera el TPS, y que afecta a más de 180,000 salvadoreños acogidos a ese programa desde hace unos 30 años.

Pero la diáspora, sobre todo los “tepesianos”, no se ha quedado de brazos cruzados, pues mantienen, desde que se anunció su salida obligatoria ordenada en el término de un año aproximadamente, una intensa actividad de lobby, demandas en las distintas cortes y marchas de protesta. A estos salvadoreños, que prácticamente tienen su vida arraigada en la gran nación del norte, no les ha causado ninguna gracia las declaraciones de la nueva embajadora de El Salvador, pues su planteamiento va contra todos los propósitos de los salvadoreños.

La embajadora nominada, Milena Mayorga manifestó: “El Gobierno prepara al país para que nuestros hermanos en el exterior regresen no solo a invertir, sino a tener un empleo, seguridad social, un sistema de salud óptimo y seguridad ciudadana”. Las declaraciones de la ahora diplomática podrían estar fundamentadas en dos situaciones. La primera, una ligereza de la diputada derechista, y dijo lo primero que se le ocurrió, sin tener claridad de su función en el tema de los afectados por el TPS. La segunda, que sea una directriz del presidente Nayib Bukele, para ir preparando a la gente de la actitud pasiva que tendrá el Gobierno de El Salvador con respecto a los “Tepesianos”.

Si es la primera, no solo se equivocó la señora Milena Mayorga en sus declaraciones, sino, además, el presidente Bukele al nombrarla como embajadora. Si es la segunda, solo decir que está haciendo lo que la casa presidencial le ha ordenado. Ya sea una o la otra, lo cierto es que a la diáspora no le ha caído en gracia, de ahí las merecidas protesta frente a la sede diplomática en Washington.

“No lo esperaba, porque nosotros de nuestro Gobierno esperaríamos apoyo, porque es un deber que tiene con sus connacionales en el extranjero, jamás esperaríamos que están haciendo acuerdos por nosotros”, expresó Concepción Morales, uno de los protestantes.

La gerente de campañas nacionales de Alianza Américas, Yanira Arias exigió que los gobiernos de la región, incluyendo El Salvador, hagan todo lo necesario de sus relaciones diplomáticas para incidir en el gobierno de EE.UU. “Entendemos que la embajadora no tiene experiencia en estos asuntos, pero va a ser nuestra emisaria en los Estados Unidos y debe -inmediatamente- empaparse de la información. Lo que mejor esperaríamos es un respaldo”, dijo otro de los “Tepesianos”.

Claro, la diáspora salvadoreña no solo esperaría una mejor actuación del Gobierno del presidente Bukele, sino de la administración Trump, pues ambos se jactan de “tener las mejores relaciones y amistades en la historia diplomática entre ambas naciones”. Pero la realidad es lo que se tiene, es decir, una declaración clara de la recién nombrada embajadora y una política anti inmigrantes del actual presidente del imperio, y que busca la reelección en noviembre próximo.

A la diáspora salvadoreña, así como a todos los inmigrantes en Estados Unidos, que no tengan el estatus de residentes o ciudadanos, lo que les conviene es una derrota de Donald Trump.

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