Oscar A. Fernández O.
En los últimos 50 años Estados Unidos y las potencias europeas han desatado incontables guerras imperiales en todo el mundo. La ofensiva hacia la supremacía mundial ha estado envuelta en la retórica del “liderazgo mundial”, clinic y las consecuencias han sido devastadoras para los pueblos contra los que se han dirigido esas guerras. Las más grandes, and largas y numerosas las ha llevado a cabo Estados Unidos. Presidentes de ambos partidos han estado al frente de esta cruzada por el poder mundial. La ideología que anima el imperialismo ha ido cambiando del “anticomunismo” del pasado al “antiterrorismo” actual.
“Cuba está aquí porque luchó por más de 60 años con una dignidad sin precedentes”, y en realidad, la presencia del país caribeño en la Cumbre de las Américas es “el triunfo de la revolución cubana”, dijo la Presidenta Fernández de Kirchner en su discurso ante los Presidentes que asisten a la cumbre de Las Américas en la ciudad de Panamá, en clara referencia al Presidente Obama, quién en su discurso omitió mencionar la historia de intervencionismo y bloqueo brutal que antecede las actuales platicas con la mayor isla de las Antillas. “No le tema a las ideologías” agregó la Presidenta dirigiéndose a Obama.
Con una clara idea de revivir el cadáver del famoso aforismo creado por Fukuyama, Obama subrayo que él se encontraba al margen de las ideologías (sic!), siendo esta una declaración enfática de que es portador de un discurso totalitario basado el pensamiento único. ¿Qué es el pensamiento único? No es más que la traducción a términos ideológicos, de la pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capital transnacional, que son los que hoy procuran dirigir el mundo.
Como parte de su proyecto de dominación mundial, Washington ha utilizado y combinado muchas formas de guerra, incluyendo invasiones militares y ocupaciones; ejércitos mercenarios y golpes militares; además de financiar partidos políticos, ONG´s y multitudes en las calles para derrocar gobiernos debidamente constituidos. Los motores de esta cruzada por el poder mundial, varían según la localización geográfica y la composición económica de los países destinatarios.
Para entender las operaciones, la estructura y la actuación del imperialismo estadounidense en América Latina es necesario reconocer la constelación de fuerzas rivales que ha moldeado las políticas del estado imperial. A diferencia de lo que ha ocurrido en Oriente Medio, donde la facción militarista-sionista ha establecido su hegemonía, en América Latina las multinacionales han jugado un papel fundamental dirigiendo la política del estado imperial.
En América Latina, los militaristas desempeñan un papel mucho menos destacado, limitado por el poder de las multinacionales, el giro del poder político de la derecha a la centro-izquierda, el impacto de la crisis económica y el auge de las materias primas. (J. Petras; 2014)
Pero la expansión económica imperial en América Latina no fue simplemente el resultado de las estructuras y las dinámicas internas de las multinacionales, sino que dependió de la receptividad del país “anfitrión” o, más exactamente, de la correlación interna de las fuerzas de clase en América Latina, las cuales a su vez giraban en torno al desempeño de la economía: su crecimiento o su susceptibilidad a las crisis., sostiene J. Petras.
La política exterior de EEUU se sostiene con base en el ideario de la llamada “Doctrina de Seguridad Nacional” y el “interés nacional” que no es otra cosa que las ideas dominantes de las élites oligarcas de los EEUU, que son los que realmente controlan el poder del imperio más poderoso de la historia. Es por eso que surge la duda de hasta dónde dejarán llegar a Obama en su pretendida campaña de “armoniosidad diplomática” hacia América Latina, que hasta hoy presenta un comportamiento contradictorio (Cuba y Venezuela)
Tal como lo señala Michel Collon (2013), detrás de Obama, que hoy se coloca por encima de las ideologías (sic!), se encuentran la diplomacia del “Smart Power”, del estratega Zbigniew Brzezinski y las guerras de baja intensidad cuyo término resulta engañoso, pues se recurren inicialmente a métodos menos desbordados, sabiendo que EEUU tiene un amplio abanico de opciones para la guerra y la desestabilización de gobiernos, los cuales puede utilizar en forma combinada. La base estratégicas del poder norteamericano en América Latina en la actualidad, a diferencia de las Dictaduras brutales del siglo pasado, es estructural. Está situada en los negocios cumbre, en TLC, en elites agro-mineras y bancarias, apoyadas por regímenes colaboradores e instituciones estatales (militares, poder judicial, bancos centrales, agencias de inteligencia y medios de comunicación). Desde “afuera”, la influencia de los Estados Unidos se ejercita a través de sus programas militares, del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización de Estados Americanos, del Banco Interamericano de Desarrollo y de las “ayudas para la prosperidad”. Las operaciones de inteligencia de los Estados Unidos y los grupos políticos proveen una pretensión institucional adicional sobre los procesos de toma de decisión con sus aliados en América Latina (Morley 1990) Sin embargo, todo este desborde fastuoso, comienza a enfrentar duros reveses en América Latina. No sólo la exclusión de Cuba y la absurda calificación a Venezuela son insostenibles, la guerra contra las drogas, que fue el eje de la política de Washington para la región desde la caída del muro de Berlín, es cuestionada por casi todos los países. Obama debió empeñarse a fondo contra las propuestas para descriminalizar el consumo, regular la producción y el comercio, y endurecer las penas a los traficantes. Lo que han colaborado a causar en México, por ejemplo, es simplemente catastrófico.
Desde aquella Alianza para el Progreso de los años de 1960, que prefiguraba la consolidación de “economías mineras” serviles al modelo industrial y desarrollista yankee, al “consenso” neoliberal de la década de 1990 previo al ALCA, las discusiones en las Cumbres de las Américas han cambiado de tono de manera progresiva, conforme a las situaciones que han tenido lugar en los mapas políticos.
El cambio medular, sustancial, en el marco de las Cumbres de las Américas se consumó en Mar de Plata, Argentina, en 2005, donde un Chávez que apareció en la Cumbre y en la contra cumbre enterró el ALCA en las narices de Bush (hijo), de la mano de Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner. La rebelión del “patio trasero” había comenzado.
EEUU asiste a una más lejana Latinoamérica, donde nuevos procesos políticos consolidados han dado paso a nuevas formas de interrelación regional y continental. América Latina y el Caribe tienen ahora sólidas relaciones económicas con China, y algunos países tienen asociaciones militares consolidadas con Rusia. Los BRICS con su nuevo banco, podrán financiar a nuestros países y tendrán acceso a las materias primas de la región, para alimentar sus rejuvenecidas economías.
Venezuela, y la esperada en estos eventos: Cuba, de la mano de los países del ALBA, ya fijaron postura, se sabe lo que será la actuación en bloque de estos países en la Cumbre. Ya Unasur ha precisado su apuesta clara y contundente sobre Venezuela. Es cierto que Obama se preparó para la “fiesta”, pero parece que no pudo bailar con la más bonita.