Washington/AFP
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el viernes restricciones a la vigilancia de las comunicaciones que realiza la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), pero alertó que mantendrá esa actividad como herramienta en la lucha antiterrorista.
En un esperado discurso, Obama indicó no obstante que este «nuevo abordaje» implica que ya no se interceptarán las comunicaciones de jefes de Estado y de gobierno considerados amigos y aliados.
El centro de los cambios es el compromiso presidencial de poner fin a la recolección de metadatos telefónicos detallando la duración y destino de llamadas, aunque no su contenido.
«Creo que los críticos están en lo cierto cuando apuntan que sin salvaguardas, este tipo de programa puede ser usado para conseguir más información sobre nuestras vidas privadas, y abrir la puerta a programas de recolección de datos más intrusivos», dijo.
Estos programas de vigilancia fueron puestos en marcha tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos.
Obama apuntó que «necesitamos un nuevo abordaje. Por eso, ordené una transición que eliminará al programa de recolección de metadatos como existe actualmente, la Sección 215, y establecer un mecanismo que preserve las capacidades que tenemos sin que el gobierno mantenga esos metadatos».
«Considerando el poder único del Estado, no es suficiente que los líderes digan: ‘confíen en nosotros, no vamos a cometer abusos con los datos que recolectamos'», dijo Obama.
Por eso, el presidente orientó al secretario de Justicia, Eric Holder, y a la propia NSA, a que elaboren en 60 días una alternativa para almacenar esos datos.
Obama no adelantó cómo y en manos de cuál instancia u organización quedarán almacenados los datos sobre las millones de comunicaciones telefónicas ya recolectados.
En el plano externo, Obama anunció que el nuevo conjunto de directivas determina un freno evidente a la interceptación de comunicaciones de líderes extranjeros.
«He dejado claro a la comunidad de inteligencia que, a menos que haya un claro propósito de seguridad nacional, no vamos a monitorear las comunicaciones de jefes de Estado y de gobierno entre nuestros más próximos amigos y aliados», dijo Obama.
Además, añadió, instruyó a sus equipos de seguridad para que «trabajen con nuestros asociados extranjeros para profundizar nuestra coordinación y cooperación de forma de reconstruir la confianza».
Al mismo tiempo, anunció que se implementarán mecanismos para proteger la privacidad de los ciudadanos extranjeros cuyos datos y comunicaciones hayan sido interceptados por la inteligencia estadounidense.
Sin embargo, Obama también advirtió: «Déjenme ser claro: nuestras agencias de inteligencia continuarán recolectando información sobre las intenciones de los gobiernos alrededor del mundo».
Los servicios de inteligencia de todos los países del mundo realizan esa actividad, dijo, por lo que «no vamos a pedir disculpas porque nuestros servicios son más eficientes».
El conjunto de propuestas de Obama representan la búsqueda de un compromiso entre las demandas de los defensores de las libertades civiles, que consideran inconstitucional la recolección de datos, y las resistencias a cualquier cambio en la comunidad de inteligencia.
En este sentido, Obama dijo que serán necesarios varios años para tener una dimensión correcta de los daños provocados por las revelaciones del ex analista de inteligencia Edward Snowden, quien dejó al descubierto el sistema de inteligencia estadounidense.
«La forma sensacional en que esas revelaciones fueron realizadas arrojan más sombras que luces, al tiempo que revelan métodos para nuestros adversarios que podrían impactar nuestras operaciones en una forma que posiblemente no comprendamos por completo por muchos años», afirmó.
Las revelaciones de Snowden, prófugo de la justicia estadounidense y temporalmente asilado en Rusia, hicieron estallar uno de los mayores escándalos internacionales del año pasado, ya que dejaron en evidencia una gigantesca red global de recolección de datos e interceptación de
comunicaciones.
Esas interceptaciones se extendieron a teléfonos personales de líderes considerados aliados, como la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, o el mandatario mexicano Enrique Peña Nieto.
En el caso de Brasil, a las denuncias de interceptación de un teléfono celular de Rousseff se sumaron evidencias de espionaje industrial contra la gigante petrolera Petrobras, en un escándalo que llevó a la postergación de una visita de Estado que la mandataria tenía prevista para octubre a Washington.
De acuerdo con documentos divulgados por Snowden, las comunicaciones de millones de europeos fueron interceptadas por programas de la NSA. Dentro de Estados Unidos se levantaron voces que consideraron que la agencia había invadido de modo inconstitucional la privacidad de los ciudadanos.