José M. Tojeira
La Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES) ha emitido recientemente un excelente comunicado animando a nuestra población a votar desde el ejercicio de la conciencia responsable. Se trata, nos dicen, de un fuerte desafío al tener que votar desde “la frustración” que producen los partidos políticos y la corrupción de algunos de sus dirigentes. Desesperación que se vuelve muy intensa en las zonas donde abunda “la violencia homicida”. Hay miedo, hay desánimo y hay desconfianza. Y por eso nuestros obispos insisten en que las autoridades garanticen “a todos los ciudadanos y ciudadanas la posibilidad de ejercer su derecho al sufragio en total libertad”. La transparencia y el respeto a la voluntad popular son indispensables para que la gente inicie un camino de recuperación de confianza en la política.
La CEDES recuerda con fina intuición que “el voto es un derecho y una responsabilidad”. Generalmente estamos acostumbrados a escuchar que el voto es un derecho y un deber. Los obispos dan un paso más hacia la buena política, insistiendo en la responsabilidad. Esta implica la doble tarea de discernir en conciencia cuál de los partidos en contienda da mayores garantías de avanzar hacia la sana convivencia, la justicia social, el bienestar económico y todos aquellos valores y estructuras de protección social que garantiza nuestra Constitución y de los que estamos todavía lejos. Y después de discernir y votar, nuestros pastores nos insisten en que la tarea no termina ahí. Al contrario, el voto nos compromete, si hemos actuado responsablemente, a continuar insistiendo y trabajando en favor de la realización de las promesas que nos han movido al voto y que deben realizarse para concretar en El Salvador el bien común de toda la ciudadanía y el respeto a la Constitución.
En su calidad de representantes de “un pueblo que sufre”, los obispos insisten en algunos temas cuya solución en favor de la ciudadanía y el bien común debe ser prioritaria para cualquier político que llegue a la presidencia de la República. Los citamos textualmente por su importancia: “Defender y garantizar el derecho a la vida, al agua potable como bien público, a la salud, a la educación de calidad. En las circunstancias actuales se vuelve también prioritaria la protección al medioambiente. Para que esto sea posible, es imperativo contar con un sistema tributario justo, que obligue a pagar sus impuestos a los que más tienen, en favor de los que tienen menos o viven en situación precaria; un sistema que garantice a los trabajadores su inalienable derecho a una jubilación digna y justa. Y nunca debemos perder de vista que no puede haber paz sin justicia, sin una lucha frontal contra la pobreza y la corrupción”.
Este párrafo de nuestros obispos no solo está en total coherencia con la Doctrina Social de la Iglesia y con el pensamiento del papa Francisco, sino que es fundamental para marcar las líneas de la construcción de un futuro decente para El Salvador. En general los políticos en su propaganda hasta ahora han tocado estos temas de un modo incompleto. Y por supuesto no han mencionado algunos de los temas clave para el desarrollo, como puede ser el agua brindada a todos para consumo y saneamiento sin afán de lucro, y como lo es también nuestro pobre, parcial e injusto sistema tributario, que nuestros pastores invitan a revisar en favor de quienes tienen menos. Al final el comunicado de nuestros pastores es un llamado a la responsabilidad de todos. Responsabilidad de los que votamos y responsabilidad de los políticos que queden al frente del Poder Ejecutivo. Todos tenemos la obligación de animar, presionar y exigir a nuestros políticos que hagan bien las cosas. Los obispos citan al papa Francisco cuando en su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de este año decía que la política “es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. Y terminan invitándonos a todos a seguir las llamadas de Monseñor Romero que frente a la violencia animaba siempre a cambiar las cosas desde la raíz. Cambio que solo podrá realizarse si a todos, incluidos especialmente los políticos, les duele “de verdad la sociedad, el pueblo y la vida de los pobres”. Ojalá los políticos escuchen la voz de nuestros pastores.