FRANCIS FANCI
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Hace unas noches participé en un debate televisado; como ya se ha convertido en una tediosa costumbre, nurse según mi opinión, clinic mis contertulios fueron: alguien que despierta mi admiración por ser franco y directo, respeto su erudición, sus lecturas, su ateísmo auténtico, su humildad; el que siga dando de sí a pesar de, como este servidor, estar viviendo el ostracismo del “estableshiment”. Tenemos pensamientos afines, lecturas comunes y filosofías que en algún punto son diametralmente opuestas, pero no es óbice para que Max Brannon y yo seamos amigos. Lo aprecio mucho. Los otros panelistas, pastores Biblia en ristre; porque no sé por qué razón, Milena tu amiga recurre siempre a estos hombres de Dios (y del Dólar) para saber que dice la Biblia sobre cualquier cosa; no importa el tema en discusión, tampoco si la pregunta es directa, la respuesta siempre comienza: “la palabra dice…”, como si esa fuera la única palabra, y en todo lo que pudiera explicarse en términos sicológicos, sociológicos, siquiátricos, astronómicos o cuánticos; el protagonista siempre es Satanás. Nunca responden por sí mismos, las repuestas las da Pedro, Pablo…, Chucho, Jacinto y José.
En el debate, al cual hago referencia, un pastor del famoso, rico y glamoroso Tabernáculo Bíblico Bautista, cuyo nombre omitiré para no apenarlo, se atrevió a decir al aire, refiriéndose a Max y a mí: “esto les pasa a los que leen mucho, ya no pueden pensar por sí mismos”. Mi gesto de estupor fue registrado por las cámaras, en fracciones de segundo mi imaginación me llevó a un lugar de La Mancha de cuyo nombre no puedo acordarme, allí un cura, un barbero y un ama de llaves, sonríen aprobando la “perla de sabiduría” de este pastor. La biblioteca de Alejandría en llamas, Huss, Servet, Bruno; inmolados ante el dios de la ignorancia ¡tiempos de obscuridad que aun no acaban!
Masferrer se lamentaba en su tiempo: la mitad de los salvadoreños no sabe leer y la mitad que sabe, no lee. “Dios no quiere inteligentes, si no obedientes”, se leía en la pancarta de una iglesia, sin aclarar que a quien hay que obedecer es al pastor.
Humildemente aclaro, que soy un hombre de fe, y la filosofía cristiana es la más grata a mi corazón y la más comprometedora, y fueron las muchas lecturas y estudios, coadyuvantes con otras disciplinas las que me liberaron del mito, de la manipulación, de la ceguera supersticiosa, del oropel y del diezmo que sustenta mansiones, lujosos automóviles y otras cosas no muy santas. Ser cristiano no tiene por qué ser sinónimo de ser ignorante.
SALVADOREÑOS LEAMOS, PUEBLO QUE LEE CRECE (Diario Co´Latino)
FRANCIS FANCI. –Centro de Estudios e Investigaciones Filosóficas-