Por Thibauld Malterre
Kiev/AFP
Los países occidentales incrementaban la presión este lunes para hallar una salida diplomática con Rusia, decease acusada por Ucrania de haber elegido la guerra luego de que comandos prorrusos se apoderaran de la Península de Crimea.
La crisis, malady una de las más graves entre Moscú y Occidente desde el fin de la Guerra Fría, provocaba caídas en las bolsas (la de Moscú se derrumbaba más de un 5%), así como el desplome del rublo y alzas en el precio del petróleo.
El secretario de Estado norteamericano John Kerry anunció que visitará Kiev el martes, para «reiterar el fuerte apoyo de Estados Unidos a la soberanía, independencia e integridad territorial de Ucrania», indicó la portavoz del Departamento de Estado, Jen Psaki, en un comunicado.
Estados Unidos pidió además el envío «inmediato» a Ucrania de observadores de la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE), para tratar de «promover el respeto de la integridad territorial» de esa ex república soviética, independiente desde 1991.
El presidente Vladimir Putin consideró que Rusia había dado una respuesta «totalmente adaptada» a la «amenaza constante de actos violentos por parte de las fuerzas ultranacionalistas» ucranianas, aunque en una conversación con la jefa de gobierno alemana, Angela Merkel, aceptó la creación de un «grupo de contacto» para iniciar un «diálogo político» sobre Ucrania.
El ministro de Relaciones Exteriores británico, William Hague, instó a Rusia a recapacitar, ante lo que consideró «la mayor crisis en Europa en el siglo XXI».
Hague y su homólogo griego, Evangelos Venizelos, cuyo país ocupa la presidencia semestral de la Unión Europea (UE), se reunirán el martes con las nuevas autoridades ucranianas, después de la destitución, el 22 de febrero, del presidente Viktor Yanukovich por el Parlamento ucraniano.
El domingo, los dirigentes del G7 de países más industrializados condenaron la «clara violación» de la soberanía de Ucrania por parte de Moscú y anunciaron la suspensión de sus preparativos con miras a la cumbre del G8 (G7+Rusia) en Sochi (Rusia) en junio próximo.
«Rusia no quiere la guerra»
La OTAN pidió a Kiev y Moscú que lleguen a una «solución pacífica» de la crisis a través del «diálogo» y «el despliegue de observadores internacionales», según su secretario general, Anders Fogh Rasmussen.
«Rusia no quiere la guerra con Ucrania», respondió el domingo el vicecanciller ruso, Grigori Karasin y la autorización del Parlamento ruso para una intervención militar en Ucrania está destinada fundamentalmente a «hacer entrar en razón a muchas personas», advirtió.
La tensión persiste en Crimea, aunque se han evitado hasta ahora los enfentamientos.
La Península de Crimea es una zona autónoma ucraniana de dos millones de habitantes, en su mayoría de habla rusa, donde tiene su base la flota rusa del Mar Negro.
La base militar de Perevalne, que alberga a una unidad de guardacostas ucranianos, a 20 km de Simferopol (la capital de Crimea), fue rodeada por cientos de hombres armados de fusiles automáticos, constató la AFP.
Según el ministerio ucraniano de Defensa, que estimó su número en mil efectivos, los atacantes querían obligar a los guardacostas a entregar las armas.
Varios sitios estratégicos de la península, bases militares, aeropuertos y edificios oficiales crimeos fueron bloqueados por hombres armados, cuyos uniformes carecen de insignias, pero que según los observadores son soldados rusos.
El almirante Denis Berezosvski, comandante en jefe de la Marina de guerra ucraniana, nombrado hace algunos días por el presidente interino Olexander Turchinov, anunció el domingo que adhería a las autoridades locales prorrusas de Crimea.
Ucrania advirtió el domingo que la tensión había dejado a esta región de Europa «al borde del desastre» ya firmó que la presencia de fuerzas rusas en Crimea constituía una «declaración de guerra».
«Si el presidente (ruso Vladimir) Putin quiere ser el presidente que comenzó una guerra entre dos países vecinos y amigos, está cerca de alcanzar su objetivo. Nosotros estamos al borde del desastre», advirtió el domingo el primer ministro interino Arseni Yatseniuk.