Licenciada Norma Guevara de Ramirios
En las últimas semanas, se suscitó en redes sociales y medios de comunicación la polémica sobre si los diputados de la Asamblea Legislativa deberían acudir a Roma, a la canonización del Beato Oscar Arnulfo Romero. Con apariencia de seria preocupación por los fondos públicos, se montó una campaña que sirve de tapadera a lo que debería ser el interés de saber por qué la beatificación se hizo, teniendo entre las razones que Monseñor fue asesinado por “odio a la fe”.
Dos diputados fueron obligados, por esa presión, a renunciar de ser parte de la delegación del Estado salvadoreño, representando al Órgano Legislativo en los actos en el Vaticano. Solo la diputada, jefa de fracción del FMLN, Nidia Díaz, se mantiene como parte de la delegación del país, asumiendo el FMLN los costos del viaje.
Si el dinero fuera la real razón, la campaña hubiera cesado, pero ocurre que sigue, y con ello, las nuevas generaciones, en vez de tener sus ojos y su mente interesados en saber cómo fue que sucedió ese cruel asesinato, tienen que situarse a ver, o a tomar parte en la disputa entre los que están a favor y los que están en contra de viajar al evento.
La polémica transcurre, ignorando la relevancia, la grandeza de ese único acontecimiento en la historia de nuestro país; grande para todo el mundo cristiano, grande para las víctimas de violaciones a sus derechos humanos.
Quienes en su momento compartieron o empujaron el asesinato del máximo líder religioso, quienes abogaron, activamente, en contra de la beatificación, quienes asumían, en aquel momento de marzo de 1980 que asesinando a Monseñor Romero frenarían la lucha popular por la democracia, la justicia, la revolución, saben que las cosas no resultaron como ellos se lo propusieron.
La vida, la visión, la conducta de Oscar Arnulfo Romero se convirtió en una nueva dimensión de vida y animación de la fe cristiana y de la lucha por la justicia en nuestro país y en otros lugares.
Ahora que las autoridades eclesiales han resuelto su canonización, los medios tradicionales y los nuevos medios, como las redes sociales, se empeñaron en sacar la historia del debate, y la suplantan por una “exigencia” de no viajar a tan altísima ceremonia con fondos públicos.
En lugar de valorar el significado de la canonización, se comenta sobre la renuncia a viajar de dos diputados. Eso plantea para la sociedad y para la política el desafío de desenmascarar la falsedad de razones en esa controversia, y volver al punto en el que debería estar el debate. No debió ser asesinado Monseñor Romero, en estos 38 años, los autores debieron ser sancionados.
El informe de la Comisión de la Verdad, que tuvo el mandato de investigar las violaciones de derechos humanos que más conmocionaron la conciencia nacional, concluyó:
“1. Existe plena evidencia que:
a) El Ex Mayor Roberto d’Aubuisson dio la orden de asesinar al Arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, actuando como “escuadrones de la muerte” de organizar y supervisar la ejecución del asesinato.
b) Los capitanes Álvaro Saravia y Eduardo Ávila tuvieron una participación activa en la planificación y conducta del asesinato, así como Fernando Sagrera y Mario Molina.
c) Amado Antonio Garay, el motorista del Ex Capitán Saravia, fue asignado y transportó al tirador a la capilla. El señor Garay fue testigo de excepción cuando desde un Volkswagen rojo de cuatro puertas, el tirador disparó una sola bala calibre .22 de alta velocidad para matar al Arzobispo.
2. Hay suficiente evidencia de que Walter Antonio “Musa” Álvarez, junto con el Ex Capitán Saravia, tuvo que ver en la cancelación de los “honorarios” del autor material del asesinato.
3. Hay suficiente evidencia de que el fallido intento de asesinato contra el Ex Juez Atilio Ramírez Amaya fue una acción deliberada para desestimular el esclarecimiento de los hechos.
4. Hay plena evidencia de que la Corte Suprema asumió un rol activo que resultó en impedir la extradición desde los Estados Unidos, y el posterior encarcelamiento en El Salvador, del Ex Capitán Saravia. Con ello se signaba, entre otras cosas, la impunidad respecto de la autoría intelectual del asesinato”.
Si tomamos en cuenta la valoración que hace el cardenal Rosa Chávez, de ver a Romero, no como un Santo para el altar, sino como un Santo para transformar, eso supone que nos interesemos en conocer la verdad y que exijamos justicia, eso requiere conciencias esclarecidas, y con compromiso de ser actores en la construcción de una mejor sociedad, donde los crímenes como el que padeció Monseñor Romero, jamás vuelvan a ocurrir.
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