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“¡Oh, legislador! No me des leyes para los pueblos, sino pueblos para las leyes”

Reflexiones sobre El Salvador de hoy, desde el punto de vista de la Ciencia Jurídica

La frase del filósofo Pitágoras de Samos, “No le des leyes a los pueblos; dale pueblos a las leyes”, resuena con fuerza en la realidad actual de El Salvador bajo el gobierno actual. En un contexto donde las leyes han sido trastocadas para servir a los intereses del poder y reprimir al pueblo, esta reflexión se vuelve más pertinente que nunca.

En la práctica jurídica, las normas deben reflejar las realidades y necesidades del pueblo, y no las necesidades del gobierno de turno ni de los grupos de poder. Las leyes deben surgir de la convivencia social, del consenso y de la búsqueda del bien común, no de los caprichos autoritarios ni de las ambiciones de control.

Sin embargo, en El Salvador, hemos sido testigos de cómo se ha utilizado el control presidencial sobre las instituciones para transformar el marco legal a conveniencia del Ejecutivo. Desde la manipulación de la Asamblea Legislativa hasta la cooptación del sistema judicial, se ha consolidado un poder sin precedentes, pisoteando los derechos fundamentales y minando la democracia.

Las reformas legales y las nuevas leyes impuestas por este gobierno, ilustran esta distorsión de la justicia. Las leyes que deberían proteger al pueblo, se han convertido en herramientas de represión y miedo. Los arrestos arbitrarios, la persecución de opositores y la censura de medios independientes, son claros ejemplos de cómo el marco legal ha sido pervertido para servir a un proyecto autoritario.

La imposición de leyes sin un verdadero proceso democrático de deliberación y consenso refleja una visión donde el pueblo es moldeado y subordinado a las leyes diseñadas por el poder. Esto contrasta radicalmente con la idea pitagórica de que las leyes deben emerger de la vida misma de los pueblos, de sus costumbres, necesidades y aspiraciones.

Se ha visto cómo las leyes han sido instrumentalizadas para consolidar el poder. La falta de transparencia, el uso de la violencia estatal y la erosión de las libertades individuales son síntomas de un sistema donde las leyes no reflejan al pueblo, sino que buscan subyugarlo. En este sentido, la frase de Pitágoras nos invita a reflexionar sobre la importancia de un marco legal que realmente sirva a los ciudadanos. Un sistema de justicia genuino debe estar al servicio de la sociedad, garantizando la igualdad, la libertad y el respeto por los derechos humanos. Las leyes deben ser el resultado de un proceso inclusivo y participativo, donde todas las voces sean escuchadas y consideradas.

En lugar de utilizar las leyes como un instrumento de represión, El Salvador necesita un retorno a los principios democráticos y a un estado de derecho genuino. La sociedad debe ser la fuente de las leyes, y no su víctima. Solo así se podrá construir un futuro donde la justicia, la libertad y la dignidad humana sean verdaderamente protegidas y promovidas.

En última instancia, debemos recordar que las leyes deben ser una expresión de la voluntad del pueblo, no una herramienta de opresión. Solo así podremos alcanzar una sociedad más justa y equitativa, donde todos los ciudadanos puedan vivir con dignidad y libertad.

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