Por Damian Wroclawsky
Brasilia/AFP
La ola privatizadora de Brasil se encamina a toda velocidad hacia el inmenso relicario de bellezas naturales en manos del Estado, una veta inexplorada de cientos de islas, riberas marinas y parques naturales vírgenes para el turismo.
El ambicioso plan corre por cuenta del ministro de Turismo, Marx Beltrao, que el martes pasado recibió a la AFP en su gabinete y se mostró convencido de que Brasil debe reducir la presencia estatal en la economía y acelerar las negociaciones para el desembarco de grandes aerolíneas y cadenas hoteleras.
«Brasil tiene centenares de áreas que son patrimonio del Estado, que no tienen nada instalado y con un gran potencial turístico», dijo Beltrao en la entrevista.
«Nuestro objetivo es identificarlas y transformarlas en áreas de interés turístico y darlas en concesión a la iniciativa privada: planificar dónde estarán los bares, los restaurantes, los centros de compras, hoteles, resorts, todo lo que se pueda construir allí, y el gobierno va a poder recaudar en lugares que prácticamente eran solo paisaje», añadió.
Beltrao pretende avanzar rápido, pero sin «locura», dijo. Aún resuenan en el gobierno las feroces críticas contra un intento reciente por abrir una reserva amazónica a la explotación minera, que debió ser archivado bajo una enorme presión de ambientalistas y celebridades.
Barcos, aviones y México
El plan de concesiones comenzará en la zona de la triple frontera que forman Brasil, Argentina y Paraguay, lindera a las Cataratas de Iguazú, uno de los destinos más visitados del país.
La agenda incluye, en un camino que luce largo y muy competitivo, desarrollar el mercado de transatlánticos, regular los vuelos charter, conceder más aeropuertos a privados y abrir el mercado aéreo a empresas que tengan 100% de su capital en manos extranjeras.
El Foro Económico Mundial ubica a Brasil como el segundo destino más competitivo de América Latina, detrás de México, y en el puesto 27 a nivel mundial, cinco lugares por detrás de ese «rival» en un negocio que aporta el 10% del PIB global.
En 2016, Brasil se anotó un modesto récord de 6,8 millones de visitantes extranjeros, impulsado por los Juegos Olímpicos de Rio. Ese mismo año, México tuvo 35 millones, según datos de su Secretaría de Turismo.
«Es muy poco», se lamentó Beltrao, quien viajará a París al foro de Turismo de la OCDE el 2 y 3 de octubre «para aprender» y para «sentarse con los mexicanos».
«Queremos traer uno de los programas que hizo México [ndlr: el que desarrolló la región del balneario Cancún] y transformar áreas para atraer al turismo y la inversión, con una legislación ambiental favorable a los empresarios y con una legislación fiscal favorable a los empresarios», señaló.
Tarjeta postal en crisis
Mientras el país aspira a potenciar el turismo, Rio de Janeiro se hunde cada día en una saga de violencia narco que obligó a convocar al ejército.
«Rio está pasando por la peor crisis económica, política y de seguridad. Un año atrás estaba en su cenit, con el turismo floreciendo, miles de empleos, todos felices (…) Rio es la tarjeta postal de Brasil, la puerta de entrada, y cuando se habla de Rio repercute en el mundo», dijo.
«El objetivo es recuperarlo con turismo», afirmó.
El ministro proyecta pasar en el próximo lustro de los actuales 60 millones de turistas domésticos por año a 100 millones, duplicar las visitas de extranjeros y crear cuatro millones de empleos.
Sus planes están en sintonía con los del presidente conservador Michel Temer, que abrió a los privados actividades como la explotación petrolera o el sector eléctrico.
Pero su agenda reformista quedó empantanada luego de que la Fiscalía General lo denunciara por supuestamente integrar una organización delictiva para desviar fondos públicos, la última bomba de una crisis política que ya lleva tres años alimentada por investigaciones sin precedentes sobre la corrupción en el Estado.
Los planes de Beltrao deberán esperar, al menos, a que la Cámara de Diputados termine de procesar esa denuncia, la segunda que recibe Temer en apenas dos meses.