Por Juan José Rodríguez
Ciudad de Panamá/AFP
Expertos de la ONU consideran que América Latina debe apostar por enviar a los acusados de delitos menores a pequeñas prisiones en régimen de semilibertad, para propiciar su reinserción y bajar el hacinamiento en las cárceles de la región.
Según los especialistas de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), América Latina es la región con más alta proporción de población penal, después de Estados Unidos, principalmente debido al narcotráfico, la violencia y la demora judicial para dictar sentencia.
Eso hace que las cárceles latinoamericanas estén sobrepobladas y que en ellas convivan presos por delitos graves, otros por delitos menores, y muchos que no han sido condenados.
Por ese motivo, los expertos recomiendan invertir en pequeños centros de reclusión, donde convivan unos 20 ó 30 privados de libertad por delitos menores.
«Que sea lo más parecido a una casa», dijo a la AFP Lucio Cáceres, experto en infraestructura regional para América Latina y el Caribe de UNOPS, organismo que tiene la misión de velar por la infraestructura penal.
En esas casas, los reos podrían pasar la noche mientras que por el día saldrían para recibir cursos, atención sicológica, e incluso trabajar.
«Lo que estamos diciendo es que le damos la casa para que los condicionantes ambientales que lo llevaron al delito no lo lleven al delito (nuevamente), sino a la reinserción en la sociedad», explicó Cáceres.
Datos del informe World Prison Population List, del Instituto de Investigación de Política Criminal británico, indican que de 2000 a 2016, la población penal del mundo creció casi 20%.
En Centroamérica creció 80% en ese período mientras que en Sudamérica subió 145%, lo que las convierte en las zonas de más rápido crecimiento de la población penal en el mundo.
«Se puede mitigar esa presión en los centros penitenciarios a través de infraestructuras que sean adaptadas a la población que no necesariamente tiene que estar en centros de alta seguridad», sostuvo Roberto Carrillo, director gerente de programas de UNOPS en Panamá.
De esa forma se podría «liberar espacio en los centros para gestionar a la población de alto riesgo», añadió Carrillo.
El ejemplo de Brasil
Los expertos citaron como ejemplo un proyecto que UNOPS realiza en Brasil, donde construye 15 centros penales juveniles, de los cuales cinco ya están en funcionamiento, con capacidad para 909 adolescentes.
En estas casas, conocidas como Centros Socieducativos, los internos son jóvenes que cumplen condenas por delitos menores, como tráfico de drogas al menudeo o pequeños robos y están en un régimen de semilibertad.
«Estamos hablando de jóvenes vendiendo drogas con 12 ó 13 años de edad. Son jóvenes en riesgo social que por su condición están expuestos a la criminalidad. El concepto es darles nuevos chances (oportunidades) en la vida», dijo Suelma Rosa, de UNOPS.
Los menores duermen dos o tres por cada cuarto, en unas instalaciones que cuentan con televisión, sala de estar, librería, jardín y patio.
«El concepto es que el joven no esté encarcelado, que no esté dentro de la habitación y esté todos los días haciendo actividades», acotó Jack Camelq, de UNOPS Brasil.
«Es una buena experiencia y también se puede aplicar para adultos», añadió.
Por el día, los jóvenes acuden a diversas actividades de cara a su preparación para cuando terminen sus condenas, reciben una atención personalizada y están controlados.
«En América Latina no se diseñan cárceles para atender a la población» y el «problema se está agravando cada vez más», lamentó Carrillo.