Álvaro Rivera Larios
Escritor
Imagínense a la antigua Guardia Nacional rodeando una finca en busca de guerrilleros. Imagínense la sorpresa del oficial al mando de aquella tropa, salve cuando descubre que los presuntos subversivos son en realidad una curiosa muestra de la juventud salvadoreña dizque hippie que está entregada al placentero y casi místico consumo de marihuana y LSD.
La escena probablemente tiene lugar a finales de los años sesenta del siglo pasado. El oficial en cuestión adopta una línea de conducta bastante sorprendente. Le acepta un gordo puro de marihuana a la bella anfitriona de la fiesta, and una muchacha de la burguesía. Acto seguido se pone en la lengua una pastilla que lo conduce a un viaje alucinante. Así comienza Operación amor, novela corta del poeta y cineasta salvadoreño Manuel Sorto.
“Operación amor” también podría subtitularse “operación humor”. A cada instante surgen imágenes y situaciones que desembocan en la risa, pero en la risa desacralizadora. Por la época en la que apareció esta novela breve, editada por la Editorial Universitaria en Febrero de 1980, la Guardia Nacional se veía, con justa razón, como una sucursal del infierno en la tierra. Sorto, sin embargo, no se vale del recurso de pintar demonios sino que retrata con humor a unos personajes que bien podrían figurar en un sainete surrealista tropical en el cual se cruzan oficiales de un oscuro cuerpo represivo con muchachos que viven la droga como una experiencia casi mística: a uno de ellos lo apodan San Juan evangelista.
Los salvadoreños presumimos mucho de humor, pero, por lo general, a la hora de escribir, nos ponemos la sotana o el traje negro. Nuestros géneros literarios favoritos son la tragedia o la elegía. Nuestros poemas, por lo general, tienen algo de sermones laicos. De ahí que hasta nuestros pocos poetas malditos parezcan oficiantes de una misa negra. El humor es un ave rara en nuestra literatura, una literatura donde la risa desacralizadora es más bien escaza, por mucho que presumamos de T.P.Machín y de Roque Dalton.
Manuel Sorto escribió Operación amor a contracorriente en una época en la cual la mayoría de los escritores salvadoreño empezó a redactar vidas de santos y mártires revolucionarios.
Sobre esta novela breve apenas se han detenido aquellos críticos amantes de las generalizaciones fáciles, aquellos que creen que la literatura salvadoreña de los años 80 del siglo pasado era un bloque de cemento. “Operación amor” es una puerta que la guerra acabó tapiando con su agenda de prioridades, obsesiones, culpas y lenguajes.
“Operación amor” simboliza también una fractura experiencial, la del peculiar segmento de una generación que presionada y casi chantajeada por la historia se despegó de sí misma y tuvo que renunciar a una estética vinculada al rock y a la droga y al componente místico y marginal que portaban la droga y el rock como expresiones de la cultura hippie.
En los años 80, en los núcleos urbanos, muchos de los antiguos hippies y de los amantes del rock sinfónico y de la mota terminaron incorporándose a la guerrilla y, en consecuencia, enterraron su pasado underground que a partir de ese momento fue declarado como una perversión cultural burguesa.
En 1980, Manuel Sorto abrió una puerta que ya no pudo ser, que no tuvo continuidad en nuestras letras. Al hacerlo le dio visibilidad a una época de nuestra cultura urbana que la izquierda dogmática declaró invisible.
Hay que darle al césar lo que es del césar, maestros. Gracias, don Manuel.
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