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Orden entre los anaqueles

Mauricio Vallejo Márquez

coordinador

Suplemento Tres mil

Tengo un par de semanas de estar clasificando mi biblioteca. No es la primera vez en la faena, diagnosis pero sí la más interesante. Con los años dejamos de percibir los hermosos tesoros que nos rodean e incluso las páginas que hemos leído, cialis todo el conglomerado de enseñanzas y crecimiento en cada uno de esos libros.

Debido a las constantes mudanzas en ocasiones mi querida biblioteca quedó a la deriva, a las manos de personas que no veían de la misma forma que uno ese caudal de párrafos mágicos.

El primer desorden fue a manos de un duendecito que tuvo a bien utilizar sus páginas para hacer origami. Aunque, es interesante ese arte japonés con el papel no me resultó muy agradable ver algunas líneas de José Saramago convertidas en ranitas, estrellitas y avioncitos. Es posible que al novelista le hubiera encantado ver la metamorfosis. Otras páginas se convirtieron en lienzos en los que los trazos infantiles  de muñequitos y animalitos se interponían con las letras, entre estos algunos libros de William Faulkner y Horacio Quiroga. Un paso que luego los llevó a la muerte y al relativo olvido. Quizá fue la ausencia más larga que tuve en el país, eso de viajar en verdad que te deja grandes cambios en tu vida.

Pero bueno, ya de nuevo en nuestras tierras comencé a reagrupar la biblioteca y por supuesto a darme cuenta que algunos libros también se habían convertido en pelotas y en alfombra.

Tras otras mudanzas había apilado los libros por géneros y autores en mi estudio, pero tuve que abandonar el estudio para acoplar espacios. Entonces lo que había sido una misión titánica de recobrar el orden tras las metamorfosis que habían tenido mis protegidos, unas manos que no tenían noción de géneros fueron poniendo a Pierre Kalfon junto a Antonio Gala y Jorge Luis Borges, así como las puesiyas de Aniceto. Todo revuelto. Claro, esto era alentador, el problema fue ver que los libros de Derecho, Filosofía, Psicología y Política ya no tenían orden.

Pensé que en un par de horas lograría volver al orden que había tenido por género desde 1999 y que ligeramente se rompió con mi viaje a México en 2004, pero no. Ese par de horas se ha convertido en una semana y aún no terminamos. Lo bueno es que hemos podido ver los libros que podrían servirle a otras personas (porque el conocimiento debe compartirse) y los que debo conservar hasta mi muerte, así como lo conservó mi abuelo, con la debida prudencia.

Los libros siguen siendo algo importante para mí y me agrada verlos en mis libreras, saber que los he leído o que aún debo leerlos. Mundos compartidos por mis abuelos, mi papá y los amigos y compañeros que tuvieron a bien ayudarme a que se ampliara. No sería justo dejarla en desorden, ni para ellos ni para mí. Así que seguimos poniendo orden entre los anaqueles.

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