Oscar A. Fernández O.
Ya entre 1958 y 1959 comenzaría a gestarse la última y más fuerte de todas las revoluciones que experimentó el jazz a lo largo de su historia. Quien la encabezó, prescription cambiando la música por completo, generic quien terminó de derribar los límites de la armonía que ya habían sido puestos en jaque a través del jazz modal, y quien dio el puntapié inicial para lo que luego se llamó free-jazz, fue el saxofonista alto Ornette Coleman, de manera gradual al principio, drástica, radical y decisiva después: no llevó las reglas más lejos, simplemente las dejó a un lado. Para Coleman, tanto la armonía como la técnica eran secundarias; lo que importaba era el sentimiento y la autenticidad de expresión.
Los músicos de la época del dixieland y del swing se caracterizaron por una improvisación con una fuerte base melódica. Por su parte, los intérpretes del bop, del cool y del hard bop siguieron las estructuras de acordes en sus solos. El free jazz supone una ruptura radical con estos estilos, pues se caracteriza por que el solista, tras la introducción temática, elude el seguir ningún tipo de progresión o estructura, y apuesta por seguir una dirección impredecible basándose únicamente en su intuición musical. Cuando Ornette Coleman (y antes Cecil Taylor) introdujo el free jazz en los escenarios de Nueva York, muchos músicos y aficionados se preguntaron si lo que estaban oyendo podía denominarse “música”. La evolución del estilo fue vertiginosa, y quienes en un principio habían sido considerados revolucionarios en menos de 15 años se habían convertido en anticuados. (Joan Riambau: 1995)
El free jazz —que se superpone a la vanguardia jazzística (la cual puede usar arreglos y determinadas estructuras musicales) es un estilo muy controvertido y preferentemente minoritario, aunque bastante influyente en el jazz moderno a pesar de ser despreciado en muchas ocasiones por los más clasicistas o tradicionalistas. Habiendo prescindido de muchas de las reglas del jazz tradicional (aunque el free jazz no tiene por qué ser atonal o carecer de un ritmo más o menos estable), su éxito se basa en el virtuosismo musical y la imaginación improvisadora de los intérpretes, de quienes depende que la música sea percibida como razonablemente lógica o simplemente arbitraria. Con fuertes reminiscencias de los sonidos más puros del blues, con una potencia rítmica arrolladora, la música de Coleman se concentraba exclusivamente en la melodía, libre de toda armonía preestablecida, de modos y de escalas, incluso de métrica. En sus grupos sin piano todos los intérpretes eran iguales, pues tenían la misma relevancia y funciones: ni la batería quedaba confinada exclusivamente a marcar el ritmo ni el bajo la estructura armónica; todos eran convocados a tocar tan libremente como pudieran, siguiéndose melódicamente los unos a los otros. Sus primeros discos, con los que irrumpió en la escena generando encendidos debates, ya desde el título evidenciaban una toma de posiciones que excedían lo meramente musical: Something Else! (“¡Otra cosa!”), Tomorrow is The Question (“La cuestión es el futuro”), The Shape of Jazz to Come (“La forma del jazz que viene”), Change of the Century (“El cambio del siglo”) y This is Our Music (“Esta es nuestra música”) fueron los antecedentes directos del disco más emblemático de su obra y de su época, Free Jazz: A Collective Improvisation By the Ornette Coleman Double Quartet , grabado para el sello Atlantic en 1960. (Joachim Berendt: 1986)
El disco original presentaba una sola grabación de casi cuarenta minutos por un cuarteto doble: Ornette Coleman, Don Cherry en corneta, Charlie Haden en contrabajo y Ed Blackwell en batería, por un lado, junto con Eric Dolphy en clarinete bajo, Freddie Hubbard en trompeta, Scott La Faro en contrabajo y Billy Higgins en batería, por el otro.
En resumen, ocho músicos tocando libremente, improvisando, sin otras reglas para seguir que sus convicciones, sus ideas, sus sentimientos y sus afinidades mutuas en ese momento, sin canciones ni acordes ni melodías ni métrica predeterminadas. Para algunos, el disco de Coleman fue el triunfo del caos, y el “asesinato” del jazz. Para muchos otros, la obra culmine del expresionismo abstracto, y la consagración plena de la libertad, el equilibrio perfecto entre la libertad individual y la libertad colectiva: bien entendido, en esencia, el free-jazz presupone que la única guía para lo que toca cada uno es lo que tocan, en ese mismo instante creativo, los demás.
Ornette Coleman, John Coltrane y su búsqueda religiosa y espiritual; Charles Mingus con sus temas cargados de acidez e ironía política; Max Roach y su legendario álbum We Insist!: The Freedom Now Suite ; Albert Ayler, quizá quien más lejos llevó la ruptura inicial de Coleman, y mejor encarnizó la imagen del hombre negro enojado, furioso y combativo del Black Power; Sun Ra y sus intentos por llevar el free-jazz a la big band; Cecil Taylor y sus improvisaciones al piano sin métrica ni armonía, que incluía golpes al teclado con el puño y los codos; Anthony Braxton y sus experimentaciones con la ciencia ficción y la tecnología; el Art Ensemble of Chicago, Archie Shepp, Pharoah Sanders, Eric Dolphy y Albert Murray con sus alaridos frenéticos, entre tantos otros, potenciaron cada uno a su modo el nuevo mundo de sonoridades posibles, con una fuerte carga política, además, que sólo en contadas ocasiones había tenido lugar en el jazz a lo largo de su historia (Olivier y Harrison: 1990)